Una visita al cementerio

Una visita al cementerio


 
 
Nos anuncian las organizaciones no gubernamentales que actúan valientemente en Venezuela en defensa de los derechos humanos que muy pronto se producirá la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a nuestro país, o a lo queda de este territorio arrasado, saqueado y vendido a cuanto bandido internacional se atreva a obtener unos dineritos de esta tierra que alguna vez fuera hermosa, valiente e independiente.

 

 

Desde luego, este gobierno subalterno de Rusia, China, Irán y la inevitable Cuba, no ven con buenos ojos que llegue gente de otras tierras a mirar cómo nos tratan a los simples venezolanos que no portamos carnets de la patria, ni estamos uniformados, ni somos dueños de motocicletas de alta cilindrada y no portamos armamento de guerra para atemorizar y, llegado el caso, disparar contra los ciudadanos que protestan con toda razón contra la humillación a la cual se les somete sin motivo alguno.

 

 

Piénsese por caso en lo que están padeciendo los integrantes de los gremios de la salud, las enfermeras y los trabajadores que sufren los rigores de ver morir a la gente de su barrio, de sus amigos de la infancia hoy condenados a agonizar por falta de una medicina o de una simple atención médica que puede llevarse a cabo si los sicarios del gobierno rojito no se apoderaran de los suministros, los almacenaran en galpones en zonas bajo su control (como el 23 de Enero y otros lugares o ciudades del interior) y luego los vendieran a los bachaqueros que logran pingües ganancias al comercializarlos al detal. Todo esto ante los ojos de los militantes del PSUV, los ciudadanos de a pie y de la gente que llega desesperada del interior país.

 

 

A esta angustia que crece y se multiplica día a día, habría que agregarle una pregunta sencilla y peligrosa: ¿por qué el fiscal general no actúa? ¿Acaso su amor desesperado por la revolución bolivariana ha torcido sus principios y lo acobardan al punto de solo defender a los militantes del PSUV?

 
 

¿Y el resto de los ciudadanos a quién y adónde pueden acudir para exigir justicia? ¿Ese desierto que cruzamos y sufrimos los simples venezolanos no tiene ni voz de Dios ni tribunal de justicia? ¿Cómo logra dormir usted, señor fiscal, siendo de todos y de nadie, sin amor al ser humano y sin amor a la revolución?

 

 

Usted mintió y sigue mintiendo porque sabe que aquel joven que tocó las puertas de los periódicos cada mañana de los sábados fue escuchado. Hoy usted no escucha la voz de los presos, de los desaparecidos, de los torturados, de los familiares que son allanados y maltratados, como si el simple hecho de ser familiar los convirtiera en criminales.

 

 

Usted, fiscal, vivió eso; pero su memoria justiciera de aquellos tiempos ya no le quita el sueño. Su desprecio por la vida de los perseguidos es incapaz de producirle una pesadilla. Ahora culmine su desprecio por los derechos humanos saboteando la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Será su obra maestra.

 

Editorial de El Nacional

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