Exhibicionistas, voyeurs, encuentros en lugares públicos y sexo sin compromiso. Te contamos todo sobre esta arriesgada práctica que triunfa en España entre treintañeros heterosexuales.
«Iremos al Pardo con el coche y mientras follo con mi mujer, ella quiere veros a través del cristal como os pajeáis y os corréis en el cristal», escribe un tal ‘Jerome’ en el grupo Techados del Pardo del portal Mispecadores.com. Los mensajes de varios voluntarios no tardan en aparecer en línea: «Hola, Jerome. Yo iré hoy sobre las 00:00. Si estáis allí, me pajearé para tu mujer», firma ‘Angel’. Por su parte, alguien con el nick ‘Jack Sparragow’ lanza su propuesta: «Hola a todos. Mañana iré con una amiga al Pardo. Vamos buscando parejas o tíos muy bien armados». ‘Javi’ contesta al instante: «Yo estoy disponible el sábado por la noche. Si os apetece compañía solo tenéis que decirlo».
La tecnología y la proliferación de las redes sociales han facilitado que eldogging, la práctica sexual que consiste en quedar con desconocidos en lugares públicos, ya sea en calidad de exhibicionistas, voyeurs (mirones) o para tener sexo grupal, haya resurgido con fuerza en los últimos años. Te contamos en qué consiste.
Voyeurs y exhibicionistas: una práctica vintage
El dogging empezó a popularizarse en el ReinoUnido durante los años 70, cuando personas ávidas de mantener relaciones con desconocidosaprovechaban para sacar a pasear al perro por zonas en las que era fácil encontrarse con alguna o algún voluntario con el que entrar en calor un rato entre matojos o en la parte trasera de un coche. De ahí, el origen del término (‘dog’). Conocido en España como cancaneo, este tipo de encuentros tampoco es nuevo en nuestro país, donde cuarenta años atrás algunos osados y mirones ya se aventuraban al sexo casual en zonas de la periferia de las grandes ciudades. Eso sí, no debemos confundirlo con elcruising, reservado estrictamente para el público homosexual, y que puede darse tanto en zonas abiertas como parques o playas, o en lugares públicos como los baños de unos conocidos centros comerciales o de grandes estaciones.
El dogging, sin embargo, abarca modalidades de lo más variadas y es practicado mayoritariamente por heterosexuales. Puede ir desde practicar sexo en pareja mientras un grupo de mirones se masturban cerca,merodear por la zona hasta encontrar a alguien con quien desahogar las ganas de sexo o montárselo a cuatro haciendo un intercambio de parejas.Las posibilidades, como ves, son infinitas y las hay para todos los gustos. Pero, ¿qué conduce a estas personas a practicar el dogging? «La mayoría de las personas que lleva a cabo esta práctica sexual están movidas por la búsqueda de sensaciones. La curiosidad es un factor importante en estos casos, además de la posibilidad de tener sexo ‘sin complicaciones’ y sin compromisos de ningún tipo», explica la psicóloga María Súnico, de la Clínica San Rafael (Cádiz).
La red del sexo entre desconocidos
Si algo ha cambiado el protocolo de esta práctica en los últimos años (y contribuido en gran escala a que se dispare en ciudades como Madrid oBarcelona) ha sido el auge de las redes sociales y los portales especializados, que en el último año han crecido. La red hace que quedar con una pareja liberal o un grupo de doggers sea rápido y sencillo. No hay más que echar un ojo a las activas websites Dogging-spain.org, Mispecados.com o Dogging.es, plataformas que incluyen foros en los que regularmente se organizan quedadas en diferentes puntos de nuestra geografía, si bien, los aparcamientos (como los Techados del Pardo en Madrid), los bosques y los parques (como el Parque de El Retiro) siguen siendo los picaderos más frecuentados y concurridos en fin de semana. Eso sí, la mayoría de usuarios registrados en estas redes, exceptuando aproximadamente un 5%, son hombres heterosexuales que organizan encuentros con sus mujeres y otros hombres y/o mujeres. Un dato que nos lleva a pensar si realmente hay
paridad en esto del dogging.
¿Se considera el ‘dogging’ una parafilia?
Se entiende por parafilia aquellos comportamientos sexuales atípicos que impiden obtener placer por otras vías, digamos, más tradicionales. Cuando el voyeur no consigue excitarse si no es espiando a una persona o el exhibicionista necesita ‘sorprender’ a alguien con sus encantos al aire para calmar su libido, entonces podríamos hablar de un posible diagnóstico de parafilia. Sin embargo, cuando esto es solo un elemento más dentro del abanico de fantasías de un individuo y no existe un acto delictivo, no dejan de ser meros juegos de erotismo. «Si es consentida y no causa malestar, cualquier práctica sexual puede considerarse sana. Una vida sexual sana es aquella en la que todos los implicados están jugando a lo mismo; cuando todo es consentido, y todos se divierten y quieren hacer lo que están haciendo. Por lo tanto, el dogging puede considerase como una forma más de vivir la sexualidad. Podría ser problemático en el caso de tener
–o encontrar– una pareja que no esté de acuerdo o no le gusten estas prácticas. Por un lado, podría aparecer la frustración por no tener sexo de acuerdo a nuestras necesidades, inclinaciones o fantasías. O incluso que la otra parte ceda y todo termine siendo un desastre porque no lo está disfrutando», explica Súnico. «En caso de que alguien que practica sexo con desconocidos a menudo no se siente bien consigo mismo e incluso llegue a descuidar otros ámbitos de su vida, lo mejor sería comprobar si su caso cumple los criterios para diagnosticar una parafilia; y en caso afirmativo, acudir a consulta para tratarla».
Lo mismo ocurre en pareja. Cuando en una relación se necesita de la participación de un tercero o de público para encontrar la excitación, entonces habría que replantear la situación. «Si existe la necesidad de incluir más personas en la relación de forma sistemática, podrían aparecer celos, inseguridades o dudas respecto a si realmente la persona con la que se está es la adecuada. Además, en muchos casos uno de los miembros de la pareja ‘tira’ del otro hacia sus fantasías, lo que deriva en una situación problemática», apostilla la experta.
Encuentros y riesgos de alto voltaje
Como imaginarás, no es lo mismo pasar una noche con alguien que ya conoces que desatar tu pasión con personas de las cuales no tienes ninguna información previa. Esto hace que el riesgo que se corre en las prácticas derivadas del dogging sea mayor que en otros contextos. Con esto, no solo nos referimos a los daños colaterales que puede traer consigo el hecho de intimar con extraños (robos, extorsión, sexo sin consentimiento, etc.) y en lugares públicos (recordamos que tener sexo en lugares públicos en España puede costarte un multa de 100 a 600 euros), sino también al posible contagio de enfermedades de transmisión sexual (clamidia, gonorrea, VIH, sífilis…). Por ello, es fundamental hacer uso de preservativos y minimizar todo tipo de riesgos. Claro que en el caso de ‘Jerome’ y su mujer, quizás sea suficiente con limpiar las ventanas del coche.
LAS REGLAS DEL JUEGO
El dogging cuenta con una serie de normas y señales que hacen las cosas más fáciles… y evitan algún que otro desastre. Atenta:
Coche con luces interiores o exteriores: se trata de una pareja de doggers que quiere que les miren mientras practican sexo.
Coche con ventanas abiertas: invitan al ‘espectador’ a tocar a través de las ventanas.
Coche con puertas abiertas: cualquiera (si lo aceptan, claro) puede unirse y participar.
Cosmohispano