Una orquesta afinada, guiada por una partitura constitucional. Todos sus miembros saben lo que tienen que hacer y cuándo hacerlo. Manuel Jurado es director de orquesta y el símil le brota con la misma soltura que maneja la batuta: “Un país debería ser como una orquesta sinfónica, todo el mundo unido para un propósito y por un bien mayor”.
Tiene 33 años, se formó en Sistema de de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela -el Sistema, el otro sistema-, a los 12 ya era director de orquesta y hace 7 años era un inmigrante en Madrid, adonde llegó con una beca tras ganar un premio como director de orquesta.
Fue repartidor, trabajó en una sala de juegos y en una heladería, hasta que un día se vio frente al espejo, con los ojos llorosos, y se dijo a sí mismo que tenía que hacer un país, es decir, una orquesta. Y empezó a reclutar músicos que tocaban en las calles, en las estaciones del Metro, en plazas, al principio 25, todos venezolanos, ahora 5 años después son un centenar y, como en un país, caben otros sin importar el carnet de identidad.
La orquesta sinfónica se llama Carlos Cruz-Diez y debutó el 20 de octubre de 2019 con un concierto en la madrileña plaza Colón. “A partir de ahí comenzaron a llamarnos”, le dijo Jurado a OK Diario. La orquesta no solo toca bien, sino que tiene una misión social de ayudar a otros músicos a hacer lo que les gusta, para lo que han empleado horas de estudio y dedicación.
La orquesta de los inmigrantes, como se conoció, fue finalista en Got Talent España en 2023. Y siguen rodando por España: en abril pasado con el concierto Sin Fronteras que contó con la actuación de María Teresa Chacín, en el teatro La Latina de Madrid y con la dirección orquestal de Aquiles Machado; en junio en el Teatro Monumental de Madrid en un concierto dedicado a los derechos humanos y, el pasado 22 de septiembre, en la Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza.
En ese otro país que ha ido creciendo fuera de Venezuela, o ese país alargado y de varios mundos en que se ha convertido nuestro país, registrado por el Observatorio de la Diáspora Venezolana, ha dado lugar a más de un millar de organizaciones de todo tipo, como esa orquesta que Jurado se prometió crear y creó, que evidencian el dinamismo y la capacidad de nuestro exilio. Un exilio mayormente joven, cierto, pero con las teclas democráticas en su lugar y que con el preciado valor de libertad del que disfruta en otras latitudes, que aquí se le niega, está deseoso de comerse el mundo.
“Unidos por Venezuela” se llamó el concierto en Zaragoza: “Basta de dividirnos, se puede pensar distinto, ese es el mensaje”, remata Jurado.
Editorial de El Nacional