Comienzo esta nota compartiendo con ustedes el dato de que mi novela favorita de Agatha Christie es “Sparkling Cyanide” (Cianuro Espumoso.) De hecho, la tengo fresquita en la memoria, porque acabo de reelerla, después de muchos años. Lamentablemente, las adaptaciones fílmicas de esa obra han producido esfuerzos menores, hay que reconocerlo. Las preguntas sobre las que gira la trama son ¿la muerte de Rosemary, fue suicidio o asesinato? Y si fue lo segundo, ¿cómo pudo el asesino poner el veneno en su copa? El veneno era nada menos que cianuro, produciendo una muerte inevitable y rápida, pero dolorosa. La señora Christie se asegura a lo largo de la novela de que tengamos ello presente. El asesino actuó con premeditación y sangre fría extrema.
¿Por qué el interés de Christie en el veneno como método de enviar a las víctimas en sus ficciones al más allá? Porque tenía el conocimiento, el know-how. Como se nos dice en la nota que viene a continuación de este texto, ella trabajó como enfermera en una farmacia durante la primera guerra mundial. En su autobiografía, al mencionar su primera novela, “El misterioso caso de Styles”, escrita en 1916, ella indica que “por el hecho de estar rodeada de venenos, quizá fue natural que la muerte por envenenamiento fuera el método seleccionado.” En dicha novela ella demuestra su conocimiento de química al usar la estricnina, componente normal de la medicación de Emily Inglethorp, y convertirla en un arma mortal al agregarle bromuro, lo cual produce una precipitación asesina que se acumula al fondo del frasco (disculpen si hay algún error, pero siempre fui muy mal estudiante de Química).
Como si fuera poco, ella incluye en algunas de sus novelas tipos de veneno menos comunes. Un farmaceuta del University College Hospital en Londres, Harold Davis, fue su inspiración para usar el envenenamiento por talio en “The Pale Horse”, donde ella describe minuciosamente sus síntomas (incluida la caída del cabello) con tal detalle, que se dice que tanto médicos como detectives usaron su novela para reconocer casos reales de envenenamiento por talio.
Decenas de víctimas por envenenamiento pueden encontrarse en su obra. El veneno más común es el arsénico, porque era de fácil adquisición (por ejemplo, en raticidas, o en papel mata moscas.)
Hay que reconocer que Christie sigue los pasos de dos autores que ella menciona como inspiradores de su obra, Charles Dickens y Arthur Conan Doyle, que incluyeron el uso de drogas en sus historias.
Agatha Mary Clarissa Miller escribió un total de 66 novelas policiales (también cuatro novelas rosas, bajo el seudónimo Mary Westmacott.) En su primera novela, El misterioso caso de Styles introdujo por primera vez al puntilloso detective belga Hércules Poirot. Su aparición fue continuada por otros personajes a lo largo de los años, como Miss Marple, y Tommy y Tuppence Beresford.
Francesca Annis y James Warwick como Tuppence y Tommy Beresford (ella, renombrada actriz inglesa, tuvo su primer papel estelar como una muy joven Lady Macbeth, en el “Macbeth” de Polanski, en 1971).
Otros datos sobre nuestra reina del crimen: El Libro Guinness de los Récords calificó a Christie como el novelista con mayor éxito de ventas de todos los tiempos. Según elIndex Translationum (la base de datos de la UNESCO sobre traducciones de libros), Christie es el autor individual más traducido con ediciones en al menos 103 idiomas (en segundo lugar está Julio Verne, y el tercero es William Shakespeare). En 2013, su obra El asesinato de Roger Ackroyd fue votada como la mejor novela de crimen de todos los tiempos por 600 de sus pares de la Asociación de Escritores de Crimen.
Finalmente es interesante destacar que Christie no es la estrella femenina solitaria en el género detectivesco y criminal, todo lo contrario. Si bien hay muchos nombres de autores masculinos con justo reconocimiento (mis favoritos son Wilkie Collins -La dama de blanco, la piedra lunar-, Edgar Allan Poe, Raymond Chandler, Arthur Conan Doyle, Freeman Wills Crofts -The 12:30 from Croydon-, Edmund Crispin, James Hadley Chase, Dashiell Hammett, Michael Innes -Hamlet, Revenge!-, James Cain -El cartero siempre llama dos veces- y John Dickson Carr), la lista de autoras no se queda atrás; ellas sin duda están a la par de los caballeros.
Además de Christie deben ser mencionadas Dorothy L. Sayers (¿qué decir de la gran Dorothy, y su muy aristocrático detective Lord Peter Wimsey?), Josephine Tey (para algunos críticos, su novela “The Daughter of Time“, de 1951, es la más grande novela detectivesca de la historia), Margery Allingham, Patricia Highsmith, Ruth Rendell, la neozelandesa Ngaio Marsh, P. D. James, Vera Caspary (Laura, con excelente versión fílmica, protagonizada por Gene Tierney y Dana Andrews), Margaret Millar, Elizabeth George, Daphne Du Maurier (Rebecca, magníficamente adaptada al cine por Alfred Hitchcock, protagonizada por Laurence Olivier y Joan Fontaine), Sue Grafton. Entre las actuales: Gillian Flynn (Gone girl), Tana French, Chelsea Cain, Kathy Reichs (antropóloga forense, profesión de su personaje “Temperance Brennan”, de la muy televisiva serie “Bones”) , Janet Evanovich -toda la serie de la “bounty hunter” de New Jersey, también llevada al cine, Stephanie Plum-, Patricia Cornwell -con su protagonista, la médico forense Kay Scarpetta- y Tess Gerritsen están en plena forma. Es de notar que estas listas son sólo de autores anglosajones; si incluimos a autores de otras regiones, como los escandinavos, actualmente de moda, el listado se enriquece sobremanera…
Veamos un clip de la adaptación cinematográfica de “El asesinato de Roger Ackroyd.”
A continuación, la nota sobre Lady Agatha y los venenos…
Marcos Villasmil / América 2.1
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Agatha Christie, la escritora que sabía cómo envenenar de verdad
Laura Plitt – BBC Mundo
Unos mueren de un disparo, otros por un golpe en la cabeza o una o varias puñaladas certeras. Pero el arma favorita que empleaba la escritora británica Agatha Christie para matar en sus novelas era el veneno.
De las cerca de 300 víctimas que aparecen en sus más de 70 novelas, la mayoría parte hacia el más allá por obra y arte de alguna sustancia tóxica.
Para los amantes de las novelas de la llamada “reina del crimen” esto no es ningún misterio. Pero lo que quizás no todos sepan es que a la hora de usar veneno para matar, Christie no recurría a la ficción sino a la realidad.
Christie volcó su extenso conocimiento de química en sus novelas policiales.
“Christie usaba el veneno con una precisión asombrosa”, le dice a BBC Mundo Kathryn Harkup, química y autora del libro “A, de arsénico: los venenos de Agatha Christie”, publicado recientemente para coincidir con el 125º aniversario del nacimiento de la escritora.
Los detalles del veneno elegido eran fieles, así como los síntomas que provocaba una sobredosis, la facilidad para conseguirlos en el mercado, la dificultad para ser detectados y la eficacia de los antídotos.
Tal era su pericia, “que durante un caso de envenenamiento en Reino Unido, (el del envenenador Graham Young en los años 70) a falta de literatura científica estandarizada sobre el tema, los patólogos consultaron una de sus novelas“, explica Harkup.
Voluntaria
El conocimiento de Christie en esta área comenzó a forjarse durante la I Guerra Mundial.
Muchas de sus historias fueron llevadas a la radio y la televisión, y también al cine. Aquí vemos a uno de sus personajes, Miss Marple.
Christie se presentó como voluntaria para trabajar de enfermera en un hospital de Torquay, en el suroeste de Inglaterra, pero fue seleccionada para trabajar en la farmacia.
Allí aprendió los rudimentos de la química.
En esa época, los remedios que se les suministraban a los pacientes no venían empaquetados en cápsulas como ahora, sino que cada píldora, poción o tónico debía ser elaborado a mano, cuenta Harkup.
“Había que saber qué sustancias se podían mezclar y cuáles eran las dosis adecuadas”.
Muchas medicinas están hechas a base de plantas, con lo cual la escritora debió aprender también a identificar las especies con usos medicinales y a extraer los compuestos para elaborar los fármacos que le solicitaban.
Agatha Christie y su marido, Max E. L. Mallowan, en los jardines de su casa en Devonshire, en el suroeste de Inglaterra.
Christie complementó estos conocimientos prácticos con una serie de estudios teóricos y se sometió a exámenes para obtener la calificación de asistente de farmacia.
Durante la II Guerra Mundial, volvió a trabajar como voluntaria en la farmacia, esta vez en el University College Hospital en Londres, y continuó avanzando con su entrenamiento.
Lo que aprendió a lo largo de su experiencia lo fue desgranando poco a poco en la piel de sus personajes y en la trama de sus novelas, guiadas por el desarrollo de los efectos reales de las sustancias tóxicas en el cuerpo humano.
Reseñada por científicos
Aunque su dominio de la química pudo -y puede- haber pasado desapercibido para la mayoría de los lectores, no lo fue para la ciencia.
Además del hecho de que una de sus historias se convirtió en manual de consulta para los patólogos del caso policial que mencionamos antes, otra de sus novelas fue reseñada por Pharmaceutical Journal, una de las publicaciones científicas de la época.
Durante su paso como voluntaria en una farmacia, durante la I Guerra Mundial, aprendió los rudimentos básicos de química.
“La crítica decía ‘esta novela tiene el raro mérito de estar correctamente escrita’”, acota Harkup.
La autora también usó en sus libros venenos que no se utilizaban como medicamentos, como el cianuro y la ricina, usados en la fabricación de insecticidas, y que en ese momento se podían conseguir fácilmente sin dar muchas explicaciones.
Aunque el envenenamiento favorito de Harkup es el que ocurre en “El testigo mudo“, donde el asesino utiliza fósforo, uno de los elementos de la tabla periódica con el que ella trabajaba con frecuencia en sus años de laboratorio.
“Es brillante la forma en que lo detectan, porque el fósforo tienen la cualidad de brillar en la oscuridad”, cuenta emocionada.
“El vapor verde que exhala la víctima durante una sesión de espiritismo antes de caer enferma -y que en ese momento todos creen que es ectoplasma o una premonición de muerte- es lo que le da la pista al detective”, le dice a BBC Mundo.
Sospechas
La exactitud de las descripciones de Christie la hicieron susceptible de acusaciones, que equiparaban sus novelas a un compendio para envenenar.
La publicación del libro de Harkup coincide con el 125º aniversario del nacimiento de Christie.
En “A, de arsénico”, Harkup relata un caso ocurrido en 1977 en Francia, en el que un sujeto, Roland Roussel, mató a su tía con gotas para los ojos que contenían atropina, un compuesto altamente tóxico.
Se dice que el gendarme que investigó el departamento de Roussel declaró haber encontrado entre sus pertenencias una novela de Christie en la que aparecían subrayados los pasajes que hablaban sobre veneno y manifestó sus sospechas de que el asesino podría haberse inspirado en la “reina del crimen”.
¿Pero tienen las descripciones de los venenos alguna validez en la actualidad?
Realmente no, dice Harkup. “En la época de Christie muchos de los compuestos tóxicos estaban fácilmente disponibles, muchos se usaban como veneno para ratas o insecticidas, pero hoy día esas sustancias están estrictamente reguladas”.
Christie consultaba numerosos textos de química durante la investigación para escribir sus historias.
Por otro lado, se ha avanzado mucho en disciplinas como la patología y la toxicología, con lo cual ahora es más fácil detectar estas sustancias en un cadáver.
En pocas palabras, aunque las descripciones de Christie sean realistas, como método para matar, en el único ámbito donde siguen siendo todo un éxito es en el de la ficción.
Fuente: americanuestra