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La familia

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La familia

 

No sabemos vivir solos. La sociabilidad es vocación de hombres y mujeres y el primer espacio para desarrollarla es la familia

 

Para construir el progreso de los pueblos hay que partir de la familia, una comunidad humana natural que ha ido cambiando y que enfrenta hoy múltiples desafíos. Es fácil decir que la familia está en crisis; en realidad, el mundo lo está y, dentro de él y sus incesantes transformaciones, la institución familiar quiere seguir brindando seguridad a sus miembros, para lo cual tiene que atreverse a modos nuevos, lo cual incluye partir de la familia que es y no solamente insistir en la que debería ser.

 

La familia es la primera sociedad natural. Con las comunidades civil y religiosa que la siguen, son las asociaciones más inmediatamente relacionadas con la íntima naturaleza humana. No sabemos vivir solos. La sociabilidad es vocación de hombres y mujeres y el primer espacio para desarrollarla es la familia.

 

La sociedad está integrada por personas. En ellas se basa y no en la masa de los colectivismos. Estos quieren someter al ser humano, cuando su aspiración apunta a liberarse y realizarse. La distinción no es ociosa, pues de la idea de sociedad que se tenga dependerá la de bien común que es el fin de la sociedad. El bien común es el bien de todas las personas y de toda la persona en su rica integralidad, que empieza por la familia.

 

Servidora y experta en humanidad, la Iglesia católica se preocupa por la familia. Francisco ha convocado en Roma el Sínodo de la Familia, en cuyo seno invitó a los asistentes a hablar con valentía y escuchar con humildad, porque “aquí se puede decir todo”. No es, ha dicho el Papa, “para saber quién es más inteligente”. Una sabiduría que es sensibilidad madurada en la experiencia y la caridad, le aconseja decir: “Los malos pastores cargan sobre los hombros de la gente pesos insoportables”.

 

La clave para que el Sínodo de la Familia avance, en los resultados que la humanidad necesita, es la más cristiana de todas: el amor. Para San Juan Pablo II, la familia es “cuna de la vida y el amor”. El amor la define, permite comprenderla y desde allí curar sus males, superar sus problemas y prestar su servicio al bien común.

 

El matrimonio, la responsabilidad paterna en la procreación y la crianza de los hijos, la diversidad en las uniones, el divorcio, todo reclama urgente y sabia atención en la perspectiva de la dignidad humana, mirada por el cristal de la solidaridad.

 

Ramón Guillermo Aveledo 

rgaveledounidad@gmail.com

 

 

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