Antonio José Monagas:¿Aliviar la tensión social?

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Antonio José Monagas:¿Aliviar la tensión social?

Mientras no se asuma la responsabilidad ante los problemas que expone la actual coyuntura, persistirá la confusión que envuelve al discurrir nacional. No es de dudar, debido al clima de opacidades que cunde al ambiente. No sólo político. También, de índole social, económico y cultural.

Tan difícil situación distorsiona el rumbo que busca alinear el país con sus potencialidades. Así está sucediendo. Y tan cuestionada realidad, atasca el desarrollo anulando los esfuerzos que, por doquier, se observan.

Efectos inmediatos

En consecuencia, surgen estructuras fácticas que parecieran servir de soporte institucional a la incidencia de problemas que hacen sucumbir el sentido de la política.

Incluso, la ascendencia ganada por la educación, toda vez que tan importante materia avaló el establecimiento del ordenamiento social que impulsó el Estado de Bienestar que, aún cuando inconcluso o inacabado, permitió pautar el crecimiento que acreditó y, al mismo tiempo, respaldó la construcción de la nación. Que recién, fue considerada como “referente democrático” en virtud del sistema político “ejercido”. Indistintamente, de la tendencia política ejercida.

La fuerza del poder

Las realidades vigentes distan de las que caracterizaron aquel país que vivió el ocaso del siglo XX. A pesar, que sobre su trazado se enfilaron problemas de toda índole y magnitud. Sin embargo, las realidades que dan forma a estos nuevos tiempos, son interpretadas bajo lecturas que aluden a novedosos modelos organizacionales, nuevas disposiciones y perspectivas políticas. Tanto, como acuciosos recursos económicos. Condiciones todas, que dan cuenta del enorme poder que hoy se detenta.

¿Qué decir del ejercicio político?

El ejercicio del poder político, se convirtió en la razón que moviliza sus imbricados engranajes, complicados pivotes y múltiples ligaduras de cuanta especie estática y dinámica exista como parte del sistema político dominante.

En lo real, problemas, como los causados por desajustes provocados por políticas equivocadas, difieren de los conflictos de otrora pues, muchas veces, actúan como difusores e impulsores de realidades a las cuales se acusan de vicios heredados por un aludido “imperialismo saboteador”.

La praxis política inducida por la furia del poder ejercido, contrario a provocar la decepción -vista como causa de conflicto social- inunda el ambiente de un enfermizo escepticismo que raya con la resignación toda vez que actúa cual efecto de un pernicioso conformismo. Todo ello, encubierto por discursos que presumen ser expresiones de una política combativa, solidaria y representativa de la voluntad y soberanía popular.

En conclusión

O es que dichas políticas alardean que su aplicación puede impulsar un cierto respiro de “tranquilidad”. Aunque sin denotar que dicho sosiego lo induce la incultura política que detenta la base política del grueso de la población a la cual se gana a costa de prebendas y promesas de todo signo o materia. Aun así, el problema que descansa en el desacato de valores morales y ética social, se ha solapado en un laberinto de excusas rancias.

Acaso, la pregunta que intitula esta disertación sigue irresoluble. O es que las realidades se tornaron conspirativas y, por tanto, parecieran incapaces de colaborar con notables esfuerzos que buscan ¿aliviar la tensión social?

 

Antonio José Monagas

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