El sorpresivo y salvaje ataque del grupo terrorista Hamás a Israel perpetrado el pasado 7 de octubre ocasionó el inmediato repudio mundial, primordialmente por la brutalidad con la que fue atacada y asesinada población civil de diferentes edades, violencia exhibida públicamente como trofeos. En Internet circulan las más espeluznantes escenas de cadáveres desmembrados, israelíes llevados a Gaza y arrastrados por las calles.
Hamás lanzó una invasión compleja y sofisticada desde tierra y mar, logrando penetrar en 22 lugares fuera de la Franja de Gaza, incluidas comunidades hasta 15 millas dentro de Israel, logrando atacar poblaciones y bases militares, así como secuestrar a varios israelíes -entre ellos algunas personas mayores y niños- a través de esa misma frontera donde Israel había gastado aproximadamente 1.000 millones de dólares en erigir una barrera que se suponía era prácticamente impenetrable.
El porqué este asalto ahora se explica por la comprensión de parte de Hamás de la debilidad de las fuerzas de defensa israelíes motivadas por el abandono por parte del gobierno encabezado por el primer ministro, Benjamín Netanyahu, en su empeño personal por aprobar la reforma judicial, con lo cual fracturó a la sociedad israelí, fractura de la cual no salió indemne el ejército. Pero hay coincidencia en que también sirvió de vehículo a la intención iraní de frenar el restablecimiento de relaciones entre Israel y Arabia Saudita que viene labrando el gobierno de Biden.
En este éxito militar Hamás parece no haber contemplado los efectos políticos provechosos del enemigo externo para el gobierno de Netanyahu. ”VamEstablecer la imagen destacadaos a dejar claro al mundo, a nivel internacional, que el pueblo de Israel se une y permanece unido si hay amenazas”, afirmó el líder opositor Yair Lapid al aceptar conformar un gobierno de emergencia mientras dure la guerra, apoyo basado en su consideración de que con la composición extremista y disfuncional del actual gabinete es imposible hacer la guerra, por lo cual defiende la necesidad de ”una clase política profesional, experimentada y responsable”.
Pero también ha logrado el apoyo internacional de Estados Unidos y potencias europeas, así como de buena parte de los países del mundo, distanciados de su gobierno a causa de la reforma judicial y su política de asentamientos. En su mayoría han respaldado el derecho de Israel a defenderse.
La principal incertidumbre está en si será capaz Netanyahu de lograr un equilibrio entre el discurso nacionalista y acciones vengativas que comienzan a aplicarse contra la población gazetí, víctima principal de la obsesión de Hamás, con lo cual mantendría unificada a una sociedad herida e indignada, o si su respuesta se va a acoger a las normas del derecho humanitario, acatamiento necesario para continuar manteniendo el respaldo internacional conseguido.
Editorial de El Nacional