La encuesta Latinobarómetro es realizada desde 1995 por una ONG chilena, sin fines de lucro, en los países latinoamericanos (con la excepción de Cuba), con el fin de medir la opinión ciudadana sobre los temas más importantes y pertinentes de la coyuntura política, social y económica en cada país y en la región. Latinobarómetro es la única responsable de la producción y publicación de los datos.
¿Qué investiga esta encuesta? El desarrollo de la democracia, la economía y la sociedad en su conjunto, usando indicadores de opinión pública que miden actitudes, valores y comportamientos.
A continuación, América 2.1 les ofrece a sus lectores la Encuesta-Informe 1995-2015 completa, en el enlace a continuación, y una muy interesante nota analítica de The Economist. Dicha nota puede verse, en primer lugar, en su traducción castellana, y luego se puede leer el texto original en inglés.
http://americanuestra.com/wp-content/uploads/2015/09/INFORME-LB-2015-3.pdf
Marcelino Miyares/Marcos Villasmil: América 2.1
La Encuesta Latinobarómetro
Sin crecimiento, nada puede desviar la atención acerca de los males endémicos de la región
Latinoamérica es una región notoriamente cíclica, y el final de un largo auge del precio de las materias primas ha golpeado fuertemente a sus países. Aunque una economía debilitada no produce necesariamente funcionarios más corruptos o criminales más violentos, sí elimina la distracción de estos problemas endémicos que el aumento en los estándares de vida produce. Desde Tijuana hasta la Tierra del Fuego crece el descontento. Los mexicanos se han sublevado por la desaparición y presunto asesinato de 43 activistas estudiantiles; las calles de Venezuela han estallado en protestas violentas contra el gobierno autoritario y económicamente incompetente de Nicolás Maduro; y los brasileños están pidiendo el enjuiciamiento político de su presidente, Dilma Rousseff, como resultado de un escándalo por sobornos y por la rebaja en la clasificación crediticia.
La encuesta Latinobarómetro de este año, un estudio anual de la opinión pública que se realiza desde 1995, y que The Economist publica en exclusividad, refleja este amplio deterioro del estado de ánimo regional. Los latinoamericanos están hartos de sus líderes: los índices de aprobación de los mismos en los 17 países donde se realizó la encuesta han caído de un 60% en 2009 a un 47% hoy. La moderación política está dando paso a ideologías polarizadas, y la proporción de encuestados que se consideran a sí mismos “centristas”, en lugar de “derechistas” o “izquierdistas”, ha caído de un 42% en 2008 a un 33% hoy. Se está perdiendo la fe en las instituciones cívicas: 34% de las personas afirma confiar en el Estado, frente un 42% que lo hacía en 2013.Mucho más alarmante, los ciudadanos se están distanciando: sólo un 16% de los entrevistados está de acuerdo en que “se puede confiar en la mayoría de la gente”, lo cual iguala el resultado más bajo en la historia del estudio.
A pesar de la recesión económica, sólo los encuestados de tres países –Colombia, Costa Rica y Nicaragua- señala el desempleo como el mayor problema de su país. En cambio, la preocupación más frecuente es el crimen, citado en 12 de las 17 naciones. En general,los latinoamericanos indican que están tan preocupados por el “crimen” y las “bandas criminales” como lo están por la “economía”, el “desempleo”, y la “pobreza”, juntos. En muchos casos el público tiene razón en estar temeroso: la violencia de las bandas ha convertido a buena parte de Centroamérica en la región más mortífera del mundo, y el hundimiento de una tregua entre pandillas promovida por el gobierno de El Salvador, ha desatado un atroz estallido de violencia. Incluso en países seguros como Chile, cuya tasa de asesinatos es inferior a la de los Estados Unidos, el crimen es la preocupación principal.
El único país donde la corrupción es vista como el problema mayor es Brasil. Aunque el gigante sudamericano tiene experiencia en negociaciones irregulares, la revelación de que Petrobras, la compañía nacional de petróleo, había pagado en exceso a subcontratistas en un esquema de sobornos y de licitaciones fraudulentas con un valor de 3 billones de US$, se transformó en un escándalo masivo incluso para los estándares locales. Los brasileños han tomado nota, con algunos manifestantes plantando escobas en las playas para demandar una limpieza de la política (ver foto arriba). Tan reciente como en 2010, sólo un 3% afirmaba que la corrupción era el reto más urgente; este año el porcentaje ha llegado a un 22%, por encima incluso del 20% alcanzado en el 2005, en ese entonces a resultas de un escándalo por un esquema de compra de votos en el parlamento. El porcentaje de brasileños que dicen que ellos o sus familiares han sido testigos de un acto de corrupción en el último año es casi el doble que en el país que ocupa el segundo lugar.
Estas tendencias preocupantes pueden convertirse en poco más que un efímero daño colateral por la caída de los precios de las materias primas. Los datos históricos del Latinobarómetro revelan que tanto el apoyo a, como la satisfacción con la democracia, tienden a marchar en paralelo con la economía: las cifras más bajas de los últimos 20 años se registraron en 2001, en medio de la última recesión duradera en América Latina (ver gráfico siguiente). De igual manera, la cota máxima ocurrió en 2010, que fue asimismo el año de crecimiento más sólido del Producto Interno Bruto de la región.
Pero de acuerdo con Marta Lagos, la directora de Latinobarómetro, escondida detrás de estas fluctuaciones cíclicas yace una debilidad prolongada. Desde que se inició el estudio, en 1995, los encuestados han consistentemente clasificado a las instituciones del Estado –como las cortes, la legislatura o los partidos políticos- en los puestos más inferiores de la lista de las instituciones en las que confían. En cambio, los tres únicos grupos en que al menos la mitad de los entrevistados dice confiar, son sus familias, sus vecinos y sus iglesias.
Comparando los datos de diferentes estudios regionales, el Latinobarómetro ha descubierto que la confianza inter-personal en América Latina –lazos que van más allá de la familia y los amigos- está rezagada no sólo en relación con Europa, sino asimismo con el Sureste asiático y el mundo árabe. Como Barney Frank, un congresista norteamericano ya retirado acostumbraba decir, “el Gobierno es simplemente el nombre que le damos a las cosas que decidimos hacer juntos.” Es probable que la fe voluble de los latinoamericanos en la democracia sea fundamentalmente un síntoma de su más profunda falta de confianza.
Autor: LATINOBARÓMETRO – THE ECONOMISTcategoría:Economía, Encuestas, Política, Sociedad 26 sep 15
EL ORIGINAL EN INGLÉS:
The Latinobarómetro poll
When the tide goes out
Without growth, there is nothing to distract from the region’s endemic ills
LATIN AMERICA is a notoriously cyclical region, and the end of the long commodity boom has hit its countries hard. Although a weakening economy does not necessarily make officials more corrupt or criminals more violent, it does eliminate the distraction from these endemic problems that rising living standards provide. From Tijuana to Tierra del Fuego, discontent is growing. Mexicans are up in arms over the disappearance and presumed murder of 43 student activists; Venezuelan streets have erupted in occasionally violent protests against the authoritarian and economically incompetent government of Nicolás Maduro; and Brazilians are calling for the impeachment of their president, Dilma Rousseff, as a result of a kickback scandal and a credit-rating downgrade.
This year’s Latinobarómetro poll, an annual survey of public opinion produced since 1995 and published exclusively by The Economist, reflects this broad souring of the regional mood. Latin Americans are fed up with their leaders: government approval ratings across the 17 countries in the study have fallen from 60% in 2009 to 47% today. They are abandoning political moderation in favour of polarised ideologies, as the share of respondents who call themselves “centrist” rather than “left” or “right” has dropped from 42% in 2008 to 33% now. They are losing faith in civic institutions: 34% of the public say they trust the state, down from 42% in 2013. Most disturbingly, they are drifting from each other. A mere 16% of those surveyed agree that “You can trust most people”, which ties the lowest rate Latinobarómetro has ever recorded.
Despite the region’s economic slowdown, respondents in only three countries—Colombia, Costa Rica and Nicaragua—list unemployment as their nation’s biggest problem. Instead, the most common worry is crime, cited in 12 of the 17 countries. Overall, Latin Americans say they are as concerned about “crime” and “gangs” as they are about “the economy”, “unemployment” and “poverty” put together. In many cases the public has good reason to be fearful: gang violence has made much of Central America the world’s deadliest region, and the demise of a government-sponsored truce between mobs in El Salvador has unleashed a vicious outbreak of shootings. But even in safe countries like Chile, whose murder rate is lower than that of the United States, crime now ranks as the leading concern.
The only country where corruption is seen as the biggest problem is Brazil. Although the South American giant is no stranger to back-room dealings, the revelation that Petrobras, the national-champion oil firm, had overpaid subcontractors in a bid-rigging and bribery scheme worth some $3 billion constituted a massive scandal even by local standards. Brazilians have taken notice, with some protesters planting brooms on beaches to call for a clean-up of politics (see picture). As recently as 2010, just 3% of them said corruption was the country’s most pressing challenge; this year that figure has soared to 22%, just above the 20% mark that it reached at the height of outrage over a legislative vote-buying scheme in 2005. The share of Brazilians who say that they or their relatives have come across an act of corruption in the past year is nearly twice as high as in the second-ranked country.
These worrisome trends may prove to be little more than ephemeral collateral damage from the commodity bust. Historical Latinobarómetro data reveal that both support for democracy and satisfaction with it tend to march in lockstep with the economy: the lowest figures during the past 20 years were registered in 2001, amid the last sustained recession in Latin America (see chart). Similarly, the high-water mark occurred in 2010, which was also the region’s strongest year for GDP growth.
But according to Marta Lagos, the head of Latinobarómetro, lurking behind these cyclical fluctuations lies a steady long-term weakness. Ever since the poll began, respondents have consistently ranked arms of the state—like the courts, the legislature and political parties—at the very bottom of the list of institutions they trust. In contrast, the only three groups that at least half of those surveyed say they trust are their families, neighbours and churches.
Comparing data from different regional studies, Latinobarómetro finds that inter-personal trust in Latin America—ties that reach further than family and friends—lags far behind not just Europe but South-East Asia and the Arab world as well. As Barney Frank, a retired American congressman, often said, “Government is simply the name we give to the things we choose to do together.” It is likely that the fickle faith of Latin Americans in democracy is primarily a symptom of their deeper lack of trust.