Un vídeo viral demostraba esta semana lo incómodo que es rodar una escena íntima en el cine: por eso revindicamos este arte
Nos gustan, nos excitan, nos incomodan, y nos hemos preguntado cientos de veces cómo se ruedan. Cuando aparece una escena subida de tono en la pantalla, lo normal es sonreír si se está solo y y revolverse en el asiento si a nuestro alrededor se encuentra toda nuestra familia. En cualquier caso, lo mejor es disfrutar del espectáculo y no evadirse intentando disimular. Como el chaval a quien sorprende la faena sentado al lado de su madre y decide salvarse alzando las cejas. Porque aunque sepamos que es fingido (no siempre), el sexo sigue siendo sexo, y no hace falta mucho más que un par de planos de cuerpos enredados y bocas abiertas para agitarle la sangre a cualquiera. A veces está tan implícito en la trama que apenas produce un pestañeo pero, con elipsis o sin ella, y hasta con fundido después del quinto beso, un polvo es un polvo, y con el sexo pasa aquello que decía Chet Baker: “Todos somos sospechosos de ser drogadictos”.
Esta semana el making of de una de esas escenas torridas ha visto la luz y ha demostrado lo difícil que resulta fingir excitación en una situación bastante incómoda. El director de la película Stretch difundió cómo fue el rodaje de una escena de cama entre los actores Patrick Wilson y Brooklyn Decker que ha reavivado el debate sobre el sexo en el cine. Escenas de esta clase las hay intachables (también malas, por supuesto). Aquí van algunas por las que uno brindaría:
La naranja mecánica
Pese a que la adaptación que hizo el director Stanley Kubrick de la novela homónima provocó a su autor Anthony Burgess algún que otro dolor de muelas, es innegable que como película es rematadamente buena. Y entre todas las escenas, esta aquella acelerada a ritmo de la obertura de la ópera William Tell de Gioachino Rossini (también acelerada) en la que el joven protagonista, Alex, se acuesta con dos muchachas a las que ha invitado a su casa para enseñarlas su colección de vinilos. Cualquiera entra desde entonces en una tienda de discos sin que se le pase por la cabeza terminar del mismo modo.
El cartero siempre llama dos veces
Jack Nicholson y Jessica Lange. No haría falta mucho más para que a todos se nos atragantasen las vocales. Podrían hacerlo donde fuese que daría lo mismo, pero aquí lo hacen en la cocina, y lo hacen tan bien que uno se pregunta si, pese a los ¡Corten! y al equipo técnico, no se les iría de las manos. Él siempre dijo que nada de aquello fue fingido.
Spring breakers
Harmony Korine ya hacía tiempo que venía dando guerra (escribió el guión de la polémica Kids que dirigió en 1995 el fotógrafo Larry Clark) pero en su última película mezcla adolescentes, pistolas, sexo, drogas, aspecto de videoclip y música electrónica. Hipnotiza. James Franco en plena forma haciendo de tipo malo lo confirma mientras se enrolla en la piscina con dos de aquellas chicas que hizo crecer Disney. Tiene momentos sublimes entre ellos la escena en la que toca al piano frente al mar el tema Everytime de Britney Spears rodeado de las muchachas armadas.
El último tango en París
No es solo la escena de la mantequilla, él acostado tras ella poniendo a parir a la familia como institución. Es también María Schneider sodomizando a Marlon Brando en el cuarto de baño mientras este fantasea con que ella mantenga relaciones con un cerdo y que el animal muera en el proceso. Bertolucci acertaba, poco más se le puede pedir a las orillas del Sena.
Showgirls
Por volver a una piscina, ahora entre pechos prominentes y champán. Esta película sobre bailarinas de striptease arrasó en los Premios Razzie llevándose los galardones a todo lo peor que se nos pueda ocurrir, también a la peor película de los 90. Pero bueno, el novelista inglés Kingsley Amis decía de los premios “que están bien si tú los ganas”, y en este caso, por malos que sean, están ganados. En esta película el actor Kyle MacLachlan se convirtió en un tipo al que envidiar, sin duda.
Match Point
En Match Point, todo es más intenso que el resto de la filmografía de Woody Allen. La comedia queda a un lado y con un drama el director traza una de sus mejores películas. Tiene varias escenas de alto voltaje, pero esta de sus protagonistas, Scarlett Johansson y Jonathan Rhys Meyers, desatados bajo la lluvia en un campo de trigo (metiéndose en un romance de esos que traen jaleo) se lleva la palma.
The Dreamers
Otra vez Bertolucci. Con un as en la manga: Eva Green. La actriz francesa, que hace unos meses volvía a subir los termómetros en una escena de la segunda entrega de 300, en Soñadores cautivaba con sensualidad y talento entre Michael Pitt y Louis Garrel, dejando momentos formidables, muchos de ellos subidos de tono, como cuando Isabelle (Eva Green) y Matthew (Michael Pitt) pierden la virginidad en el suelo de la cocina culminando lo que empezó como un juego. Y a partir de esa escena sucede lo que escribió en Quemar los días James Salter: “Aquel acto común y corriente que dividió la vida en dos, desmoronándose una parte allí mismo y extendiéndose la otra gloriosamente hacia delante”.
Una historia de violencia
Si cada polvo de reconciliación fuese como este de Viggo Mortensen y María Bello sería maravilloso tener discusiones de pareja todo el rato. En una de las mejores películas de David Cronenberg. El tipo más bueno del pueblo resulta que no lo era tanto, y claro, por esto su mujer se angustia, pero no tiene nada de raro si también se excita.
Nymphomaniac
Lars von Trier y Nymphomaniac: polémico y polémica. Pero, en su conjunto, esta película en dos partes, más allá de todo aquello del sexo explícito y demás, es una gran obra. Es entretenida, por momentos hipnótica. Con secuencias brillantes como la que protagoniza Uma Thurman, llevando a sus hijos a conocer a la joven por la que su padre les ha abandonado y enseñarles el lugar donde consuman su amor. Y bueno, como sexo hay para dar y tomar, elijan ustedes mismos, aquí va la genial secuencia del tren en la que las dos amigas se apuestan una bolsa de chocolatinas por ver quién ha estado con más hombres antes de llegar a la siguiente estación.
True detective
Es una serie, sí, pero es que contiene dos polvos que son igual de buenos que ella. Conseguirían que apartásemos la mirada del magistral plano-secuencia con el que terminaba el cuarto capítulo. Y es normal. Alexandra Daddario esposando a Woody Harrelson momentos antes de enseñarle su torso desnudo y convertirse en una amante de ensueño. Y Rust (el personaje de Matthew McConaughey) cayendo en la trampa de seducción por despecho de Maggie, la mujer de su compañero Martin.
Desde luego que escenas subidas de tono hay miles. Mejores y peores pero, ¿cómo se hacen? Un documental producido por Canal Plus en 2007, Sexo en el plató, en el que algunos de los rostros más conocidos del cine español cuentan cómo se ruedan las escenas de sexo. ¿Claves? ¿Trucos?
Entre otras cosas, en todos estos ejemplos brilla el atractivo innegable de sus protagonistas. Tampoco hay que quedarse solo con eso. No lo hacía el más célebre seductor veneciano lo íbamos a hacer nosotros: “La colección de Casanova sabe Dios que no es una galería de bellezas”, escribía Stephan Zweig.
Fuente: El País
Antonio Mérida