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¿Por qué?

Los autoritarios son la misma especie aunque se vistan de diverso colorinche, luzcan más o menos populistas, sean más o menos represivos. Son la misma miasma. Todos están orientados al poder y no al logro. Todos fomentan el caudillismo y padecen delirios de grandeza. Todos mienten compulsivamente y esconden tras varias capas las verdaderas resultas de su gestión. Todos hacen lo indecible por acabar con cualquier tipo de competencia política. Todos son obsesivos del control

 

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Hace cinco años, en Argentina, Cristina era una zarina. Macri gobernaba Buenos Aires. Nadie apostaba un peso porque la derrotaría. Decían que era invencible, que lo del pueblo por ella era adoración, que la oposición era un desastre y nunca conseguiría destronar a los K. La historia ha dado un giro sustancial. Macri es presidente y Cristina acaba de coger palo parejo en las primarias previas a las legislativas, que va a perder aunque conserve algunas curules. Y cuando toque elegir gobiernos regionales y municipales volverá a perder. Los K tuvieron uno de los regímenes más poderosos y atornillados que ha habido en Latinoamérica en lo que va del siglo XXI.

 

 

 

Lula y Dilma se deslíen. De entre los nuevos liderazgos, en la crisis surgirá alguien que capitalice el desmadre y el descontento. El actual presidente es ave de paso; culminará el periodo y pasará la banda a un mandatario producto del voto directo, secreto y universal. En este momento los ciudadanos de ese país están muy angustiados por la economía; no tienen tiempo ni ganas para la política. En compensación a Temer por aceptar ser el maluco de la película le perdonarán sus «errores». Y los brasileros pasarán la página.

 

 

 

Chávez muere en el poder, a los meses de haber ganado su última elección por amplio margen. Antes de morir le pide a Venezuela que elija a Maduro como su heredero. A la fecha no se sabe si de veras ganó. Las dudas nunca fueron aclaradas y luego de lo ocurrido con la elección de la ANC, la duda creció. Evo entregará a quien gane las elecciones. No se sabe aún quién ganaría. Todo es una nebulosa que ninguna encuesta logra aclarar. Pero Evo ya es historia. Cristina, que heredó el poder del marido, quien al poco tiempo falleció, puede convertirse también en un cadáver político; le apunto a mis amigos argentinos que no se confíen demasiado. Lula y Dilma la tienen casi imposible, por el pichaque de contubernios y estafas. Su meteórica carrera se hundió por haber permitido que Odebrecht y otra sarta de empresas corruptas se convirtieran en mandamases, por sucumbir ante la tentación del dinero.

 

 

 

Maduro no es Chávez. No tiene carisma, ni pegada ni discurso ni sex appeal. No tiene una historia «heroica» que echar, nadie puede decir que es un genio, no habla bien, ni siquiera tiene chispa. Que Chávez tuviera un inmenso ascendiente sobre las masas no tiene nada de extraño. Que Maduro tenga poder en este miserable estado de cosas ya no se entiende, ni porque se apoye en la figura del difunto. No se me diga que es por el apoyo de los militares o por el guión castrocubano, que eso es cierto pero no es suficiente explicación. No habrá  golpe que derroque a Maduro, ni intervención militar gringa que no es la más poderosa estrategia de presión que puede utilizar EEUU. De hecho, bien han advertido varios países de Latinoamérica sobre la inconveniencia de una opción bélica y han recomendado al gobierno estadounidense  (vía Pence) que hay «otras maneras» sin agregar muertos y heridos a una Venezuela ya ensangrentada por un régimen abiertamente  dictatorial. Si Maduro y su régimen  no ceden, lo que viene es probablemente un embargo de severas consecuencias, un bloqueo comercial, financiero y político del mundo civilizado que ahorcará al régimen y también a la población; caeremos en manos de las mafias chinas, rusas, iraníes e indias, que bien que le sacarán beneficios a la situación desde su cómodas oficinas. Y cuando la pobreza y el hambre destruya cualquier atisbo de estabilidad y seguridad, y Venezuela se convierta en territorio de «lords de guerra», cuando nos cierren las fronteras y nadie quiera recibir a los venezolanos ni como aves de paso, cuando del colapso pasemos a explosión social descoordinada y simultánea con incontable número de muertos y heridos, entonces los que produjeron esta tragedia se escaparán del país y se exilarán a cuerpo de jeques en Nicaragua, Cuba, Irán, China, Rusia, India y a saber qué otros países donde la justicia internacional es mera ficción y donde las montañas de dinero que nos robaron les aseguren una vida de lujos, placeres y orgías.  Y entonces, con los monstruos lejos, usando inteligencia y ética, con trabajo esforzado de la estructura de gerencia pública que tenemos, con ayuda de los mejores, los decentes reconstruiremos a Venezuela.

 

 

 

Quizás he dado muchas vueltas para decir que cada vez que podamos hay que votar, porque estamos eligiendo a los reconstructores.

 

 

 

soledadmorillobelloso@gmail.com

 

@solmorillob

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