El solo uso en Venezuela de la fórmula «tierra de nadie» despierta las alarmas. Tierra de nadie equivale, cuando menos, a una potencial peligrosidad. Lo que se abandona tiene como destino convertirse en tierra de nadie, es decir, en un lugar donde todo es puesto en situación de riesgo: la legalidad, la autoridad, la responsabilidad y la integridad real y simbólica de los ciudadanos.
Lo que la investigación realizada por El Nacional evidencia es el uso que las alcaldías le dan a las fronteras con otros municipios: se convierten en una excusa para evadir la tarea de gobernar. Son fuente de una política de omisiones. De una actitud de no-gobierno, aun cuando existen los instrumentos legales que podrían resolver las dificultades reales que son características de toda zona limítrofe.
Ninguno de los elementos conceptuales atinentes a estos casos son una novedad. Los límites entre un territorio y otro son, por naturaleza, problemáticos. La idea de la mancomunidad, que tantas soluciones ha provisto a ciudades de varios países de América Latina, ha sido rota por la polarización política venezolana. El que no haya canales de comunicación abiertos ni disposición al diálogo -ni esfuerzos por alcanzarlo- revela que la polarización, a la postre, resulta cómoda para los gobernantes.
Justifica la indolencia. Es más fácil denunciar al vecino que buscar el modo de realizar un trabajo en conjunto. Como siempre, otra vez, este desgobierno de las fronteras intermunicipales no ocurre sin víctimas y sin consecuencias: son cientos de miles los ciudadanos en todo el país que no tienen ni siquiera ante quién denunciar sus padecimientos.
Pero estas «tierras de nadie» no se limitan a las fronteras entre los municipios. Estas no son más que una de sus vertientes emblemáticas. Tierras de nadie son las calles de ciudades y pueblos de todas las regiones donde, a pleno día, la delincuencia opera con total impunidad. Tierra de nadie, la vialidad del país, donde huecos y basuras se dan cita. Tierra de nadie, el estado de los hospitales y del conjunto del sistema que tendría la obligación irrefutable de prestar el mejor servicio posible a los pacientes con cáncer.
Tierra de nadie, la situación de las fronteras en manos de guerrillas y paramilitares, de acuerdo con las graves denuncias que ha realizado el diputado Leomagno Flores. Tierra de nadie, asunto que ahora mismo debería ocupar a todas las autoridades responsables, el estado de las instalaciones petroleras en Venezuela, cada vez más peligrosas por la precariedad o ausencia, desde hace años, de políticas e inversiones para su buen mantenimiento.
Desde hace años son muchos los sindicalistas y los expertos en la industria que vienen advirtiendo sobre el riesgo que se está incubando. La sucesión de incidentes y accidentes que han venido produciéndose son, por sí mismos, un claro aviso de lo que podría ocurrir. Pero el poder orgulloso y prepotente no escucha. Se oculta en la polarización. Inventa sabotajes mientras el deterioro continúa inexorable.
Editorial de El Nacional