Nadie esperaba un resultado diferente, pero de todas maneras a Occidente debe impresionarle que China transite el camino de aferrarse a la figura de un solo hombre en una época en la que la diversificación de los liderazgos parece probar ser más sano para los países. Xi Jinping estrena nuevo mandato de 5 años, el tercero, y muchos analistas opinan que se abre la puerta para que gobierne de por vida.
Terminado el 20 Congreso del Partido Comunista de China, los 2.300 delegados votaron a favor de renovarle el mandato al presidente Xi Jinping. La jornada de clausura, antes de la votación y justo cuando dejaron entrar a la prensa (todo regulado y estrictamente dirigido como es costumbre en estos regímenes), hubo un incidente bastante extraño que aún no tiene explicación oficial y quién sabe si la tendrá: Xi mandó a sacar al expresidente Hu Jintao, que estaba sentado a su lado.
El anciano se resistió pero al final los esbirros casi lo alzaron de su silla por los brazos y se lo llevaron. Este suceso puede tener un significado poderoso, la despedida simbólica de todos los liderazgos anteriores a Xi, que se erige ahora como el único en mandar por tres períodos consecutivos, después de Mao Tse-tung. Una marca demasiado importante para los chinos, no solo los representantes provinciales del partido.
Desde 2013 Xi se ha encargado de concentrar el poder, pero de una manera bastante sutil. Los analistas consideran que la lucha anticorrupción que llevó a cabo los primeros cinco años le han labrado una buena imagen y amplia aceptación en la población, por lo que un tercer mandato no es visto con recelo. Lo que también dicen es que esa campaña, que tan bien vista está a los ojos del público, le sirvió para eliminar uno por uno a los otros líderes que le hacían oposición o no estaban de acuerdo con sus maneras.
El resultado de esa política de doble filo es que ahora Xi se da el lujo de rodearse de sus más leales colaboradores en el Consejo del partido. Además, seguirá siendo presidente, jefe supremo de las fuerzas armadas y al final, el que tome las decisiones, pequeñas o grandes, en nombre de China.
Impresiona que medidas tan controversiales como la política de Covid Cero o la represión en Hong Kong y en Xinjian o la guerra comercial con Estados Unidos no han socavado el liderazgo de Xi, sino todo lo contrario. Los conocedores opinan que China está más unida que nunca y eso puede responder a que consideran que el liderazgo de un solo hombre es lo procedente para su país, porque esa es la propaganda que el Partido Comunista se ha encargado de difundir por 70 años.
Xi tiene el camino despejado, incluso para seguir apoyando a Rusia en contra de Ucrania o interviniendo en la empresa privada china, por lo menos por cinco años más. Y Venezuela no escapa de su agenda, pues el país le debe y seguramente le seguirá pagando con petróleo.
Editorial de El Nacional