La polarización, el odio y la división política entre los venezolanos, como todo proceso de este tipo, no aparecieron de la noche a la mañana, sino que se incubaron desde décadas atrás, según la opinión de analistas de ese país.
La sicóloga social María Teresa Urreiztieta lo explica como batallas por el reconocimiento, mientras que la politóloga Ruth Capriles lo describe como consecuencia de un resentimiento por haber sido desplazado dentro de la misma sociedad. Ambas lo definen como una «situación emocional» basada en la exclusión de una parte de la sociedad a expensas de la otra, algo muy común en las sociedades latinoamericanas. La cual ha llevado a una fractura social que incluye confrontaciones en todos los ámbitos de la vida social.
Urreiztieta afirma que los que antes fueron invisibles para las élites y los gobiernos, ahora que son visibles quieren invisibilizar a los otros, mientras que los invisibles de ahora no quieren seguir siendo invisibles, y los otros no quieren perder el poder por temor a volver a la misma situación de antes.
«La gasolina para la situación actual fue el resentimiento, durante décadas, de ser desplazado, de no tener acceso al poder, a los bienes y servicios», ratifica Urreiztieta.
Capriles afirma que de acuerdo a sus investigaciones, ese resentimiento de la izquierda venezolana venía desde los años 60 del siglo pasado cuando fueron perdiendo sucesivas elecciones y quedaron marginados de los procesos sociales del país.
«Además, tiene claro que el resentimiento genera resentimiento. Si antes la izquierda marginada guardó resentimiento, imagínese el que han generado ellos en la sociedad que se está levantando contra ellos: un grupo que los ha despojado de sus empleos, de la vida de sus hijos, de sus posesiones con las expropiaciones. Los han despojado poco a poco de todo», manifiesta la investigadora Capriles.
Entonces lo que se da en estos momentos, de acuerdo a Urreiztieta, es una lucha por el reconocimiento y la visibilidad, «una batalla por la dignidad de una ciudadanía que no quiere seguir al margen de los destinos del país».
Pero la aparición de esas profundas divisiones y resentimientos dentro de la sociedad venezolana no hubieran aparecido sino se hubieran despertado desde las élites, como también ha ocurrido en muchos países de la región, incluida Colombia.
Capriles expresa que desde que el fallecido Hugo Chávez al poder en 1999, se notaban unas emociones negativas unidas a un lenguaje político muy agresivo contra los venezolanos que no eran afectos a su ideología. «El resentimiento se creó desde el liderazgo, más que por las condiciones socioeconómicas, porque en otros países con pobreza no se ha dado este proceso tan destructivo», agregó.
Y fue precisamente en ese barco en el que zarpó Hugo Chávez para llegar a ser presidente y después mantenerse en el poder. «Chávez utilizó el odio y la venganza como arma política, calificando a los adversarios como enemigos. Exacerbando los resentimientos de parte y parte», considera Capriles.
Esto a su vez impactó la subjetividad de la gente y los ha nucleado alrededor de dos proyectos, muy incompatibles, con agendas muy diferentes. Hasta ver la violencia actual, que todavía no ha llegado a la etapa del estallido social, aclara la profesora Urreiztieta.
Una violencia que ha dejado más de 40 muertos, más de 500 heridos, más de 2.000 detenidos, numerosos daños materiales e innumerables violaciones a los derechos humanos.
Miguel Ángel Martínez, experto en sociología del conflicto y politólogo, afirma que las protestas que actualmente suceden en el país no lo tomaron por sorpresa, ya que así lo preveían algunas de las metodologías que están en boga a nivel mundial para pronosticar episodios de violencia política. «Venezuela venía presentando un cuadro crítico por el cual cabía esperar que aumentara la conflictividad política y social. Estructuralmente eso se veía venir».
Los analistas aseguran de manera unánime que el gobierno se encargó de echarle leña al fuego a la situación al reprimir de manera «brutal», para sorpresa de todos, las protestas de los estudiantes.
Hay que recordar que las protestas comenzaron cuando intentaron violar a una estudiante de una universidad del oriente del país. Los estudiantes de ese centro estudiantil salieron a la calle a manifestarse en contra de la inseguridad, vino la represión del gobierno y las protestas desde entonces no han cesado.
Martínez denuncia que este nivel de represión no se vio en el 2002 o el 2003, otro periodo de convulsión social en Venezuela, y el país llevaba muchos años sin ver ese nivel de violencia contra los manifestantes.
Capriles estima que la represión vivida en los últimos meses en Venezuela no se veía desde el siglo XIX, durante la guerra federal venezolana. «No se esperaba tanta bestialidad. Ni cuando Pérez Jiménez se había sufrido tan masiva violencia y crueldad», puntualiza. «No es la tortura sofisticada, es bruta. Violando todos los tratados internacionales y los derechos humanos de miles de estudiantes».
Urreiztieta valora que ha sido tan el nivel de represión que hasta los chavistas se han desmarcado del gobierno en este aspecto. «Muchos se preguntan sobretodo por la violencia de la que ha sido capaz el gobierno para reprimir la disidencia, para controlar la rebelión civil, cuyas demandas comparte mucho el pueblo, pero este está callado esperando su momento para expresarse. Y se preguntan si cuando ellos quieran protestas, el gobierno los va a reprimir igual».
Y a pesar de esa represión, lo que sorprende a Martínez es que esta no haya sido efectiva para el gobierno y que la gente siga teniendo la disposición de protestar a pesar de unos «niveles de represión desconocidos para los venezolanos. En nuestras vidas habíamos visto algo de este nivel».
Debido al infortunado actuar del Gobierno y a la crisis económica, con una inflación anual del 59 por ciento a marzo, un magro crecimiento económico del 1,3 por ciento en el 2013, falta de divisas, un sector industrial a niveles de 1958, y un desabastecimiento de casi el 30 por ciento, los analistas piensan que la convulsión social no terminará pronto y por el contrario, se acentuará con el paso de los meses, a pesar de los diálogos entre el gobierno y la oposición que se llevan actualmente, pero del cual no hacen parte ni los estudiantes, que son los que mantienen las protestas, ni el ala más extrema de la oposición.
Para el profesor Martínez, la represión tiene consecuencias más graves para el Gobierno en términos de legitimidad, ya que la historia enseña que no todo gobierno que pasa por este tipo de episodios necesariamente termina anticipadamente, pero sí es verdad que todo gobierno que termina anticipadamente, ha tenido que reprimir. La represión sí tiene un costo político muy alto».
El sociólogo Tulio Hernández afirma que lo que se está viendo en Venezuela es el resultado directo del chavismo tratando a los opositores políticos como ciudadanos de segunda, «parias que merecen la exclusión o golpes.».
«Chávez maniqueamente diseminó en la población odios y rencores antiguos: contra los españoles porque mataron indígenas, contra Colombia y Santander porque persiguieron a Bolívar, contra los partidos políticos. Contra todo el que no pensaba como él», agrega Hernández. Por esto, el futuro no luce muy halagador, a pesar de los diálogos que mantienen el Gobierno y una parte de la oposición actualmente, los cuales, según ellos, los utiliza el Gobierno para ganar tiempo a que las protestan disminuyan y dividir y/o debilitar a la oposición.
La clave está en el día en que el chavismo de base, aquel que recibe subsidios y que ha gozado de las prebendas del gobierno, se una a las protestas, lo que supondría un punto de inflexión para el gobierno de Maduro.
Capriles piensa que la situación se agravará aún más cuando las protesta de los estudiantes se empaten con la de los obreros, empleados, maestros y la ciudadanía en general. Hay gente que ya lleva dos meses sin agua, sin gas, entonces «la crisis se profundiza de acuerdo a los obstáculos que va enfrentando cada persona».
La investigadora Urreiztieta plantea que la crisis, la descomposición social, la anarquía, el desorden, lo mal que está viviendo la gente en materia de seguridad y desabastecimiento es tal, que la base del chavismo ya se está preguntando si la ‘Revolución’ los está llevando a una vida plena. «Y van a actuar en el momento en que les va a parecer que van a traicionar menos los objetivos e ideales de Chávez».
Pero aunque la situación no parece tener salida y un grave conflicto social parece a la vuelta de la esquina, los analistas creen que al final el grueso de la sociedad se opondrá a una posible guerra civil y tratará de unirse ante la fractura que le han creado.
Hernández puntualiza que para superar la ‘guerra emocional’ en la que han estado sumidos los venezolanos, y los conflictos en las calles, es necesario un gobierno con un lenguaje de apertura, de reconciliación y de unidad, que no excluya a la mitad de la ciudadanía; con políticas educativas y campañas públicas para dejar de lado los rencores y odios sembrados por el chavismo.
Capriles afirma que Venezuela siempre da sorpresas. Es un país liviano, característico del Caribe, en el cual los procesos como la esclavitud, las dictaduras nunca fueron tan violentas como en otros países. Además, como el resentimiento del que siempre ha hablado se recrea, por esto ve como necesario que al superarse los problemas se establezcan instancias de reconciliación. «Construir una nueva sociedad en donde quepan todos», agregó.
Urreiztieta apela a que la reserva y en el sentido moral que existe en el país no lo dejen irse por el despeñadero de un conflicto sin fin. Y que al final, cuando vean que las cosas ya no van a tener solución, tienen que llegar a acuerdos verdaderos pero buscando siempre garantizar las libertades civiles y los derechos humanos de la ciudadanía.
Para Martínez, la solución pasa por formar un gobierno de unidad nacional, que tome medidas de consenso en el ámbito económico, «que sin duda tendrían que apartarse el proyecto socialista del chavismo», lo cual por el momento es muy difícil debido al ala dura de una parte del gobierno. Lo único claro es que nadie sabe cómo va a terminar, ni cuánto va a durar el clima de convulsión que vive Venezuela. No muchos meses más, aseguran.
Por Pedro Miguel Vargas Nuñez
El Tiempo