Beatriz De Majo: Alta tensión entre Bogotá y Washington

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Beatriz De Majo: Alta tensión entre Bogotá y Washington

Puertas adentro desde hace varias décadas los colombianos vienen haciendo esfuerzos por pacificar a su país y por librarlo de las garras del narcotráfico, una de las peores lacras de la humanidad porque envuelve la producción y el traslado de sustancias que silenciosa y subrepticiamente siegan vidas por millones en el mundo entero.

Puertas afuera, la actuación de la narcoguerrilla ha sido vista con gran preocupación por los países que son víctimas de estos hechos criminales y también por las instituciones que monitorean su avance y proponen soluciones al mismo. Algunas naciones han invertido cantidades significativas de dinero y enormes esfuerzos y tiempo en desterrar el mal, tanto de la producción como del consumo de sustancias psicoactivas, para terminar reconociendo que ello no ha surtido mayores efectos.

El actual presidente de los colombianos, Gustavo Petro, ha comenzado su mandato con un abordaje diferente a los gobiernos que lo precedieron en torno a los dos problemas asociados- droga y violencia- sin haber podido avanzar un ápice en su solución. Bien por el contrario, ambas cosas se han agravado sentiblemente de 2022 a esta parte. Ello, a pesar de la conciencia generalizada que hay en suelo neogranadino de que la violencia proveniente de los dos fenómenos asociados mantiene al país arrodillado, es la responsable de muchas de las distorsiones sociales que enfrentan los colombianos y constituye una rémora en su desarrollo económico.

Ocurre, además, que frente a la decisión de Washington de involucrarse de manera más frontal aun en poner fin a una situación que representa un problema de salud pública y que, desde su punto de vista, atenta contra la seguridad de los Estados Unidos, quien dirige los destinos de Colombia ha decidido asumir una muy equivocada posición y ha asumido un comportamiento político confrontacional.

Petro ha negado la existencia del Cartel de los Soles, se ha manifestado en contra de la movilización militar ordenada por Donal Trump hacia el Caribe, ha calificado de crimen la voladura de naves que transportaban drogas con destino a los Estados Unidos. En fin, ha estado descalificando las actuaciones de los Estados Unidos en este y otros temas de manera de irritar a los estrategas norteamericanos.

No estoy segura de que Petro se  percate de que lo que los observadores y estudiosos norteamericanos han estado constatando: el notorio fortalecimiento de la narcoguerrilla en los años de su  gobierno, la inutilidad – o el engaño deliberado-  de su Proyecto estrella denomina “ Paz Total”, el crecimiento exponencial  del negocio del narcotráfico y la facilitación del estrechamiento de los lazos de la narco guerrilla colombiana con el régimen venezolano a quienes Washington se ha decidido a perseguir.

Los gestos destemplados y duros de La Casa de Nariño contra Washington son, en buena parte, un mensaje interno a sus seguidores y, por otro lado producto de un cálculo estratégico internacional. Petro adopta un discurso beligerante de acusaciones públicas para consolidar su base política, mejorar su legitimidad interna y posicionarse como defensor de la soberanía colombiana frente a acciones militares extranjeras. Al mismo tiempo busca obligar a actores internacionales – ONU, países mediadores como Qatar- a tomar partido o a presionar por transparencia en las operaciones estadounidenses. El presidente colombiano aspira a posicionarse como una voz válida y líder contra el intervencionismo gringo.

El resultado de antagonizar con Washington en esta hora va a ser un alto costo no tanto para Colombia pero si para Gustavo Petro. Cualquier nuevo gobierno colombiano regresará sobre sus pasos y restablecerá la buena y productiva relación que imperó en los anteriores gobiernos. Es solo cuestión de esperar unos pocos meses para revivir las épocas de estrecha cooperación militar.

La Casa Blanca dispone hoy de un marco legal que le ha permitido desplegar una enorme capacidad militar en el Caribe y está persiguiendo a los artífices del narcoterrorismo en atención al legitimo propósito de salvaguardar la seguridad de los nacionales americanos. Washington tiene información e inteligencia abundante sobre los nexos entre disidencias guerrilleras, las guerrillas y el tráfico de cocaína. Si llegaran a percibir que Petro tolera, protege o se alinea políticamente con esos grupos bajo el paraguas de la “Paz Total”, pueden interpretarlo como complicidad funcional…con las consecuencias que ello puede conllevar.

 

Beatriz de Majo

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