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Entre Tocorón y el CNE

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Entre Tocorón y el CNE

Que nadie se haga ilusiones: el oficialismo seguirá haciendo trampas y montando emboscadas políticas cada vez que le venga en gana, pues tiene clara conciencia de las debilidades de la oposición y de su escasa o nula capacidad de respuesta. Con el campo libre para accionar a placer, el oficialismo mantiene siempre su patrón de conducta con algunas variaciones tácticas de acuerdo con los escenarios que se le vayan atravesando en su monopolio del poder.

 

 

 

Vemos por ejemplo el eje central de su política electoral, que es en esencia bastante básica y escasamente ideológica. Esto último se nota claramente en la misma medida en que el PSUV y sus aliados deben adaptarse a las insuficiencias de sus líderes, en especial con quien aparece como cabeza del gobierno y que, como todos hemos padecido, no es precisamente una lumbrera. No existe pues un desarrollo de las ideas políticas al interior del partido oficial por la sencilla razón de que no es necesario y, más bien, enredaría las consignas básicas que se han repetido a lo largo de estos 20 años de bolivarianismo.

 

 

 

Por ejemplo, Chávez era y sigue siendo “el hombre que descubrió a los pobres” y que decidió ocuparse de ellos, en una sobredosis tal de populismo que hoy el oficialismo sigue viviendo gracias a la memoria de quienes lo reviven así, en una reproducción iconográfica que no termina de desvanecerse escarnecida por el derrumbe ético y moral de sus seguidores civiles y militares.

 

 

 

El sueño de moralizar y de limpiar el país de la corrupción no solo ha naufragado sino que se ha entristecido en la misma medida en que se ha militarizado el país, incluso en las jornadas estrictamente cívicas como lo son las elecciones. Los periodistas no recordamos un despliegue tan inútil y malbaratador de los dineros públicos que esta jugada de hacer aparecer a la Fuerza Armada como garantía de seguridad en los días de votación.

 

 

 

Valdría la pena preguntarse desde cuándo esta funesta costumbre ensombrece a la sociedad civil en beneficio de la arrogancia y de la estrategia de intimidar unas jornadas pacíficas que no implican, desde hace años, peligro alguno para los centros de votación, para los votantes y para los integrantes de las mesas.

 

 

 

No sabemos si los altos mandos de la FAN han revisado la historia de hechos violentos en el transcurso de unas votaciones en Venezuela. Pues vale la pena recordarle que durante la década de los años sesenta sí se presentaron escenarios de violencia propiciados por quienes, desde la izquierda radical, se oponían abiertamente a los comicios impulsados por el gobierno.

 

 

 

Luego esa estrategia fue vencida por la paz democrática, pero a quienes no se ha podido vencer es a los militares, siempre atentos a ser árbitros de un proceso que es de la sociedad civil y de nadie más. Su papel ahora consiste en crear una atmósfera de miedo, de temor y de disuasión.

 

 

 

No nos extraña que hoy tengamos “felizmente electos” a tantos militares que han pasado de ser funcionarios a gobernadores, y no siempre de la manera más correcta, según denuncian los otros candidatos. Lo cierto es que algunos integrantes del CNE dan la impresión de seguir cursos en la Universidad de la cárcel de Tocorón, con profesores graduados en posgrado en trampas y fraudes.

 

 

Editorial de El Nacional

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