En carta pública dirigida hace poco a los estadounidenses, Nicolás Maduro
No resulta fácil descifrar qué podía exactamente tener en mente Maduro, al hacer semejante analogía. Parece razonable imaginar que su intención fue asustar a los pocos norteamericanos que todavía le prestan atención. Aparte de eso, es posible que Maduro realmente ignore las enormes diferencias entre la guerra de Vietnam, en su período “americano” (pues antes hubo una guerra de descolonización ante Francia), y el caso venezolano de hoy. Es factible también conjeturar que existe un ingrediente delirante, basado en una mitología revolucionaria llena de vacíos y distorsiones, que conduce a Maduro a fantasear y hasta desear una repetición de una guerra prolongada y de desgaste en territorio venezolano y más allá, contra el odiado enemigo imperialista.
Recordemos que en su etapa “americana”, la guerra de Vietnam cobró las vidas de alrededor de 58.000 estadounidenses, y de centenares de miles de combatientes y civiles vietnamitas. Duró dos décadas y costó inmensas sumas de dinero, produciendo de igual modo severas convulsiones sociales y políticas en Estados Unidos. Esa experiencia, a la que se sumó la de las guerras en el Medio Oriente, bastante distintas en diversos sentidos a la de Vietnam, han generado cambios fundamentales en la visión geopolítica y estrategia militar del coloso norteamericano.
Lo primero que habría que aclararle a Maduro es que Washington no tiene la más mínima intención de invadir y ocupar Venezuela. Esa manera de hacer las cosas ha quedado en el basurero de la historia. Cualquier acción militar estadounidense contra el régimen dictatorial venezolano, en la hipótesis de que se concrete tarde o temprano, será limitada y posiblemente “extractiva”, es decir, orientada más bien a cumplir un mandato judicial en un caso criminal, y dirigida a llevar a los acusados ante la justicia. No estamos pronosticando, por cierto, que tal cosa vaya a ocurrir, sino cuestionando la borrosa perspectiva que Nicolás Maduro tiene sobre la historia y acerca de la situación presente, tanto la suya como la de nuestro país en su conjunto.
¿Es que acaso Maduro y sus principales lugartenientes, empujados por sus dislates ideológicos y el temor a retroceder, así como por la ausencia total de un relato épico que conceda brillo al decepcionante fracaso chavista, de hecho quieren que Venezuela se convierta en otro Vietnam? ¿Es ello acaso algo que en verdad, y soterradamente, les gustaría? ¿Qué le espera al chavismo en adelante excepto más deterioro, más torturas, más persecuciones, más miseria y más desprestigio internacional? ¿Dónde está la luz al final del escabroso túnel al que los desvaríos de Chávez y sus seguidores han empujado a Venezuela?
Los chavistas siempre han ansiado, sin conseguirlo, alcanzar un plano de epopeya, que coloque sus empeños al nivel de otros experimentos revolucionarios de la historia moderna. Lo que ocurre, sin embargo, es que el chavismo es un zombi, un despojo carente de alma que se arrastra sin rumbo ni destino. Soñar con un Vietnam venezolano seguramente estimula los ímpetus guevaristas de nuestros héroes de papel. Pero, ¿quiénes y cuántos lucharían hasta la muerte para defender el descalabro chavista?
Editorial de El Nacional