Es tal la magnitud del caos que priva en los altos niveles del gobierno que los afectos al oficialismo obedecen sin chistar cualquier orden, por disparatada que sea, siempre y cuando esta emane supuestamente del señor Maduro.
Día a día los voceros del gobierno dicen y se contradicen en sus apreciaciones, informes, cifras y objetivos, apuntándose a cualquier apresurada respuesta para salir del paso lo más rápido posible. No queda al ciudadano otro camino que nadar en medio de una serie de remolinos incontrolables para tratar de entender, más o menos, lo que realmente persigue el régimen de Maduro con su accionar.
Luego de aturdir hasta el cansancio a los venezolanos con sus aseveraciones sobre la imposibilidad de convocar, en fecha cercana, el revocatorio presidencial que está claramente establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y de usar para sus fines personales y partidistas, como deteriorado caballo de Troya, a las cuatro señoras que controla en el CNE, el señor Maduro decide que no le gusta esa película, que prendan las luces y que los venezolanos desocupen la sala hasta que él, como jefe máximo, decida si vale la pena terminar de ver la película.
Así lo afirmó en una de las tantas y fastidiosas cadenas de radio y televisión que se empeña casi todos los días en perpetrar para amargarle la vida, aún más, a los venezolanos que sobreviven a duras penas a uno de los peores gobiernos de la historia de este país, y mire usted que hemos padecido varios que han sido malos con ganas. Pero ninguno de los últimos jefes que hemos padecido había caído en el descaro de gritar, a voz en cuello, que en Venezuela las elecciones las autoriza él, y nadie más que él.
Menuda patada en el trasero les ha propinado el señor presidente a los poderes constituidos (o lo que queda de ellos) al acorralar en su única, propia y autoritaria decisión nada menos que el derecho democrático y popular al voto, que debe materializarse en lo que, en otros países, se conoce como elecciones libres.
Pero si el presidente de la República es quien decide, «solo solito», si existen las condiciones económicas, políticas, sociales o atmosféricas adecuadas para llamar a elecciones, pues entonces el CNE y sus cuatro pérfidas señoras deben declarar vacaciones colectivas hasta que el señor Maduro, en «soledad solitaria», madure su entendimiento, algo que puede suceder o quizás no. Milagros más grandes y difíciles se han visto.
Si ese es el objetivo del partido PSUV y su corte de enanitos políticos que actúan como sus aliados, pues los venezolanos se preguntan por qué el señor Maduro mantuvo en secreto esa decisión (o disposición) de darle un palo a la lámpara. ¿Y todo ese escándalo que han armado contra el revocatorio por la radio y la televisión oficialista? Ahora bien, ¿está de acuerdo la Fuerza Armada Bolivariana con esa decisión tan radical y antidemocrática del señor Maduro? ¿Supo la FANB por anticipado que el decreto del estado de excepción no era más que una jugarreta para impedir el revocatorio y, por consiguiente, las elecciones? ¿Hasta dónde llega la farsa?