(A la destacada escritora a quien busco emular, M.E. Monagas de París)
Cuánto pudiera hablarse de nudos. No sólo vistos como unidad de medida. También, como símbolo de unión. Aunque también, como sinónimo de confusión, caos, anarquía, desarreglo o enredo. La poesía destaca su significación para referirse a la vida, la eternidad y la conjunción o unión de sentimientos o propósitos que apuntan a alcanzar un objetivo mancomunado.
Igual, se habla del nudo de un cuento, relato o narrativa. Tanto como del nudo marinero, específico para un amarre seguro. O el del montañista, necesario para el ajuste de cuerdas al arnés del escalador en su empeño por descender o ascender en dirección a la cumbre prevista. El nudo del rescatista, en su misión de salvamento. Y de tantos nudos utilizados en la sujeción, arrastre, retención, refuerzo de cargas estáticas. O cargas dinámicas.
Figuración de “nudo”
Se habla de nudos en distintos contextos. Por ejemplo, nudos en el alma o ataduras invisibles que definen el vuelo por la vida. O el nudo de amor que simboliza el amor eterno o la unión de dos almas. A fin de cuentas, un nudo es la atadura de cuerdas o cordel utilizada para asegurar la unión de elementos o piezas. Asimismo, se usa para acortar las cuerdas empleadas en alguna necesidad.
Un nudo se muestra como un engarce o empalme capaz de sujetar las partes necesarias de un hecho de urgencia. Ello, indistintamente de la calidad de hilo, soga o tira que sirva de medio para anudar las respectivas partes.
El Diccionario de la Lengua Española, RAE, lo define como “lazo que se estrecha y cierra, de modo que con dificultad pueda soltarse por sí sólo. Y que cuanto más se tira de cualquiera de los dos cabos, más se aprieta”.
Otra acepción de “nudo”
En política, la acepción de “nudo” difiere del sentido que la cotidianidad le asigna. Pues, particularmente, señala el principio o final de una urgencia, necesidad o caos. Razón esta que induce a pensar en cuanto lío ocurre a consecuencia del conflicto o discrepancias expuestas por intereses contrapuestos.
De ahí que, en el ámbito político, es propio hablar de confusión, perturbación o embrollo como sinónimo de un problema o atolladero. Que ocurre, especialmente, al enfrentarse posiciones u opiniones en contrario. Es decir, se arma un inmenso y caótico “enredo”. O como bien se conoce, un “nudo político”, el cual, generalmente, incita un quiebre o alteración de la ruta de la decisión elaborada, establecida o calculada.
Del desenlace
Es imprescindible saber que todo “nudo”, compromete un “desenlace”. Es así como lo pauta la naturaleza de la vida cuando exige comprender que “luego de la tormenta, viene la calma”. De hecho, la jerga popular lo deja ver. Asimismo, la naturaleza lo dispone. Eso, por donde pueda desglosarse, significa que hay una situación en la que el nudo habrá de desenmarañarse. O sea que, después de haberse complicado la situación en cuestión, donde los intereses han jugado a colisionar, y las intrigas salen a flote, viene el desenlace del “nudo”. Tarde o temprano ocupa el sitial que las circunstancias proveen. Pero es la última situación que vive todo nudo. Aunque sea, un simple nudo de corbata, o el del cordón de los zapatos. Más aún, si se trata de un “nudo” de ascendencia política.
El desenlace llega, a sabiendas que las realidades lo hacen con la parsimonia que caracteriza el meollo de todo el asunto. Aunque no siempre, el desenlace de un nudo en particular puede no suceder de acuerdo a lo que se espera del mismo. Muchas veces, el problema suele resolverse casi todo o en su totalidad. Aun cuando, del primer nudo, supuestamente resuelto, pueda emerger otro “nudo”. Posiblemente, de la magnitud del primero. Quizás, mayor. O no.
El desenlace termina siendo tan dilemático, como sorpresivo. O tal vez, resulte ser un desenlace terminante. Quiere decirse que, además de procurar la solución por entero del problema, no deja “residuales o hilos sueltos”.
A manera de epílogo
En política, los problemas o “nudos”, son únicos en cuanto al modo seguido para encarar su desenredo. Hay “nudos” que son tan sorprendentes, que su complicación supera la capacidad de resolución de quienes intentan enfrentar las contingencias que su forma esparce ensombreciendo-en consecuencia- cuánta realidad se halla próxima a su esencia.
Hay “nudos” que, en tanto problemas o dificultades que irradian, se desfiguran de tal forma, que terminan convirtiéndose en extremas crisis o “crisis de identidad”. Tal es la magnitud de la ruindad que ellos detentan, que las realidades contiguas a su ubicación, comienzan a retorcerse. Tanto es así, que pareciera haberse alcanzado un desenlace prematuro. Pero lejos de tan falseado supuesto, el “nudo” se engorrona, al extremo, que pierde su uniformidad. Ese “nudo” representa aquel problema que, por mayúsculo y dada su terquedad estructural, termina siendo el “nudo” que hace crisis.
Antonio José Monagas