Vecinos en estado de sitio

Vecinos en estado de sitio

Es de mañana, no hay guardias ni humo de basura quemada en Chacao, pero los gases aún se sienten, arden los ojos y pica la garganta. Se pisan vidrios al caminar, hay escombros y no queda otra opción que taparse nariz y boca. “Ayer se pasaron”, se queja Mario, de 35 años, refiriéndose a las lacrimógenas de la noche anterior que aún se respiran. Es vecino de la calle Páez de ese municipio.

 

Casi 12 horas después, allí mismo en Chacao, y sobre todo en la avenida Uslar Pietri, el olor a chamuscado marca el inicio de lo que promete ser una nueva larga noche, como fueron las 29 anteriores.

 

Es la antesala a la embestida de bombas lacrimógenas que puede durar hasta la medianoche. “Me tomo una pastilla para dormirme, me pongo nerviosa”, cuenta Josefina, de 79 años, vecina de la calle Sucre. “Mi hija me trajo unas pastillas y se fue rápido. Si se queda un rato más ya no sale”, cuenta.

 

Carmelia, de 53 años, cuenta que donde vive, en la urbanización Bolívar de Chacao, no suele llegar tanto el gas de las lacrimógenas, pero un sábado sintió el sonido de las detonaciones acercarse. Buscó a su nieto de cuatro años para resguardarse en el último cuarto y lo consiguió escondido detrás de uno de los muebles tapándose los oídos.

 

Los fines de semana los hechos empeoran. Se cuentan más manifestantes en las barricadas y los guardias suman perdigones a la represión. Botellas y otros objetos contundentes salen de las ventanas.

 

Quienes tienen adónde mudarse momentáneamente prefieren huir. “Estamos como si no tuviéramos casa. Rompí mi rutina y la de mi hijo de cinco años. Nos fuimos a donde mi papá y sólo voy a mi hogar a buscar ropa”, cuenta María. “Estábamos entre el humo de la basura quemada y los gases de las bombas”.

 

A Juan, por el contrario, le tocó ir a vivir a la avenida Uslar Pietri para darle más tranquilidad a su nieta de dos años. “Le dije a mi hija que se pasara a mi casa, que está más alejada de este desastre, y me vine al apartamento de ella”, cuenta. “En la noche le ponemos trapos y tirro a los bordes de las ventanas a ver si logramos descansar”. Juan dice que no intenta hablar con los vecinos que se unen a la guarimba porque “no lo escuchan”.

 

Danelly Colmenares, miembro del Polo Patriótico, aseguró que le forzaron la puerta de su apartamento y le llenaron la reja de excremento. Escribió en su cuenta de Twitter que le dejaron una nota diciéndole “sapa”.

 

A Carlos, de 74 años, le toca usar dos ventiladores a partir de las ocho de la noche, cuando cierra las ventanas y se coloca un trapo con vinagre. “El humo me hace toser y el gas me pone a llorar”, dice.

 

Para Miguelina, de 69 años, lo difícil ha sido llegar al edificio donde vive su mamá. “Las barricadas me lo hacen más difícil”, dice. “Yo creo que hay noches que nos lanzan más de 500 bombas”, añadió. “¿Quién aguanta eso?”, se pregunta.

 

Altamira sin aire. En Altamira Sur, los vecinos llegan más temprano que de costumbre a sus casas; “después es riesgoso”, cuenta Mildred, que vive en la parte más cercana a la autopista de la Luis Roche: “Me asfixio todos los días”.

 

A otra vecina de Altamira Norte le preocupa su nieta de seis años. “La niña es alérgica y los gases la ponen peor”, apunta Marta. “He tenido que nebulizarla y le coloco el Maalox (antiácido) en la cara”.

 

Para Pedro, también vecino de Altamira Norte, sin la quema de basura los gases igual no pararían. “Una noche no se quemó nada en las barricadas y nos cayeron a bombas igual”.

 

Juanita también vive en la parte alta de Altamira. Prefiere estar en la plaza. Durante el día va y viene a su apartamento para buscar agua o comida para los manifestantes.

 

 

 

Fuente: ÚN

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