Vértigo

Los aficionados a la fiesta brava cuentan una historia, con visos de leyenda urbana, que involucra a José Ortega y Gasset y a un afamado torero —Rafael Gómez, El Gallo, Rafael Guerra, Guerrita o Rafael Molina, Lagartijo; un Rafael en todo caso—, quien desconcertado ante la naturaleza del oficio de pensar, habría exclamado: «¡Hay gente pa’tó!», frase rotunda de la que  echamos mano, junto a otra atribuida errónea, aunque merecidamente, al ilusionista y empresario circense Phineas Taylor Barnum, según la cual «Cada minuto nace un idiota», a fin de referirnos a la iniciativa de un restaurador que adereza con surrealista altitud la oferta gastronómica caraqueña. Nos referimos a un local aéreo bautizado Altum, que, a 50 metros de altura, abre por estos días sus puertas, ascensor o escaleras en la sexta avenida de la urbanización Altamira (Chacao).

 

 

Un restaurante encumbrado en las alturas no es novedad. Fue famoso y muy concurrido, no tanto por las gambas al coco, cuanto por su vista sobre la ciudad, el espectacular Windows on the World, emplazado en el centésimo séptimo piso de la torre norte del World Trade Center de Nueva York, uno de los rascacielos mellizos derribados en el mayor ataque terrorista registrado en territorio estadounidense. Desaparecido el referente de la «Gran Manzana», el récord de altura lo detenta ahora el Atmosphere Burj Khalifa, situado a 442 metros sobre el nivel del mar, con una estupenda vista del Golfo Pérsico.

 

 

No hay en la capital un edificio tan alto como el Burj de Dubái para encaramarle encima un local similar, pero al parecer sí tenemos gentes de recursos suficientes para financiarlo, colgarlo de una grúa y hacerlo gravitar sobre los espacios copados alguna vez por multitudinarias concentraciones de la oposición. De apenas 25 comensales es el aforo de ese remedo de inmóvil satélite, en cuya página de Instagram puede leerse: «Exponernos a salir de nuestra zona de confort nos lleva tan lejos como nunca hemos conocido. En Altum, la sensación de vacío y el rush de adrenalina son solo la primera parte de una nueva experiencia cargada de emociones».

 

 

Viralizado en las redes sociales por los forjadores y vendedores de ilusiones, el anuncio de su apertura ha generado expectativas suficientes como para que Raimundo y todo el mundo deseen penetrar en sus entrañas, degustar sus platillos (¿volatería?) y, disfrutar de la coctelería, porque se necesitará más de un trago a fin de conjurar el vértigo, la ansiedad y el nerviosismo padecidos al borde del abismo, especialmente si se sufre de acrofobia. Por supuesto, mayor será el vértigo causado por la cuenta. Y tal vez ni siquiera haya  pousse café de la casa.

 

 

Editorial de El Nacional

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