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Terrorismo electoral

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Terrorismo electoral

Saber lo que es justo y no hacerlo es la peor de las cobardías. Confucio (551 a. C. – 479 a. C.), pensador chino

 

 

El mundo se estremece ante el horror de una guerra no convencional entre el mundo occidental y la barbarie inhumana de una minoría islámica, que ha tomado la Ciudad Luz de Europa como foco para ejecutar una acción de asesinato masivo a inocentes.

 

 

 

Los jefes de Estado de los países más poderosos se han reunido, olvidando sus diferencias políticas, para coincidir en un acuerdo de exterminio de estos grupos que amenazan la existencia misma de la civilización y producen un unánime rechazo.

 

 

La usualmente apacible Europa se ve sacudida por una explosión de violencia que la obliga a repensar sus leyes inmigratorias, sus políticas de acogida a refugiados del Medio Oriente y, sobre todo, sus medidas de seguridad para garantizar la vida de sus ciudadanos y de una infraestructura que es patrimonio histórico y cultural de la humanidad. Indefectiblemente, la discusión del qué hacer transita por la posibilidad de obviar derechos humanos, democracia y tolerancia ante la muy pragmática y cierta amenaza contra naciones y vidas.

 

 

En París se cuentan hasta ahora 133 muertos, 88 heridos graves y cientos de lesionados por los ataques en secuencia del grupo extremista islámico Isis. La solidaridad mundial con el pueblo galo, cruelmente atacado en el corazón de su vida, promueve campañas como “Pray for Paris”. Pero también ha desatado la xenofobia contra el islam y los refugiados meso orientales. Un mundo polarizado que está resquebrajando esperanzas de paz.

 

 

Mientras tanto, en Venezuela libramos nuestra propia guerra. Pocos están pendientes de lo que sucede en el resto del planeta, porque la lucha por la sobrevivencia es extenuante y no deja tiempo ni disposición para asuntos externos, por trascendentales que sean. Ubicar leche para los niños, toallas sanitarias para esos días, huevos para el desayuno, medicinas para los enfermos o un pollo para medio comer, quita tiempo y ganas, da rabia e indignación. Si a esto le agregamos el pugilato diario por treparse en las busetas que van quedando, la impotencia de no conseguir repuestos para automóviles o electrodomésticos, el tiempo perdido en apagones y cortes de agua; todo esto arropado por un discurso político con grados de imbecilidad, que denotan la ignorancia criminal ante lo que sufren los venezolanos, es como para sucumbir a la depresión o la furia. Pray for Venezuela.

 

 

Y ni hablar de muertos. En la Venezuela revolucionaria, donde asesinan a 25 mil personas al año, mencionar un centenar de muertos no inmuta. La muerte se ha convertido en nuestro acompañante habitual, la topamos en las esquinas, son ya usuales los crímenes horrendos, al punto que forman parte de la cotidianidad. Pray for Venezuela.

 

 

El país se ha pulverizado ante nuestros ojos, destruidas las instituciones, desamparados los ciudadanos sometidos a una permanente injusticia y arbitrariedad. La crisis económica y la ausencia de Estado de Derecho dejan al descampado a los habitantes de este país, donde un grupo que se hizo con el poder con pretensiones de perpetuidad, se corrompió por la ausencia de moral y de contraloría. La riqueza mal habida tiene su propia clase social, vulgar pero millonaria: los boliburgueses, que ostentan su súbita abundancia por todo el mundo, creyendo que son impunes ante la justicia mundial como los son ante la prostituida justicia venezolana.

 

 

La podredumbre del poder, mezcla de tráfico de influencias, corrupción y drogas, ha hecho su propia explosión en Venezuela. Nada de lo que digan o hagan podrá ya ocultar la nieve en las cumbres del Gobierno. La absoluta mayoría de los venezolanos sabe que no hay finado que rescate la pérdida absoluta de la confianza en una revolución que ha quebrado las bases económicas y morales del país. Pero tenemos una oportunidad más directa y eficiente de la que tienen los parisinos para deshacernos de lacras: Votar y defender el resultado de unas elecciones parlamentarias, que serán un primer paso en el proceso de recuperar libertades y derechos.

 

 

Las elecciones parlamentarias serán momento estelar para probar el talante democrático de quienes verdaderamente lo son. Ya la oposición conoce de las trampas y el ventajismo que le han aplicado durante los últimos años. Sabe de memoria el truquillo de las prórrogas, la toma de los miembros de mesa, los cambios de circunscripciones, las migraciones, los motorizados violentos. Este año hay nuevos regalos del CNE: centros electorales que llevan el nombre del finado, del espíritu del finado, de la mamá del finado. El mismo que dicen va a ganar las elecciones desde el más allá, porque estamos en el país donde los muertos votan y los que están perdidos usan a un muerto para hacer campaña.

 

 

Quieren asustar a la ciudadanía con el coco de las milicias, que van a ser usadas para custodiar los centros electorales. Y con un nuevo invento: centros electorales de una sola mesa en su mayoría, ubicados en bases de misiones y sedes de consejos comunales, cuyo padrón está constituido preferentemente por votantes migrados de otros circuitos o estados y por abstencionistas consuetudinarios. En Carabobo, 90% de esos nuevos centros están en la parroquia más populosa, Miguel Peña, y el restante 10% en el eje oriental. Los técnicos y políticos de la oposición saben bien lo que pasa.

 

 

Los electores no tienen por qué tener confianza en un CNE que ha permitido toda clase de ventajas al oficialismo, sin hacer caso alguno a las protestas de venezolanos con los mismos derechos a triunfar. En lo que sí se debe tener confianza es en las ganas de cambiar lo que nos perturba tan profundamente, en el deseo y el derecho de ser libres para pensar, opinar, trabajar, producir. Y en regresar al camino de la fe, de la bondad, de la convivencia y la tolerancia. El mal que se ha apoderado de Venezuela tiene sus días contados. Una Corte en “el imperio mesmo” nos está dando una manita. La otra manita está en la esquina inferior izquierda del tarjetón. Vota sin miedo.

 

 

Charitorojas2010@hotmail.com
@charitorojas

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