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Un país sin futuro

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Un país sin futuro


 

La trágica situación de la niñez en Venezuela es un tema que debe alarmar al mundo entero. Son los más débiles los que más necesitan de ayuda urgente, pero no esporádica, no genérica, no a corto plazo. Es un asunto que debe declararse prioritario para los países amigos y para los que dicen ser oposición política al gobierno chavista. Son estos que dicen gobernar los responsables de que Venezuela no tenga ya presente ni futuro; el pasado son ellos, aunque no lo quieran asumir.

 

 

Una niña de siete años que se ahogó en el río Bravo tratando de cruzar con su madre la frontera de México para llegar a Estados Unidos es una tragedia cuyos responsables están en Miraflores. Esa mujer no debió salir del país, pero resulta que los venezolanos como ella, en edad productiva, no encuentran trabajos estables, y si lo tienen, no les alcanza para mantener a sus hijos. Cualquiera que lea los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida sabe que esta es una de las razones por las cuales la mayoría huye del país, y es consecuencia directa del caos económico chavista.

 

 

Pero con esos ciudadanos en edad productiva también se van los niños. Es un cliché, se sabe, pero es la verdad. Se va el futuro del país, sencillamente porque aquí no tienen esperanzas de una mejor vida. No tienen educación ni comida, mucho menos salud. Y los que se quedan, como los cientos de pacientes del Hospital de Niños J. M. de los Ríos, piden a gritos que se les atienda y que doten al centro de lo que ellos necesitan para recuperarse.

 

 

Organizaciones como Prepara Familia y los propios padres de los pacientes en estos momentos recurren a cualquier medio de comunicación o red social para pedir bolsas de sangre. Hay muchos tratamientos que no han podido administrarse por la falta de este insumo y ni siquiera el Banco de Sangre está en capacidad de ayudarlos. Esto es sencillamente pavoroso, pero hay que contarlo. Hay que ser demasiado indolente para no sentirse conmovido y desde una posición de poder no intervenir para solucionar este horror.

 

 

El chavismo se ha dado a la tarea de dejar a Venezuela sin futuro. No han sido capaces de garantizarle a la infancia casa, comida, educación, salud y esparcimiento. Cualquier otra cosa que digan haber conseguido no sirve, pues lo más urgente, lo más sagrado, lo abandonaron desde hace tiempo.

 

 

Es hora de cambiarle el nombre a Hugo Chávez, pues él juró que lo haría si no era capaz de acabar con la infancia desatendida. Pues cualquier mote le sirve, igual que a su sucesor, que lo superó con creces.

 

 

Editorial de El Nacional

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