A partir de unas lapidarias declaraciones respecto a la naturaleza del írrito gobierno nominalmente a cargo de Nicolás Maduro, en las que Andrés Izarra, exministro de Comunicación e Información de Hugo Chávez (2010-2012), y del poder popular para el Turismo de su legatario (2013-2015), equipara al metrobusero presidente con Juan Vicente Gómez (sería la versión 2.0 del Benemérito) en materia de «violación de los derechos humanos, restricciones a la participación política y la entrega del petróleo a los gringos», Antonio de la Cruz publicó el pasado miércoles en El Nacional, con el título “El madurismo tiene miedo”, un artículo en el que convalida la tesis de Izarra y concluye, después de serios considerandos, que «el madurismo tiene miedo al chavismo y la oposición porque son mayoría».
Compartimos su opinión, aunque pensamos que el temor de Maduro y su entorno no se limita al chavismo fundamentalista y a la atomizada oposición, cuya sumatoria representa una aplastante mayoría nacional. El país entero está harto de su ineficiente y corrupta gestión administrativa, puesta irresponsablemente en sus manos por un Chávez rencoroso, y avalada por un generalato encabezado, desde 2015, por quien corta (y reparte) el bacalao: Vladimir Padrino López. Quizá este no dure para siempre en la cúspide castrense; consciente de ello, y si la escalada de protestas sube de tono, derivando hacia un paro o huelga a escala nacional, el general en jefe señalado de agente ruso podría eventualmente prescindir de su mascarón de proa, aduciendo como coartada el irresistible progreso del deterioro moral, político, económico, social y emocional de la república bolivariana: deterioro no ajeno, por cierto, a su complicidad.
A los alegatos del columnista inspirador de estas líneas, debemos añadir una denuncia divulgada hace un par de días por Infobae, según la cual «el régimen de Maduro instauró una amplia red ciudadana de espías en Venezuela». Se trataría de un sistema de inteligencia y contrainteligencia orientado a monitorear los movimientos e intervenir los teléfonos de los ciudadanos de facha respetable, de oficiales de la Fuerza Armada y de funcionarios de los cuerpos de seguridad bajo sospecha, así como los de sus familiares, amigos y allegados. Al parecer, y de acuerdo con el Instituto Casla de Praga, habría incluso un «Manual de operaciones especiales de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), «que se aplica en la inducción, conducción y ejecución de crímenes de lesa humanidad». Es duro de creer, pero hay gente que niega el holocausto. Y si Maduro tiene miedo, debe ser más peligroso que mono con hojilla y nadie está a salvo: todos somos sospechosos.
Editorial de El Nacional