El ex presidente español es el que ha movido abiertamente o tras bambalinas el fulano diálogo. Dado que se han develado varios de sus infaustos episodios hay que concluir que Rodríguez Zapatero ha sido exitoso en su verdadero propósito, que no es otro que el de desprestigiar a los partidos de la oposición venezolana.
Resulta incomprensible que se diga que el diálogo propiciado por Rodríguez Zapatero no ha comenzado cuando ha habido reuniones entre los miembros del gobierno y los miembros de cuatro partidos opositores. El Diccionario de la Real Academia establece varias acepciones para el diálogo: «Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos» y «Discusión o trato en busca de avenencia».
Según confesión de los participantes ambas acciones han tenido efecto. Hasta la tercera acepción podría considerarse en marcha si no fuera tan trágica la situación de Venezuela: «Obra literaria, en prosa o en verso, en que se finge una plática o controversia entre dos o más personajes».
La conclusión es que sí ha habido diálogo. Nada tendría de particular si no estuviera rodeado de tantas sospechas. Los cuatro partidos políticos que han estado conversandito con el gobierno lo han hecho en secreto y resulta de una ingenuidad asombrosa, si es que renunciamos a la malicia, que hayan pretendido compartir un secreto con el gobierno mientras le negaban el conocimiento de sus pláticas al resto de los dirigentes, partidos de la oposición y a la sociedad que dicen representar.
Más grave aún ha sido confiar en la discreción de los representantes de Nicolás Maduro. Delataron el convite cuando les convino y al revelar el secreto propagaron la desconfianza en la MUD y sus dirigentes, pagando los platos rotos los dirigentes opositores, aun los que no están ni participando ni enterados del diálogo en curso.
Nadie se puede oponer a un diálogo constructivo que lleve a cumplir el compromiso que los partidos le plantearon al país desde el 6 de diciembre de 2015: sacar a Maduro de la Presidencia en seis meses por vía constitucional, aunque el lapso se haya prolongado en forma inexplicable. Empero, desde que Rodríguez Zapatero se antojó de ponerle la mano a Venezuela para así promover lo que parecía su extinguida carrera política, lo que hay son más presos políticos, más hambre, más desolación y más descontento.
No es posible ningún diálogo con la ausencia de dirigentes políticos de significación y sin la participación de la sociedad civil con sus universidades, empresarios, líderes gremiales y estudiantiles. Tampoco debería ser concebible sin la participación de la consecuente Conferencia Episcopal y sin tener la voz de un hombre que definió su presente y su futuro al lado de la causa democrática venezolana, el secretario general de la OEA, Luis Almagro.
A pesar de estos desaciertos tan significativos, los venezolanos queremos confiar en que no se esté en el camino de aceptar mansamente la recolección del 20% de las firmas para finales de octubre porque sería, trágicamente, expedir el certificado de defunción del referéndum revocatorio para 2016.
Editorial de El Nacional