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Un viaje a China

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Un viaje a China

 

El título es un viejo refrán, en desuso, que se refería a esos viajes o empresas que no terminan en nada de lo esperado. Claro, China era en ese tiempo un país pobre, muy lejano y donde se suponía que nadie sensato tenía nada que buscar. Pues bien, por algún motivo nos viene a la memoria con el viaje de Maduro y su combo íntimo a la tierra de Mao. Y por supuesto, ahora está a la vuelta de la esquina en el mundo globalizado e hipertecnológico y es la segunda potencia del planeta, y para no pocos pronto será la primera.

 

 

No dudamos que la tribu la pasó la mar de bien en un país extranjero, donde no vale la recompensa de 15 millones por la cabeza de Nicolás o que se le acuse de haber destrozado un país o de pisotear los derechos humanos, y donde se puede tratar de encontrar algún botín, ahora que las cosas empeoran cada día y la ilusión de una burbujita del año pasado, es eso, pasado. El primer semestre del 23 se la ha comido con la recaída en la recesión y la voracidad de la inflación y, por si fuera poco, los magros fondos estatales se acabaron de agotar con el robo de Tareck y sus cuarenta ladrones, vaya usted a saber con qué finalidad además del goce, pero de eso no se habla. Y vienen tiempos electorales en que se necesitan cobres, además de inhabilitaciones y partidos partidos o brigadas enervadas, etc.

 

 

Lo malo de China es que está metida en el planeta entero, sus pares y sus pobres, y es mucho lo que se necesita para la competencia de sus gigantescas empresas y tanto pobre que hay que ayudar para consolidar la Nueva Ruta de la Seda. Pero quién quita. Por lo pronto ya pidieron que nos den una empujadita a ver si nos dejan entrar en los BRICS, aunque nadie, pero nadie, nos consideraría como un país en vías de desarrollo previsible, así el concepto se haya hecho más laxo en estas remodelaciones planetarias que vivimos.

 

 

Es que a decir verdad Venezuela sostiene una política exterior bastante contradictoria. O se advienen con Biden y su necesidad de petróleo para mantener los precios y surtir a Europa y golpear a Putin. Más de una señal han dado los gringos, en secreto y hasta en público. Lo que pasa es que el trueque de las sanciones, que tanto se pide, por elecciones libres y justas tiene un precio demasiado alto. Lo cual no parece posible, sacrificar el poder con cualquier María Corina, después de tantos pecados mortales cometidos en un cuarto de siglo. Y además, ya estamos afiliados rotundamente a chinos, rusos e iraníes… que esos no piden certificados de buena conducta democrática, porque ellos no la practican, pero a la hora de catapultarnos solo sueltan migajas. Total que hay que disfrutar el viaje, pero puros proyectos para después de pasado mañana. Un viaje a la China.

 

Editorial de El Nacional

China y Estados Unidos

 

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