No se sabe a ciencia cierta si fue parte de la programación de la octavita de Carnaval. Pero lo que sí es seguro es que fue una mamarrachada, quizás justificada por el hecho de que el yerno del número tres tenía ganas de cantar en una tarima.
No se puede calificar de otra manera el concierto que realizaron el fin de semana en la plaza Diego Ibarra, en el centro de Caracas, un acto totalmente irresponsable porque, entre otras cosas, no se tomaron en cuenta las medidas de bioseguridad, aunque ya esto último no extrañe a nadie.
Pero lo que lo hace esperpéntica la puesta en escena es el motivo de tan “sentida” convocatoria a un evento público: exigir la liberación de Alex Saab. “¿De quién?”, se preguntarían muchos de los asistentes al recibir las pancartas, las franelas y la promesa de una bolsa CLAP.
La tarea de sobrevivir a la crisis, de buscar agua, de cargar la bombona de gas e incluso de conseguir el efectivo para pagar el transporte público mantiene a la gente común alejada de las angustias de Miraflores y de saber quién es ese señor. La explicación correcta es que se trata de un personaje sospechoso de lavar millones de dólares producto de la corrupción y presunto testaferro del jefe del régimen. Alex Saab, el colombiano-venezolano-empresario tornado en “diplomático y activista humanitario” es solicitado por el gobierno de Estados Unidos por haber hecho negocios sucios aprovechando los vaivenes del sistema cambiario del país.
No hay que olvidar que la tragedia que vive Venezuela se remonta a tiempos previos al madurismo y que ya en 2009 Saab cocinaba guisos con la construcción de casas de la Misión Vivienda de Hugo Chávez. La vieja fórmula de cotizar con sobreprecio, quedarse con buena parte y compartir con el funcionario de turno. Lo que vino después solo fue la continuación de sus andanzas con el visto bueno del régimen.
Y por ello merece un concierto. Porque lo que otros países tipifican como actividad delictiva (incluido Cabo Verde, donde está detenido el exvendedor de llaveros), los de la cúpula rojita lo transforman en virtud y el entramado de corrupción lo convierte en “misión humanitaria” para traer comida y medicinas a Venezuela. Tal injusticia merece un acto público para exigir la liberación de tan altruista personaje.
El telón de fondo parece ser que por este caso el jefe del régimen ya no duerme como un bebé. Teme que la extradición de su amigo a Estados Unidos termine con la negociación de un buen trato a cambio de contar lo mucho que sabe. No hay concierto pequeño para presentar a Saab como una víctima del imperialismo y evitar a toda costa el riesgo de que hable para salvar el pellejo. No se pueden dar el lujo de dejarlo solo.
Después del show, al que asistieron unas pocas personas, algunos diputados de la asamblea elegida fraudulentamente el 6D se fueron a entregar una carta a la Embajada de Nigeria. El portavoz repitió muchas veces el argumento de la defensa de Saab: que es un “diplomático” y que estaba en misión humanitaria. Casi un héroe a quien protegen tanto que hasta mandaron a su familia para Rusia.
Mientras Saab merece todo ese esfuerzo, Maduro y compañía juegan con el hambre y la salud del pueblo. Pero a cambio de que hagan bulto, ¡qué importa si no saben quién es ese señor!
Editorial de El Nacional
Los asistentes al concierto recibieron como pago una franela y una bolsa CLAP | Foto EFE