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En esta hora de atasco económico y mengua social, lo que cunde en Venezuela es el desencanto de la ciudadanía frente a las cautivadoras promesas con que se envolvió y presentó la tan cacareada oferta revolucionaria venezolana.

 

No podemos negar que el fallido experimento llamado “Socialismo del Siglo XXI”, llegó a capitalizar impresionantes respaldos en todos los sectores sociales del país, comenzando por intelectuales, encumbrados comunicadores de medios, académicos, incluso economistas prestigiosos, a los que se sumaron una clase media aturdida por los debates engendrados en la anti política, y una amplia base popular que buscaba satisfacer necesidades de viviendas, servicios de salud y mejores oportunidades de empleo.

 

Desde luego que la siembra de ese mensaje populista y salvacionista de los actuales gobernantes, encontró tierra fértil en los errores señalados, una y otra vez, y que los protagonistas del proceso democrático retomado en 1958, no fueron capaces de advertir como un serio riesgo a atemperar, combinando una postura autocrítica, mientras se patrocinaban los resultados positivos de esas décadas de gobierno. Más bien optaron por dejar ese pasado como un hijo expósito, a la deriva, creyendo, ingenua e irresponsablemente, que rehuyendo la paternidad de sus propias obras, descubrirían un tiempo inédito en el que figurarían como recién nacidos en la política.

 

Esa lección, como traspié, debe servirnos a todos, para aprender a no inventar ni tomar caminos misteriosos, ni buscar la solución en una caja de Pandora. Se nos apareció un espanto con etiqueta de revolución, incapaz de desarrollar un modelo económico y social, fantaseando una “sociedad nueva”, sin reconocer la existencia de un mercado que se resiste en medio del estancamiento, provocado por la fatídica manía de controlar los medios de producción, omitiendo la propiedad privada, al mismo tiempo en que como una tromba van hundiendo valores, tomando decisiones a contrapelo de la legalidad y sin tomar en cuenta la historia más reciente que nos mostraba las ruinas del muro de Berlín, que en uno solo de sus ladrillos nos lo decía todo.

 

Debemos prepararnos para resolver esta crisis, sin fundamentalismo, sin mesianismos, porque de eso ya hemos padecido y bastante. Me confieso Socialdemócrata liberal, creo en la justicia, en la libertad, en la capacidad de nuestro pueblo, que será rendidora, si le damos mejores oportunidades de educación, para que trabaje, sea productivo, mientras gobiernos transparentes y eficientes conviertan a PDVSA y a las empresas de Guayana, en enclaves exitosos, que den ganancias, que un gobierno, verdaderamente humanista, distribuya en escuelas, salud, viviendas, infraestructura y sepa guardar para los malos tiempos.

 

@alcaldeledezma

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