8 de cada 10 venezolanos no tiene cómo comprar la comida necesaria para sobrevivir. El dato, lapidario, lo proporciona la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), heredera de la Encuesta de Hogares por Muestreo, que el chavismo execró porque le teme a todo aquello que deje en evidencia la cruda realidad que se vive en el país.

Venezuela es el país más pobre de América Latina, superando incluso a Haití, y el segundo más desigual en la región, después de Brasil. Todo un logro de la revolución.

Desde 2012 esos números han ido en franco aumento. El deterioro de la vida del venezolano se ha acelerado debido a la precariedad de los ingresos y el empeoramiento del empleo. El régimen de Nicolás Maduro se ha encargado de destruir lo poco que quedaba, porque es que hasta con la esperanza ha acabado.

Estamos a la par de Nigeria, Chad, Congo, Zimbabue y Yemen, países de África, pobres e inestables políticamente.

Los investigadores de la Universidad Católica Andrés Bello, propulsores de la Encovi, señalaron además que es insuficiente la política social implementada por el régimen, pues no genera empleo ni crecimiento económico. Indicaron, asimismo, que solo 4 de cada 10 personas dice recibir una vez al mes la caja CLAP, lo que deja fuera del subsidio a la gran mayoría de los venezolanos.

Aún más grave es que 639.000 niños menores de 5 años de edad padezcan desnutrición crónica, lo que afecta su crecimiento y su rendimiento. Esa sola cifra justificaría la rebeldía y el reclamo porque se hipoteca el futuro de la nación atentando de manera criminal contra los que están llamados a reconstruirla.

Vistas las cosas, ¿le queda algo más que destruir a esta gente? ¿Hasta dónde llegarán con su maquiavélico plan y su conducta desaforada? Que Dios nos agarre confesados.

Editorial de El Nacional