Luego de varios episodios en los que la serie estaba cayendo en una telaraña de emociones que exponían un poco de drama casi telenovelsco, el final logró dar un giro interesante al no casarse de nuevo con la fórmula de la muerte de un protagonista y por consiguiente, un nuevo ciclo de nomadismo.Rick y su equipo trataron de adaptarse a un concepto de vida más cercano a la ‘normalidad’, lo que a la vez generó implicaciones de índole ético y la que todo se pudo resumir en la idea de que a pesar de los deseos de civilización, el ser humano siempre dejará volar su naturaleza más oscura.
En el capítulo de cierre (Conqueror) el espectador sufrió al no tener claro lo que podría pasar con Glen; también por lo que le esperaba a Rick dada su exagerada reacción en Alexandria y, a la vez, pudo emocionarse con la reaparición de Morgan, convertido ahora en un experto en supervivencia.
A eso hay que sumarle un nuevo grupo antagonista que, obviamente, será quien destruya el ámbito de tranquilidad que trató de acentuarse en la temporada.Un halo de oxígeno en el último minuto que salvó a ‘The Walking Dead’ de caer del todo en la monotonía.
Tras el final, cabe destacar que mantuvo ese conflicto emocional de ser parte de un esquema social organizado, pero a la vez recalcar la idea de que la violencia es el único medio de supervivencia. Después de muchos ires y venires en los que la reflexión parecía por momentos enrarecer la lucha cotidiana contra los muertos vivientes.
‘The Walking Dead’, pudo levantar cabeza sin excesos de hemoglobina y acercándose más a la tragedia como abrigo de sus aventuras. Sin embargo, muchos quedaron esperando más acción y alguna sorpresa que hiciera derramar lágrimas, ojalá en la sexta temporada se rompan más esquemas y se pueda decir como contraste: que después de la calma ahora sí viene la tormenta.
Escrito por: Andrés Hoyos Vargas
Fuente: El Tiempo