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Tiempos borrascosos

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Tiempos borrascosos

Ya debería ser bien conocido el arsoperandi de la banda chavista gobernante cuando se encuentra en un aprieto, que es el mismo de cuando no lo está pero llevado al límite. Tiene dos movimientos claros. Primero tratar de esconder el verdadero problema que la hace sudar sustituyéndolo por otro más controlable y donde puede aplicar con más comodidad todos los trucos, mentiras y vilezas que la caracterizan.

 

Si se quiere el cuento del trapo rojo.

El verdadero problema que la patota enfrenta, de proporciones colosales, es la crisis económica que azota al pueblo venezolano y que seguramente en algún momento no muy lejano dará al traste con ésta. Ellos lo saben. Y saben, además, que las mentiras que allí puedan vender, la «guerra económica» las sintetiza, poco valen porque no quitan el hambre, ni las colas de la escasez, ni los asesinos de cada esquina, ni los muertos por falta de medicamentos… el horror económico pues, tan objetivo e inmodificable, tan poco permeable a la habladera de pendejadas que es parte esencial del estilo chavista, útil en otros planos, si lo sabría Papá. De manera que hay que cambiar de tablero.

 

Tampoco operó mucho el brinco al preferido campo de la política, por la simple razón de que lo que pasa en ella es movido esta vez, muy directa y férreamente, por lo que ocurre en los supermercados, en los hospitales y la morgue.

 

Por eso el gobierno ha tenido que emplear a fondo su verborragia más delirante, sus cadenas, su Bolívar, su Eterno, su pueblo en revolución, su amor desaforado, su Cristo socialista. Acotemos que esta vez manejado por un actor muy pero muy chimbo. Y también, naturalmente, la abominación de las fuerzas del mal que nos asedian, las consabidas, el Imperio, Uribe, las campañas mediáticas, el fascismo local e internacional… que ya están bastante devaluaditas.

 

Tuvo que apelar entonces a todas las bajezas y, sobre todo, a la contundencia del «mazo»: golpes sin militares, juececillos venales, censura pura y dura, los poderes que se arrastran y el gorilaje cívico-militar y paramilitar debidamente excitado para matar, torturar, atropellar, cosa que hicieron a su gusto.

 

Ya ha sido demostrado que todos los muertos de estos días tormentosos son obra de bolivarianos. Que han torturado, esa última y más degradante actitud humana. Que le han prohibido a los ciudadanos descontentos el derecho a marchar en la mitad de la ciudad, decía sonreído y exultante el alcalde de Libertador. Se han peleado con los gringos y hasta con Santos, el nuevo mejor amigo de Aquél.

 

Pero, para colmo de males, esta vez tenían un enemigo principal difícil, demasiado engorroso… los jóvenes, los estudiantes, los muchachos del barrio. Total que allí también salieron bastante golpeadillos. Y no agrego lo de Leopoldo López y la magnífica puesta en escena de su entrega que, junto a lo grotesco de las acusaciones que se le hacen, puede convertirse en un mito incalculable. Así que políticamente la perdieron también.

 

Nosotros creemos que el gobierno está más débil que nunca en estos quince años.

 

Que la represión no ha podido con la tenacidad y la inventiva de los carajitos. Que la retórica épica y gloriosa, chillona, ¡cómo chilla Maduro!, ya saturó al más ingenuo y fiel de sus seguidores. Y que la pelea con el abasto, el hospital y el malandro no tienen manera de arreglarla. Da la impresión de que no les queda sino pedir humildemente cacao, diálogo lo llaman.

 

Editorial del Tal Cual

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