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¿Y el agua, gobernador?

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¿Y el agua, gobernador?

   
Por mucho que se haya dicho, nunca es poco para reclamar el derecho que tienen los venezolanos a tener una vida decente, en la que se le garanticen todos los servicios públicos. La crisis que han generado nuestros últimos dos gobernantes ha alcanzado una dimensión de tal magnitud que ha llevado a más de 5 millones de personas a huir del país

 

 

No ha sido una guerra la que ha obligado a nuestra gente a marcharse de Venezuela, sino el mismo gobierno que se dice de izquierda y que lucha por el pueblo el que le ha hecho la vida imposible al ciudadano. Ha acabado no solo con las instituciones sino con todo lo que se había construido para elevar la calidad de vida de los habitantes.

 

 

En el interior del país nadie sabe lo que es tener electricidad continua. Los avances tecnológicos y de conexión se perdieron hace mucho tiempo, las líneas de Cantv en su mayoría no funcionan y el servicio de Internet es cada vez más deficiente. Aunque suene absurdo, con una política de no invertir en nueva infraestructura ni en mantenimiento –el dinero debía al parecer destinarse a “asuntos personales”– el gobierno chavista también se encargó de acabar con la red de tuberías que distribuía el agua en todas las ciudades del país. Hay pueblos que no saben lo que es recibir el servicio desde hace años, no semanas ni meses.

 

 

Antes se daban a la tarea de aparentar y que en Caracas no se sintieran los efectos de la mala gestión de un sistema que se edificó en democracia y que pareciera se empeñaron en destruir. Sin embargo, los habitantes de la capital ya tienen años viviendo lo mismo que los del interior. La electricidad se va sin aviso porque ni siquiera admiten que hay racionamiento; y el agua, que se supone sí tiene un cronograma de distribución, sencillamente no llega porque todas las semanas se rompe un tubo aquí y otro allá. Como consecuencia, hay zonas en las que ya es común ver a los vecinos cargando pipotes o buscando agua al pie del Ávila, pues es mentira que todos los caraqueños tienen dinero para pagar cisternas.

 

 

Han querido que el ciudadano se acostumbre a recibir agua tres días a la semana y que además lo agradezca como otro logro del socialismo del siglo XXI.

 

 

El municipio El Hatillo es un ejemplo de lo que decimos en este editorial. Ya lleva dos semanas sin recibir una gota de agua porque estalló una tubería en la avenida Luis de Camoes y ahora otra en Paulo VI que han afectado el Alimentador Sur. “Estamos trabajando”, informan por las redes. Pero la comunidad tiene derecho a una verdadera solución que les regrese la calidad de vida que tuvieron antes.

 

 

Es un problema del que se hizo eco Héctor Rodríguez en su reciente campaña para la reelección en Miranda y que prometió solucionar. ¿Qué pasó gobernador? ¿Puras promesas?

 

 

La sociedad se pregunta si para eso fue que asumieron los acueductos y las empresas de servicios públicos, ¿para dejarlas perder por la desidia que los caracteriza? Si esto no es vivir como en una guerra contra los ciudadanos, entonces no sabemos qué puede ser.

 

 

Editorial de El Nacional

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