¿En què manos estamos? Es la pregunta inevitable, ineludible, acuciante que se hace cualquiera, partidario del proceso o del cambio, al oìr la grabación que ha hecho pública Ismael Garcìa acompañado de varios diputados de la Unidad. ¿En què manos estamos?
La respuesta inmediata del protagonista ha sido descalificarla, “Es un montaje”. Los socios del montaje serìan el mismo parlamentario y el Mossad, que es el servicio de inteligencia israelita. Pero todo se parece demasiado a su voz, su estilo, su lenguaje, su vocabulario y, sobre todo, esa contextura ética que viene demostrando cada noche desde hace varios años en su programa por la principal, no la única, televisora peseuvista financiada con el presupuesto nacional. La prueba que promueve en su defensa es “no he hecho nada que no sea revolucionario”, por lo cual “no le debo disculpas a nadie”.
Al momento de escribir ninguno de sus compañeros dirigentes del oficialismo lo ha defendido. Se han limitado a descalificar al denunciante y al contenido como “chismes”. Ademàs, su programa diario salió del aire “por unos días”.
Si la grabaciòn fuera una intervención telefónica es ilegal, como todas las que el protagonista ha usado impunemente mil veces en el espacio que produce y anima para atacar o molestar a disidentes, críticos y opositores. Pero del mismo audio se desprende que èl la grabò, con el propósito de entregarla a su interlocutor. Asì que quien la filtrò hasta manos no revolucionarias fue uno de ellos dos, o sus jefes, o un subalterno que se les volteò.
Y ¿Quién es el interlocutor? Allì radica la primera gravedad entre varias del pestilente material. Se trata de Aramìs Palacios, agente de inteligencia cubano que, según se informa, ha sido jefe de contrainteligencia de la Casa Militar, instructor de oficiales venezolanos, responsable de seguridad en la Rampa 4 de Maiquetìa (la de aviones oficiales). Un funcionario público, dirigente del Psuv y vocero en el programa estrella del canal gubernamental, rinde un informe como agente a su superior en la inteligencia cubana.
Despuès viene el contenido. La opinión que el protagonista tiene de sus camaradas y compañeros de gobierno convierte a esos minutos en una letrina. Limpiando los calificativos no aptos para horario todo usuario, puede el largo monòlogo puede resumirse en que en el rojo elenco del enchufadismo, el que no es ladròn es traficante, el que no es hipócrita es idiota, el que no es ineficaz es sapo y, por supuesto, no faltan los golpistas y los asesinos.
Sacar de ese audio la conclusión de que el oficialismo es un saco de gatos, sería ofender a los felinos. La metáfora sería ofensiva para esos animales y benévola en extremo hacia el protagonista y los aludidos. Si eso es lo que èl piensa de sus compañeros de causa, con quienes ha compartido gobierno durante casi tres lustros, ¿puede uno hacerse la idea de què pensaràn ellos de èl?
Si todo, o la mayor parte de lo que dice ahì es calumnia, de todas maneras es imposible no plantearse que el personaje ha sido la estrella televisiva del proceso, que a diario es el rostro y la voz del programa estelar del canal del Estado. ¿Còmo es posible que confiaran en alguien asì?
Pero, ¿y si no? Porque las acusaciones que esparce como un ventilador encendido se parecen demasiado a lo que mucha gente cree o ha escuchado en la calle, este gobierno es mucho peor de lo que pueda creer el màs radical de sus críticos.
¿En què manos estamos? Es la pregunta inevitable, porque las que muestra la grabación están empapadas de veneno, sangre y excremento.
Menos mal que Venezuela cuenta en la Unidad, con una alternativa democrática preparada, capaz, responsable, lista para asumir un liderazgo nacional, integrador, justo, para construir esa Venezuela que somos todos, donde podamos vivir y progresar en paz.
Fuente: El Impulso
