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La maternidad del TSJ

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La maternidad del TSJ

 

Desde el aposento de sus asechanzas el TSJ se empina sobre la dignidad del país. Sus actuaciones han convertido a la justicia venezolana en sospechosa, en alma triste que deambula en un escenario de desafueros que son la antítesis de los principios de ecuanimidad. Los miembros del Tribunal Supremo son los encubiertos fantoches de una ideología que simboliza todos los oprobios que el derecho combate. Increíblemente este órgano se ha puesto al servicio de las peores distorsiones imaginables; que forjan los desatinos de un proceso político lesivo.

 

 

En los últimos tiempos sus decisiones no se ajustan al derecho, solo responden al criterio que manejan desde Miraflores. Han confundido la impartición de justicia con la lealtad enfermiza al proceso político que acompañan desde siempre, su ejercicio perdió el norte hasta el punto de arrastrarlo hasta el vejamen de la razón. Ese desequilibrio actúa en contra de todo hecho honesto que se genere en Venezuela, son en definitiva seres perversos rodeados de un poder omnímodo que hace que se protejan como miembros secretos de una cofradía del inframundo; siempre cercanos al universo oscuro en donde las peores infamias son parte de su esencia de vida. Funcionan como fanáticos que defienden a sus líderes más allá de ser culpables o no, sin ningún rubor practican una solidaridad automática que no habla de un ente absolutamente prostituido.

 

 

En el TSJ pueden sonreír todos los pecados. Volvimos a los tiempos de las encomiendas a favor de los corsarios berberiscos del sur del mar Mediterráneo. En 1453 con la caída del imperio de oriente a manos de los turcos otomanos, los miembros prominentes de estas sociedades esclavistas perdonaban a los culpables que pagaban un impuesto que los salvaba de todo sus errores y los mostraban como impolutos seres en medio de sus contemporáneos. Aquí, respetando el contexto histórico social del hecho, ocurre casi lo mismo. Se comprueba el desfalco de Rafael Ramírez al frente de PDVSA por el orden de los once mil millones de dólares. Lo primero que hace el TSJ es dejar sin efecto la investigación que realizó la Asamblea Nacional. Es decir que los magistrados le levantaron la mano a la corrupción que tiene en Rafael Ramírez a una de sus mejores expresiones. Este funcionario que es nada más y nada menos que representante que representante permanente de Venezuela ante la Unión de Naciones Unidas (ONU) y ex ministro de Petróleo y Minería, salió de la sede del TSJ con su certificado de honestidad emitido por sus amigos. Tal como ocurría con aquellos que eran perdonados después de dejar una fortuna en manos de los jueces que tenían la potestad de condenarlos. Ese sombrío personaje es quien maneja la diplomacia nacional en Washington, habla en las sesiones ordinarias y extraordinarias de moralidad y principios de ética política cuando sus actividades están bordadas por su saqueo en PDVSA.

 

 

Son muchos los partos que se han realizado en la maternidad del TSJ. La última cesárea practicada por los magistrados de PSUV fue la decisión que tomaron con respecto a la nacionalidad del presidente Nicolás Maduro. La congregación determinó que el primer magistrado nacional nació en Venezuela. El hecho levanta muchas sospechas ¿Acaso no era mejor mostrar la partida de nacimiento? ¿Por qué recurrir a la instancia judicial para determinar un hecho que podía dirimirse fácilmente ante los organismos correspondientes? Que nadie conozca el documento en cuestión, y que además existan contradicciones sobre el sitio de presentación de niño reflejan que algo ocultan. Lejos de aclarar dudas razonables lo que han logrado es incrementar las mismas. La investigación parlamentaria demostró el origen colombiano de su madre. Ese simple hecho le impide ser presidente y convertiría en nula todas sus ejecutorias. Ese complicadísimo parto procesal se lo debemos a un TSJ que es una vergüenza para la justicia.

 

 

 

Una nación necesita de un verdadero equilibrio de poderes para poder lograr órganos que representen la majestad republicana, cuando la podredumbre se apropia de las decisiones las ejecutorias se transforman en delito. No puede existir justicia nacida de árboles torcidos…

 

 

 

alexandercambero@hotmail.com

@alecambero

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