Antonio José Monagas: Enfermedades de la Política

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Antonio José Monagas: Enfermedades de la Política

Si bien la expresión “en la viña del Señor hay de todo” tiene su origen en la cita bíblica que hace Isaías 5: 1-7. Aunque también es indicativa de la multiplicidad de condiciones que conjugan recursos de toda naturaleza. Pero al mismo tiempo, dichos recursos contemplan la variedad humana, la diversidad biológica y la pluralidad social.

Sobre todo, cuando define la infinidad de visiones ideológicas y valores morales al comprometer criterios en abundancia a partir de los cuales se explaya el ejercicio de la política.

Sin embargo, la pluralidad entendida como razón en cuanto a la particularidad de complicaciones, propias de la naturaleza humana, lleva a que las diferencias de cada grupo social, gremial o incluso etario, sean aceptadas como caracterizaciones de las situaciones que sus acciones promueven. Asimismo, dicha diversidad es empleada como factor de estímulo de las necesarias reflexiones que las posibilidades de superar cada situación engendrada, permitan.

Todo cabe en todo

Así que cuando se dice que “de todo hay en la viña del Señor”, es para dar cuenta de las distintas manifestaciones que se articulan para animar la existencia de la vida. Y en política, igual se entiende.

No obstante, la conjugación del vasto número de desigualdades y desproporciones en los espacios de la vida política, derivan en extrañas enfermedades que contagian situaciones, condiciones, ideologías, pensamientos y criterios. Por eso, esta disertación busca aludir a ciertas enfermedades de la Política que contagian el ejercicio político afectando personalidades, habilidades, disposiciones, modales, intenciones y comportamientos humanos.

En consecuencia, el ámbito del desarrollo, por menudo o extenso que sea, se ve contagiado por las dimensiones de las enfermedades políticas que afectan cualquier ambiente que se presta para el arraigo forzado de sentimientos vacíos y putrefactos.

Problemas ocasionales o “enfermedades”

Se dice que muchas de las enfermedades de la política, son plenamente conocidas por las características de sus afectaciones. Especialmente, cuando inciden en el desarrollo y ejercicio de la política donde activistas, militantes, acólitos, funcionarios, operarios y activistas políticos suscriben sus acciones, contribuciones y decisiones.

Entre las principales, se tienen:

La enfermedad causada por el odio, el resentimiento y la envidia.
La del chisme cargado de exageración o falsedades.
La causada por la soberbia o la presunción de creerse por encima de todos.
La de la ceguera al usar imágenes que proyectan ilusiones peligrosas.
La inducida por la abstracción o encerramiento egoísta que provoca presunciones pervertidas.
La del desespero, causado por las dificultades ocasionales de engrosar su peculio.
La generada por el descontrol emocional que causa el desorden vivido
La de las angustias, creadas por causa de amenazas internas.
La causada por abusos cometidos al abrigo de una impunidad e inmunidad consentida.
Las excitaciones provocadas al suponer erróneamente que la política es una panacea.
La enfermedad  que se produce cuando la alergia al trabajo domina disposiciones de vida.
La que provoca el Síndrome de Guillain Barre a políticos testarudos e indolentes.
La que induce el sedentarismo en políticos, que por flojos, viven apoltronados.
La inducida por el desorden alimentario.
La creada por las ínfulas de superioridad que presume toda autoridad mal ejercida.
La de los malos hábitos que adquiere por la mala vida que sigue.
La que lo deja siempre mal parado por las repetidas mentiras y falacias dichas.
La ocasionada por el abuso de leyes de uso delicado causante de graves problemas.
La que induce la pretensión de sentirse con derechos únicos.
La originada por la idea de creerse siempre que su opinión es la más valiosa.
A manera de conclusión

En fin, pareciera que buena parte de las enfermedades que atacan la vida del político, no matan en “la primera vuelta”. Aun cuando algunas suscitan temblores que llevan a afectar el equilibrio no sólo físico. Peor aún, espiritual y emocional. No obstante, la salvación, en medio de cualquier emergencia que puede ocurrir, es seguro que sobrevenga la depresión a consecuencia del maltrato impartido al ejercer ofuscadamente la política, a desdén de las difíciles y crudas realidades que generalmente vive el resto de la población.

El problema que en medio de tan repetidas situaciones persiste, no tiene la cura que todos buscan en el último momento. Particularmente, porque cuando estos políticos enferman por causas relacionadas con los antivalores que el poder político mal concebido incita, olvida que en la libertad y reconocimiento de los derechos humanos, está el resguardo y necesaria prevención a toda “enfermedad de la Política”.

De lo contrario, cabría repetir lo que bien expone el doctor Teodorico Sawaya, especialista en Medicina Complementaria, al afirmar que “no existen enfermedades, lo que hay son enfermos”. Y es lo que cabe exactamente cuando el ejercicio de la política tiende a convertirse en una tendencia que ensaya la extrema indolencia.

No se ha entendido que, en un mundo tan convulso, como el que ocurre en el terreno político, “lo similar cura lo similar”. Y que, podría interpretarse como que cualquier enfermedad de la política o provocada por un pervertido ejercicio de la política, podría evitarse mediante la energización de los valores morales y político, tan aporreados desde el poder cuando el ejercicio de la política lo hace ver “omnímodo”.

Lamentablemente, es lo que ocurre cuando el ejercicio de la política, se hace a distancia de la humildad y el sentido de convivencia entre conciudadanos. Es ahí cuando resulta abatido por las múltiples y peligrosas enfermedades de la Política.

 

Antonio José Monagas

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