Antonio José Monagas: Una vida después …

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Antonio José Monagas: Una vida después …

(La familia hace el camino de vida)

Refería el escritor irlandés, Premio Nobel de Literatura 1925, George Bernard Shaw, que “la vida no se trata de encontrarse a uno mismo, sino crearse a uno mismo”. Tan profunda frase, vale precisamente, por el tema que ocupará las siguientes líneas de esta disertación dedicada a la memoria de quienes fueron mis padres José Miguel Monagas y Dulce María Uzcátegui de Monagas.

Asimismo, a la nobleza de la Licenciada en Letras y Profesora de pre y postgrado de las universidades UCV y UCAB, Alma Clara Añez Uzcátegui, cuya pluma apuntaló el esfuerzo bibliográfico de darle forma editorial el opúsculo recién impreso en la ciudad de Mérida, intitulado: “Los Monagas Uzcátegui”.

Una idea de esplendor único 

La idea que bien fundamentó tan hermoso constructo narrativo, fue apalancada por la historiografía o el análisis de las interpretaciones recogidas de los acontecimientos que siguen reposando en los recuerdos antes de verse mermados por las circunstancias propias de la vida.

Es como la historia de la historia de la familia Monagas Uzcátegui. Aunque dicho ejercicio de recopilación de información. Tanto de naturaleza emocional, como sentimental y espiritual, no deja de develar la dificultad intelectual que llevó a cuidar el enfoque metodológico empleado en su realización. Por tanto, dar cuenta del periplo por el cual transitó el hecho de perfilar la visión que apalancó la vida de los esposos José Miguel y Dulce María, conduce a reconocer a quien incitó que el forjado historiográfico de esta hermosa “historia de vida” se llevara al papel. Quizás motivada por la idea de que los lectores del aludido opúsculo, comprendan que sólo es en la familia donde se construye la identidad personal. Pues ahí se afianza la base desde la cual se proyectan las potencialidades, sentimientos y valores de cada uno de los miembros de la familia. Ella fue: Darcy Monagas Uzcátegui, formada académicamente en el vasto campo de la Literatura. Además, mujer de virtuosos sentimientos e inspiradores pensamientos.

Si bien este opúsculo es un texto conciso en cuanto a su apariencia editorial, es profundo en su memoria histórica. Por cuanto su desarrollo motiva cada recuerdo y anécdota a moverse y conducirse hasta el centro de las emociones que retratan la vida de todo ser humano, desde la perspectiva espiritual y de enseñanza que transmite cada episodio narrado.

Este exordio no puede olvidar, el hecho de sumar toda posible afirmación de gratitud pueda elevarse a los cuatro vientos. Declaraciones que comprometan el agradecimiento entendido no sólo como valor, sino también como sentimiento. Pues en el fondo de tan apreciado regalo editorial no hay nada distinto del regocijo que expone el orgullo de ver elogiada la vida. Especialmente, de mis padres. Lo cual pudiera considerarse como la apología de un fastuoso legado edificado sobre ejemplos y orientaciones que derivaron en un lugar de fe, amor y crecimiento.

Una “historia de vida”

Tal vez, pueda servir la anterior calificación del significado e intención del opúsculo “Los Monagas Uzcátegui”, para su caracterización literaria toda vez que a manera de “historia de vida”, dibuja en palabras de amor y respeto el trazado vivencial de los Monagas-Uzcátegui.

Es así como resalta que el encuentro ocurrido en 1945 en Mérida, entre José Miguel y Dulce María, configuró el vínculo entre dos educadores para quienes la enseñanza fue entendida como el arte de sembrar esperanzas en un trabajo que solamente se logra de corazón a corazón. Quizás fue la razón para que ambos crearan un santuario acogido en la unión matrimonial que se fraguó formando la familia al traer a la vida ocho hijos. Y que, a su vez, estos al formar sus propias familias, dieron al núcleo familiar nietos, sobrinos y hasta biznietos. De manera que, para ellos, la lectura de “Los Monagas Uzcátegui”, fungirá como la memoria capaz de procurar que sus realidades se muevan y se aproximen al legado de José Miguel y Dulce María.

El hecho de considerar el pasado como un inmenso paraje, colmado de entornos distintos, habrá de entenderse como el ámbito de la imaginación poblada de hermosas creaciones que sólo pueden erguirse en el tiempo para que, con su ímpetu, cubran la vida de cada quien.

Dificultades al acecho 

En la historia de vida de quienes anteceden a cada ser humano, se halla suscrita la memoria que se tiene de los eventos trajinados. Bien porque refieran triunfos o alegrías.  O porque describen derrotas o tristezas. Pero que sin esa memoria, sería imposible existir. O parecería injustificada la vida misma.

Aunque el camino de los recuerdos se torne apretado por la variedad de paisajes que se forman a la vera de los senderos que intentan recorrerse, logra alcanzar la cima, en toda su magnificencia. Aunque, mejor aún, con la idea de emular el tránsito realizado por quienes inspiraron toda la extensión de la ruta. Al final se observa que es el mismo sendero de la memoria. Especialmente, cuando existe plena convicción de que la familia hace el camino de vida.

Justo cabe ahí definir la posibilidad cierta de conseguir el exacto punto o rincón en donde la esencia del paisaje seguramente invita al alma del recuerdo a arrodillarse para entonces susurrar la oración que mejor corresponda a la gratitud que deberá ahí ofrecerse. Por eso se dice que “el hogar es el camino” en el que luego se apoya la historia para remembrar, con el mayor respeto, el pasado.

A modo de epílogo

Pasearse por las líneas de “Los Monagas Uzcátegui” maravillosamente construidas, sólo responden al esfuerzo intelectual y emocional que le valió a Alma Clara Añez Uzcátegui, el inmenso privilegio y fortuna de conversar con el recuerdo que el tiempo le consintió desvelar. Sobre todo, por historiar sobre su propia identidad que la hizo otro miembro más de la familia Monagas Uzcátegui. Pues así, Alma Clara convivió consigo misma permitiéndose abrir las cuatro puertas que fueron las cuatro casas que sirvieron de abrigo cálido al desarrollo y crecimiento de los Monagas-Uzcátegui.

En la semblanza de José Miguel y Dulce María, perfectamente, luce reproducida y estampada el devenir de ellos como personajes de una fantasía que las circunstancias convirtieron en realidad. Pareciera que la historiografía expuesta por Alma Clara, tuviera una especial analogía no sólo con los primeros rayos de sol al bañar la lozanía del paisaje merideño. También con los reflejos del crepúsculo que pintan los picos de la Sierra Nevada de un entusiasta color naranja.

Cabe agregar que la lectura de “Los Monagas Uzcátegui”, fue como regodearse del brillo que el sol merideño le imprime a todo cuanto cubre. Más aún, cuando la imaginación sea capaz de situar al lector a compenetrarse con el regazo del hogar de su infancia. Pues es ahí, donde se enclava la memoria histórica que aviva el alma del recuerdo a revivir el encanto inmortal de la niñez. Aunque ello pueda realizarse y logre el designio esperado una vida después…

 

Antonio José Monagas

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