El Presidente Nicolás Maduro dilapidó la bonanza petrolera de la que se benefició Hugo Chávez. Para 2017 se proyecta una inflación de 741%, mientras que el PIB se contraerá en 7,3%.
Un hombre busca alimentos en un negocio incendiado, ayer en Ciudad Bolívar. Foto: afpHugo Chávez, que en varios momentos demostró que no le temía al pragmatismo, manejó como quiso a Venezuela, hasta que falleció en marzo de 2013. No sólo sobrevivió a un golpe en 2002, a un largo paro petrolero, a decenas de masivas marchas de la oposición, a la caída del precio del crudo y a cuanta elección hizo, sino que incluso se dio mañana para designar a dedo a su sucesor. Pero desde que Nicolás Maduro asumió el poder, el jefe de Estado venezolano no ha podido hacer frente a una crisis cuyo adjetivo de “terminal” queda corto.
Chávez siempre se vanaglorió que Venezuela era el país más democrático gracias a sus múltiples referendos y elecciones. De hecho, fue la oposición la que se restó de los comicios legislativos de 2005, en un error de cálculo que en su minuto les costó caro y que le dio la mayoría absoluta al chavismo en la Asamblea Nacional. Pero ahora la situación es diametralmente opuesta: el Congreso está dominado por la oposición, pero a partir de hoy el Tribunal Supremo de Justicia, controlado por el chavismo, asumirá las labores legislativas por “desacato”. Esto, generó que la oposición denunciara un golpe de Estado, con las correspondientes repercusiones y alarma en toda la región.
Desde hace dos años que Venezuela sufre un trance dramático. Según Datanalisis, la encuestadora más creíble del país, sitúa la aprobación de Maduro en un 20%, mientras que el 90% considera que Venezuela “está mal” o “muy mal” en cuanto a la situación política y económica.
Venezuela terminó el año pasado con un 550% de inflación y para 2017 se proyecta que será de 741%. A su vez, The Economist sostiene que el PIB se contraerá este año en 7,3%. Hasta ahora, el Banco Central de Venezuela se niega a dar cifras de inflación, PIB y pobreza. Días atrás, el Indice Bloomberg resumió así la crisis venezolana: “Los bajos precios del petróleo han alimentado una crisis que ha dejado los estantes de las tiendas de alimentos vacíos, hospitales sin medicamentos básicos y el crimen violento”. Si entre 2013 y 2014 el precio del crudo se situaba en US$ 100, en 2015 llegó a bajar a US$ 28.
Por eso que en enero pasado Maduro se vio obligado a decretar por sexta vez una “emergencia económica”. Las reservas internacionales también reflejan el caos y la deficiente administración chavista. Si en 2008 la bonanza petrolera le permitió al país aumentar sus reservas en US$ 43.127 millones, en 2016 éstas llegaron a US$ 10.977 millones, las más bajas en 21 años según el Banco Central venezolano.
Además, si los ingresos petroleros en 2014 eran de US$ 40.000 millones, se pasó a US$ 12.000 millones en 2015. Maduro atribuye la crisis a un boicot económico “que incluye ataques contra la moneda y el control de cambios, la fijación de precios especulativos y el contrabando hacia otros países de gasolina y de productos básicos, entre otros”, según la BBC.
Desde 2015, los venezolanos se acostumbraron a un paisaje desesperanzador, con enormes filas para adquirir productos de primera necesidad, con estantes semivacíos en los supermercados, un creciente mercado negro, una moneda cuyo valor cambia de manera dramática todos los días y a un ambiente de alta polarización entre chavistas y antichavistas.
Venezuela ha llegado al extremo de que Pdvsa -que invirtió parte de sus más de US$ 250 mil millones en ganancias (2001 hasta 2015), en programas sociales como la importación de alimentos- ha debido importar petróleo estadounidense. Ello, a pesar del discurso “antiimperialista” de Maduro.
También la semana pasada el Presidente pidió ayuda a la ONU ante la escasez de medicinas, mientras que el gobierno acusó a los panaderos de destinar la harina de trigo a productos no regulados por el Estado.
Alejandro Tapia
La Tercera