Cuando Adele escribió los primeros versos de “Rolling in the deep” en el sótano de un restaurante chino de San Francisco no sabía que, años más tarde, su disco 21 le cambiaría la vida y se convertiría en un clásico atemporal de la historia de la música, batiendo todos los récords.
Sin más pretensión que la de hablar del amor sin filtros y dar rienda a los sentimientos provocados por una reciente ruptura, la gran capacidad compositiva de la cantante hizo el resto, convirtiendo a 21 en una obra maestra del pop contemporáneo que, una década después de su estreno, sigue siendo el disco más vendido del siglo XXI.
Después de un destacado debut con 19, que contenía joyas como “Daydreamer”, “Hometown Glory”, “Chasing Pavements” o una celebrada versión del “Make you feel my love” de Bob Dylan, la británica se enfrentaba al gran reto de muchos artistas: su segundo álbum y el riesgo a que no sea igual que el primero.
La misma sensación de miedo que probablemente también sintió en su primera aparición televisiva, frente a estrellas como Björk o Paul McCartney, y de un joven periodista y crítico músical, Ian Wade, que trabajaba entre bambalinas y recuerda cómo se hizo instantáneamente “fan” de la joven Adele desde ese instante.
Unos años después fue precisamente él quien tuvo que reseñar 21 para la BBC tras su lanzamiento en 2011, cuando admitió que el disco de Adele era “tan maravilloso que estás obligado a levantarte y aplaudir tras la primera escucha”, ya que lo sintió “inmediatamente familiar” y vaticinó que “iba a arrasar” con todos los premios.
La combinación resultante de las melodías clásicas y atemporales de 21 como “Someone like you”, el blues sureño que se atisba en “I’ll be waiting”, o la bossanova que aporta color al “Lovesong” de The Cure, junto con una producción de calidad, y unas letras con las que todo el mundo pudo sentirse identificado… fue todo un éxito.
Pero el detonante fue, especialmente, la feroz balada “Rolling in the deep”, cuyo ya icónico ritmo no es más que el del corazón de la propia artista a punto de explotar de rabia, y que, ni siquiera el baterista de Adele en esta canción, Leo Taylor, imaginó al crearlo que acabaría siendo “tan bueno”, según admite.
El músico explica que, para hacer que el sonido de la batería “creciese físicamente en la habitación”, construyeron en el estudio un “túnel” con tres tambores bajos, “experimentaron” con las cajas y el resto de las piezas, y las acompañaron con “pisadas” y palmas”.
La oportunidad le llegó por casualidad, tras una cancelación, y se muestra muy “afortunado” de haber contribuido a un proyecto como 21 que, aunque fuese algo “fugaz” que duró ocho horas e involucró tres canciones, le permitió conocer entre tomas y, cigarro en mano, a la “ambiciosa” e “instantáneamente agradable” Adele.
La británica sabe que, como dicta uno de los once temas de 21, es “One and Only” (Una y única) y su éxito radica ahí. Solo tiene que ser ella misma, con su desparpajo, su sentido del humor y su personal voz, y ni siquiera necesita hacer giras anualmente -solo ha hecho 3 en su carrera- porque las canciones se venden por sí mismas.
En la época del streaming y la música fast food, Adele es de las únicas artistas que puede ir a contracorriente del esquema actual y pasarse seis años cocinando un disco a fuego lento, porque la “marca” que ha forjado con 19, 21 y 25 es sinónimo de calidad y su público más fiel sabe que merecerá la pena la espera.
Adele no es igual que el resto de sus contemporáneas, pues mientras el resto de la industria mira al futuro, la británica prefiere mirarse en el espejo de todos aquellos que la precedieron -y que incluso llegaron a versionarla, como Aretha Franklin- para heredar su legado y prolongarlo en el tiempo.
Su última aparición mediática en octubre de 2020, como presentadora por una noche del mítico programa estadounidense Saturday Night Live, tuvo en vilo a muchos de los fans de la cantante, que esperaban que utilizase la plataforma para anunciar su nuevo trabajo discográfico, pero fue en vano.
Lo que sí ha podido conocer Efe es que en este futuro disco, uno de los productores habituales de Adele, Paul Epworth, “no está tan involucrado” y tampoco Taylor, aunque este añadió que “es posible” que uno de los temas que quedó fuera de 21 tenga otra oportunidad en el próximo álbum, que el baterista imagina que saldrá “quizás el año que viene”.
Con 31 millones de copias vendidas y un triple récord Guinness a sus espaldas, es un hecho que todavía ningún disco ha podido hacer sombra a 21 ni a Adele una década después – ni siquiera su sucesor, 25– y sus temas suenan hoy tan frescos como el día en el que nacieron de un corazón roto en aquel sótano.
Fuente: El Nacional
Por: Maria Laura Espinoza
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