Las fuerzas democráticas del país se aproximan a un evento que puede cambiar el futuro inmediato de Venezuela: las elecciones primarias para elegir el candidato que encabezará la derrota de Nicolás Maduro en las presidenciales de 2024. No es una elección más, ni es un concurso de maquinarias políticas o posturas demagógicas. Es un evento crucial con el cual se puede cerrar un cuarto de siglo de despotismo en nuestra sufrida patria; por lo tanto, no es posible tomarlo a la ligera, ni es una disputa parroquial entre mezquindades partidistas.
Se va a escoger un candidato y, más aún, a un líder que conducirá un poderoso movimiento popular capaz de frenar el ventajismo fraudulento del régimen, idóneo para unir a todos los sectores políticos y sociales, preparado para gobernar en equipo y con la inteligencia indispensable para hacer que la Fuerza Armada encuentre incentivos en respetar el resultado electoral que le proporcione la victoria a los demócratas. No es poco el desafío que hay.
Para lograr ese objetivo, las primarias no pueden ser concebidas como un trámite administrativo, sino como un evento fundante de la nueva legitimidad del liderazgo opositor; allí se elegirá a un líder, a un candidato y se recibirá un mandato de unidad encabezado por quien obtenga la victoria. Por estas razones, la legitimidad de ese nuevo liderazgo va de la mano con la legitimidad del proceso que conduzca a las primarias.
La mayoría de la opinión pública está decididamente en contra de la participación del CNE en ese evento; no es sólo un problema técnico, sino que es fundamentalmente un tema político. No se puede admitir la mano tenebrosa del régimen en el corazón de un evento de los demócratas para desterrar del poder precisamente a los dueños de esa mano tenebrosa. Si estos argumentos de principio no les importan a los que creen ser muy “pragmáticos”, hay que recordar que, si el régimen tiene a través de sus maquinitas los datos de los concurrentes a un evento opositor por definición, la nueva Lista Tascón será un hecho, con lo que se alejará a cientos de miles de potenciales votantes y se colocará en riesgo a los que efectivamente voten.
No puede ignorarse que el CNE con sus maquinitas lleva a milicianos y militares a los centros electorales, los que, en muchos casos, han servido de fuerza intimidante en anteriores procesos; también se conocen testimonios de irrespeto a los miembros de las mesas; además, han amparado la presencia de colectivos en las vecindades de las mesas de votación. Los funcionarios del CNE que manejan las máquinas suelen ser escogidos dentro de las filas del PSUV para alteraciones indebidas en una dinámica que debe ser ciudadana y autónoma.
Por otra parte, la diáspora venezolana, constitutiva del estado número 25 del país, tiene cerca de 4 millones de posibles electores; estos ostentan el mismo derecho de votar que los que viven dentro del país. Hay un vigoroso movimiento fuera de las fronteras de venezolanos que se están organizando para las primarias y pueden desarrollar el proceso con rigor, seriedad y probidad.
Resulta peligroso permitir que el CNE pudiera interferir con ese deseo de participación masiva: igualmente peligroso es que algunos partidos de la Plataforma Unitaria pretendan controlar o confiscar la representación de los ciudadanos que están fuera del país cuando estos, precisamente, han desarrollado sus propias organizaciones para hacerlo. Cuidado con esos itinerantes que quieren ponerle la mano a la representación de esa diáspora que, como se ha dicho, tiene sus legítimas expresiones en decenas de ciudades del mundo.
El portazo que le ha dado el régimen a la Comisión de Primarias al ponerla en el falso dilema del “todo o nada” debe servir para conocer la más íntima de las actitudes del régimen, que es la de controlar esta elección. Es posible que sea una maniobra para después dar una concesión y aparecer como magnánimos. ¡Cuidado! Con captahuellas y sin captahuellas el tema es político: la inaceptable presencia del CNE en las entrañas de un proceso opositor. Esto no debe ser permitido.
Hay precandidatos de extraña procedencia que quieren que el CNE participe. Parecen agentes del régimen o buscan enredar el proceso para pescar en río revuelto.
Unas primarias autogestionadas, manuales, donde puedan participar todos los venezolanos donde quiera que se encuentren, es garantía de victoria para todos. Así se logrará construir la fuerza suficiente para que las elecciones presidenciales no sean con “este CNE” sino con otra institución y otras reglas que puedan ser logradas por el movimiento popular desatado desde las primarias democráticas de octubre de 2023.
Editorial de El Nacional