Un montaje nada convincente

Un montaje nada convincente

 

 

¿Puede haber diálogo entre el régimen dictatorial de Maduro y los dirigentes de la oposición democrática? ¿Pueden sentarse a hablar con tranquilidad y alivio de conciencia sobre los temas que preocupan y lastiman a la sociedad? En estos momentos la respuesta es rotundamente no.

 

 

 

Los atropellos cometidos por la cúpula corrupta del PSUV así lo demuestran. Nadie en la MUD debe sentirse en la obligación de asistir a unos encuentros con auténticos pandilleros de la política, con mentirosos consumados, con atracadores del tesoro público, con los responsables de la ruina de Pdvsa, con quienes a la vez que se enriquecen dejan morir a centenares de niños pobres y enfermos, y quienes siembran hambre y fomentan la delincuencia en los barrios populares.

 

 

 

Con esta basura política no existe la menor posibilidad de dialogar. La primera condición, si se llegara a abrir un diálogo, es que escojan entre sus filas a aquellas personalidades del PSUV y sus aliados que mantengan una actitud digna, respetuosa del orden político y jurídico y que deseen una salida pacífica y democrática a la grave crisis que padece Venezuela por culpa de la ineptitud de Maduro y su camarilla civil y militar.

 

 

 

Resulta difícil llegar al convencimiento de que en las filas del oficialismo no exista gente moderada, sensata y, de paso, inteligente, dispuesta a rescatar los valores iniciales que movieron a esa dirigencia política y al grueso de su militancia a proponer proyectos, reformas, leyes y cambios de rumbos aceptables para la mayoría de la población. Pero en el camino se fueron apartando o refugiándose en el silencio cuando la ola excremental fue subiendo a niveles intolerables.

 

 

 

De la misma manera, la dirigencia opositora debe mantener la distancia con oficialistas que, como es el caso de Jorge Rodríguez, solo saben actuar como facinerosos, al punto de fungir como el cabecilla del asalto a la Asamblea Nacional, un acto que lo descalifica como negociador de asuntos de tan alto nivel político. Da grima, da pena y provoca arcadas verlo sentado al lado del enviado especial del Papa, un emisario merecedor de mayores consideraciones.

 

 

 

 

Desde luego, esto duele como una patada en el estómago y rebaja la estima nacional e internacional del país. Montar una escena con personajes oficialistas de esta calaña, convocar a ex presidentes nada confiables para que sirvan de actores de relleno, sentarlos en una “presunta mesa de negociaciones” con banderas del Vaticano, Venezuela y Unasur a sus espaldas para darle el “brillo de un acto protocolar de altura”, es algo que lleva la firma del anciano de las argucias, Roy Chaderton. Al pobre Chúo Torrealba lo sentaron solito.

 

 

 

 

Pero, después de esta insólita primera cita del enviado del papa Francisco con los factores nacionales, se anunció una inminente reunión de dialogantes en la isla de Margarita y el régimen puso a repicar las campanas de la cohabitación. Anunció que el diálogo ya era un hecho y que, por consiguiente, se avanzaría hacia tratos tendentes a la moderación. Falso, por supuesto.

 

 

 

Para el oficialismo, en  la AN no había sucedido nada el pasado domingo, ni el acuerdo contundente de los diputados contra el TSJ, contra el CNE y contra el presidente de la república.  Pelillos a la mar, calma y cordura. Faltó, eso sí, el liderazgo contundente y sin fisuras de la MUD. Nada menos.

 

 

Editoerial de El Nacional

 

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