¡Buenos días libertad! así tituló el escritor Gabriel García Márquez su crónica sobre el amanecer del 23 de enero de 1958. Los venezolanos, luego de muchos años y de una larga resistencia, salían a las calles a celebrar la salida del dictador, cuyo avión había decolado en horas de la madrugada dejando atrás su rastro de opresión sobre los ciudadanos. En unas horas la ciudadanía en masa iría hasta las prisiones de la época a poner en libertad a cientos de ciudadanos depositados en las mazmorras militares.
El pasado 16 de julio no se salió a celebrar un triunfo libertario como aquel narrado por el escritor colombiano para la revista Momento. Pero la atmósfera libertaria, la sensación de ciudadanía, la solidaridad, y el respeto que se ha extraviado en 18 años de chavismo regresó a las calles y acompañó a los 7 millones y medio de venezolanos en las largas filas para la neo dictadura.
Las urbanizaciones de clase media, las de sectores populares y las de las barriadas ese día fueron una sola, con una identidad recuperada. Esa que igualmente llegó a Jerusalén, a una calle de una ciudad africana, a Europa, o desbordó las ciudades latinoamericanas abarrotadas de banderas tricolor. La diáspora estudiada y analizada por sociólogos e investigadores de nuestras universidades cobró vida colectiva de una fiesta universal. Maracuchos, gochos, guaros orientales o llaneros, intercambiaron chistes, comidas y anécdotas mezclados en un solo sentimiento: ¡Libertad!
El impacto internacional de esa gesta provocó reconocimiento de importantes figuras del continente y ha movido a los líderes más poderosos del planeta que comienzan a entender la profundidad del drama que empaña a Venezuela y los peligrosos efectos que ha tenido en el mundo democrático.
Los escándalos financieros que se destapan cada día, cuyas redes subterráneas señalan a la suegra del ministro, al hijo del comandante en jefe, o al sobrino de alto funcionario, cuyas sumas que se esparcen en la banca internacional solo pueden contarse en miles de millones de dólares, dan cuenta de que no es sólo un asunto de ideologías, de modelo político, o de nivel de dictadura, sino que traspasa los ámbitos del crimen organizado internacional en alianza con figuras presidenciales, regímenes y grupos de poder.
Desde el Gobierno se intenta continuar como que nada ha ocurrido. Pero el impacto de este evento y otros que derivarán en tiempos cercanos, han estado rompiendo la unidad de la cúpula oficialista. El sector radical liderado por Maduro, va a continuar con la Constituyente como mecanismo para soldar aún más el control sobre los venezolanos, terminar de cerrar la Asamblea Nacional y tomar la Fiscalía General, entre otras acciones.
Pero en el chavismo no todos están convencidos de que esa ruta, comandada por Raúl Castro, sea el camino para Venezuela, pues, al final irán siendo igualmente víctimas del modelo destructivo. Ayer se expresó con autonomía la fiscal Luisa Ortega Díaz, Anteriormente se pronunciaron ministros y altos militares que fueron clave en los tiempos de Hugo Chávez y el ruido del 16 de julio ha impactado a importantes dirigentes y militares.
En ese camino el aislamiento de Venezuela será más profundo al que ha sufrido la Cuba de los Castro. No todo el chavismo irá detrás de la nueva dirigencia chavista que, como Delcy Rodríguez, desde ya anuncian que “si tenemos que pasar hambre pasaremos hambre”. Imponer ese camino requeriría derrotar por la fuerza a 80% de los venezolanos y estar dispuestos a enterrar al país en un oscuro camino que extenderá aún más la pobreza y el atraso en todo el territorio.
Francisco Olivares
Twitter: @folivares10
