Al salir de un mercado de Caracas, Marcela refunfuña con su esposo por lo costosa que salió la compra. «¡Ya no sé cómo estirar el sueldo!», se queja al referirse a la inflación de Venezuela, que roza 50% en un año, la mayor de Latinoamérica.
La cuenta subía y subía, y Marcela, espantada, sacó de su compra un kilo de pescado, dos jugos y un kilo de carne. «A ver si así me alcanza el dinero. Todas las semanas sale más caro», dice a la AFP esta ama de casa de 40 años que pide no revelar su apellido.
La inflación anualizada alcanzó 49,4% en septiembre según cifras oficiales, y el gobierno, que el martes admitió las «perturbaciones» derivadas de ese incremento, aspira a reducirla en 2014 a entre 26% y 28%, meta que la oposición consideró «subestimada».
Las autoridades habían estimado la inflación para 2013 en un rango de 14% a 16%, un tercio del acumulado en 12 meses a septiembre.
Venezuela, el país con mayores reservas petroleras del mundo, importa más de la mitad de los alimentos que consume y registra un índice de escasez de alimentos y productos básicos calculado en 21% para septiembre por el Banco Central.
Analistas económicos atribuyen esta escasez, que impacta en la inflación, a la baja en la producción nacional y de las importaciones, producto de un férreo control cambiario que rige desde 2003 y en el que el dólar se cotiza en 6,30 al cambio oficial, mientras que en el mercado negro septuplica esa tasa.
Los empresarios se han quejado de que en 2013 se han limitado las divisas que entrega el gobierno a sectores productivos, que requieren de insumos importados, lo que también se ha traducido en el alza de precios, principalmente de alimentos.
El gobierno, que achaca esta escasez a una supuesta «guerra económica» de empresarios ligados a la oposición, ha realizado millonarias compras de alimentos a Nicaragua, Brasil, Colombia, Bolivia y Uruguay para abastecer un mercado en el que cíclicamente falta azúcar, café, leche, aceite, harina o papel higiénico.
«Entre que no consigues las cosas y que si las consigues están carísimas y tienes que hacer largas colas (filas) para comprarlas, uno no sabe qué hacer», dice Marcela.
«Ya estamos devaluados»
Mientras analistas económicos auguran una nueva devaluación luego de las elecciones municipales del 8 de diciembre -la primera fue en febrero y llevó la tasa de 4,29 a 6,3 bolívares por dólar-, Marta Colmenares, empleada gubernamental, asegura vivirla a diario.
«No me hace falta el anuncio del presidente o de un ministro. Ya estamos devaluados», dice.
Para atender el tema económico, el presidente Nicolás Maduro -que ha rechazado una nueva devaluación- acudió al Parlamento el 8 de octubre para solicitar superpoderes en esta materia y reconoció que el país «atraviesa una coyuntura especial», que sería resultado, dice, de una ofensiva del sector privado y la oposición como parte de lo que denomina «plan colapso total» contra su gestión.
«¡No me dejan gobernar tranquilo! ¡No me han dado tregua ni cuartel por un segundo!», reclamó Maduro.
Para evitar un aumento de las cifras de inflación, el fallecido expresidente Hugo Chávez (1999-2013) creó mercados de alimentos subsidiados, denominados Mercales, y reguló precios de productos de consumo básico, mientras que el combustible y los servicios permanecen prácticamente congelados.
Para el economista y profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), Richard Obuchi, una nueva devaluación generaría «un mayor impacto inflacionario» y pondría a los venezolanos «en aprietos económicos». Obuchi resalta que los más afectados serán los pobres, que «ya viven al día, gastando más».
Otros analistas estiman que es la única salida del gobierno ante la diferencia de cotización del dólar al cambio oficial y la que se da en el mercado negro.
Los comerciantes también enfrentan problemas
Desde el mercado popular Guaicaipuro, en el centro de Caracas, Irma Duque, un ama de casa de 63 años, dio rienda suelta a un cúmulo de emociones cuando el pescadero le dijo que el kilo de atún cuesta 250 bolívares (40 dólares). «¡Qué abuso! ¡Ya esto llegó a la estratósfera!», exclamó.
El pescadero, Jesús Pinto, explicó que a él también le golpea la crisis. «Ahora también compro menos mercancía. La inflación nos ha afectado a todos».
Manfred Cubas, chef de «La Tasca de Juancho», concurrido restaurante peruano de Caracas, ha aumentado en 2013 los precios 30% y aún así, dice, su ganancia se ve reducida pues la carestía es mayor y algunos de los ingredientes escasean.
«Si los conseguimos, pagamos lo que cueste. Pero no ponemos precios altísimos pues no queremos perder clientes», explica Cubas.
Danny Goncalves, encargado de una carnicería-pescadería de Chacao, en el este de Caracas, asegura que sus ventas han bajado.
«La gente no está comprando y con estos precios no aspiro a un buen diciembre», dice el comerciante de 31 años mientras invita a echar un vistazo a su mostrador, donde todos los empleados, aburridos, miran a la calle.
Fuente: Agencias