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Trump, Biden y Yogi Berra

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Trump, Biden y Yogi Berra


 
 
Como es bien sabido, el gran jugador de beisbol Lawrence “Yogi” Berra se convirtió en leyenda, tanto por su destreza deportiva como por sus ya famosas frases, repletas de paradojas y disparates, que sin embargo encierran interesantes verdades y desvelan con absurdo humor la realidad. Recordamos ahora a Yogi con relación a la venidera elección presidencial en Estados Unidos, a los sesudos análisis y aventurados pronósticos que ya empiezan a aparecer por todas partes, y sobre los cuales es apropiado aplicar uno de los más populares señalamientos del pelotero de los Yanquis de Nueva York, fallecido en 2015: “Esto no termina hasta que termina”, o lo que es igual: “El juego no se acaba hasta que se acaba”.

 

 

¿Recuerdan los lectores la experiencia de 2016? ¿Recuerdan que para estas fechas, hace cuatro años, los mismos que hoy aseguran que Donald Trump ya perdió la próxima elección nos abrumaban con sus estadísticas, que mostraban la enorme ventaja que Hillary Clinton presuntamente poseía en la contienda de entonces? ¿Recuerdan lo que pasó al final? Algunos dirán: pero ahora es distinto. Por supuesto, las situaciones no son idénticas, pero entre ellas no faltan analogías, y creemos que merece la pena focalizar, por ahora, dos elementos de la compleja ecuación. El primero se refiere a las encuestas; el segundo tiene que ver con Joe Biden. Sobrarán ocasiones más adelante para abordar otros aspectos del asunto.

 

 

Tres puntos deben destacarse en lo que tiene que ver con las encuestas y las elecciones estadounidenses. El primero de ellos, y esto ocurrió de modo similar en 2016, es que las muestras en que se basan dichos sondeos no están genuinamente equilibradas, es decir, no se sustentan sobre una ponderación realista del panorama entre los electores. El segundo es que, de nuevo con pocas excepciones, las empresas encuestadoras forman parte de la misma burbuja político-periodística-académica, centrada en las grandes ciudades de las costas este y oeste del país, donde el predominio de los sectores “liberales” (en el sentido norteamericano, es decir, “progre”) es aplastante. Y el tercero es que las encuestas han dejado de ser, en buena medida, instrumentos para evaluar la opinión de la gente y existen más bien para crearla.

 

 

Las muestras no son ponderadas, pues de manera sistemática tienden a subestimar a los posibles votantes republicanos, a sobrestimar a los posibles votantes demócratas, y a minimizar a los posibles votantes que se autoproclaman independientes. Como ocurre hoy, durante los meses del verano de 2016 aparecían encuestas que otorgaban a Hillary Clinton amplia ventaja, que oscilaba a veces entre 12 y 14 puntos a nivel nacional y se reflejaba también en los estados más disputados o “battleground states”. Esta distorsión se repite una y otra vez, y aparte de esta falla, con demasiada frecuencia las encuestas valoran a los votantes registrados por encima de los votantes probables, lo cual podría ser relevante de manera especial en la contienda de noviembre 2020, en vista de la brecha de entusiasmo o “enthusiasm gap” que persigue a Joe Biden, un candidato escogido por su partido como el mal menor y casi por completo carente de carisma y pegada política. Un votante registrado es una entelequia, una ficción, que puede no materializarse jamás; en cambio, un votante probable ofrece una expectativa más firme. Las encuestas deberían ilustrarnos en cuanto a la incidencia de todo esto en 2020.

 

 

Los otros puntos mencionados, nos parece, son bastante conocidos y comprendidos por quienes se toman el tiempo de estudiar el panorama sociopolítico estadounidense estos días, en particular la estrecha alianza entre los medios “progre”, el mundo académico, Hollywood, las grandes empresas tecnológicas del valle del silicio, y el Partido Demócrata. Nada de esto es un secreto y todos sabemos que en 90%, las informaciones de los medios dominantes están dedicadas a hacer oposición a Trump. Por desgracia, intuimos que algunas encuestas que ahora se publican forman parte de la misma ofensiva política predominante, que con demasiada facilidad nos hace perder de vista el bosque por andar viendo los árboles.

 

 

Se equivocarían seriamente quienes creyesen que estamos haciendo pronósticos a favor de un bando u otro. En absoluto. Escribimos estas notas inspirados por Yogi Berra y con el objetivo de corregir la falta de balance, que una vez más empieza a arropar a los medios internacionales y sus analistas más connotados. En su mayoría pierden de vista que Joe Biden es el producto de una masiva operación de los jefes y el aparato del Partido Demócrata, entre ellos Barack Obama y los Clinton, para detener a Bernie Sanders y moderar el ya obvio e irresistible avance del sector más “progre”, es decir, de izquierda, de su partido. Biden, lo señalamos sin intención alguna de faltarle el respeto, es un político que evidencia el peso de su edad, mostrando síntomas inequívocos de una senilidad preocupante. Hasta el momento, la pandemia ha permitido a sus asesores políticos y consultores electorales, con la complicidad de muchos medios, mantenerle con discreción alejado del escrutinio de la gente. No obstante, ¿hasta cuándo permanecerá en su casa, hasta cuándo seguirá midiendo cada paso con el rigor de una especie de montaje en un teatro robotizado?

 

 

Y la pregunta más importante, en función de todo lo comentado anteriormente: ¿Podría repetirse en 2020 una sorpresa análoga a la que presenciamos en 2016? ¿Estamos acaso en presencia de un extendido fenómeno de lo que los expertos denominan “falsificación de preferencias” electorales, es decir, el hecho, numerosas veces comprobado, de que en determinados contextos muchas personas, por diversas razones, esconden sus verdades privadas y emiten mentiras públicas, hasta el momento en que depositan su papeleta de votación?

 

 

¿Quiénes en estos días, en una sociedad estadounidense acosada por las protestas violentas, las amenazas de grupos irregulares, la persecución ideológica abierta o soterrada de los pregoneros de la corrección política, y el avasallamiento de los medios “progre”, quiénes, repetimos, se atreven a decir abiertamente que respaldan la reelección de Donald Trump? ¿Cómo ha afectado al electorado la violencia desatada en tantas ciudades, gobernadas por años por el Partido Demócrata, así como la amenazante actitud de quienes derriban estatuas, repudian el pasado y pretenden forzar hacia la izquierda ideológico-política el presente y futuro de Estados Unidos?

 

 

En lo que a nosotros se refiere, proseguiremos nuestras consideraciones guiados por la arriba citada admonición del gran Yogi Berra, quien también afirmó lo siguiente: “Es difícil hacer predicciones, especialmente acerca del futuro”.

 

 

Editorial de El Nacional

 

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