Lo prohibido atrae: romper las reglas, no acatar los límites. De alguna manera, se trata de exponer los impulsos y dejarlos ser. En nuestra sociedad actual, la conducta del voyeur se ha vuelto bastante común, no sólo a través de mirar e interesarse por la vida íntima de los otros, sino también para cultivar esas falencias que se dan por una educación sexual limitada. Desde estos permisos concedidos, empezamos a aceptar ciertos beneficios que pueden surgir de observar la satisfacción de los otros.
Según el diagnóstico psicológico basado en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM IV), el voyeurismo es una conducta perversa, está considerada como una conducta patológica. Pero en una sociedad donde el voyeurismo permite aumentar el grado de satisfacción en las relaciones sexuales (eligiendo sexo en grupo o lugares swinger, o intensificando el deseo a través de ver el disfrute de otros) la connotación estaría condicionada a una realidad social actual que muestra como normal lo que no lo es.
El voyeur encuentra la satisfacción o el placer sexual observando la intimidad de los otros. Sin duda, los medios o programas tienden a exacerbar esta conducta, a partir del exhibicionismo permanente de desnudos que tienden a motivar el deseo de adquisición de lo que se muestra. El exhibicionismo siempre va de la mano del voyeur, es su polo opuesto. El goce está en exhibir el desnudismo o la intimidad y, al hacerlo, sentir placer. Debemos ubicar la mirada en lo que nos pasa internamente: ¿qué necesitamos del exhibicionismo, del coqueteo, de la seducción y la histeria para lograr una satisfacción?
En el ámbito terapéutico, muchas veces los especialistas fomentamos el voyeurismo cuando invitamos a observar la sexualidad ajena, como en el caso de mirar videos que muestran escenas sexuales que sirven como estimuladores del deseo o como modelo de aprendizaje y de evaluación de la propia sexualidad. En distintos campos, debemos preguntarnos cuánto hacemos para potenciar esta conducta.
Cuando este tipo de conductas se encuentran dentro de los cánones establecidos y no implican un daño suelen ser vistas como naturales, mientras sea concensuado en el terreno de la pareja. Por ejemplo, cuando una pareja siente que estimula su sexualidad tener sexo en grupo o hacer tríos mientras alguno de ellos juega como espectador, debe ser aceptado por ambos miembros con pautas claras. Entonces, esto una normativa autorizada por esa pareja, lo que disminuye el potencial nocivo que ciertos diagnósticos le asignan.
Muchas escenas son verdaderos estímulos a la hora de tener sexo. No estoy en contra de estos estímulos que enriquecen y son motivadores del deseo, pero creo que todo debe darse dentro de los cánones -en cierto modo- lógicos, sin exponer los aspectos vulnerables o susceptibles de los otros y con el máximo respeto por la integridad física de cada quien.
Fuente: El Clarín