La Cámara de Caracas ve con alarma y decepción las últimas medidas tomadas por el gobierno nacional porque ellas representan la insistencia en un error: creer que efectivamente está planteada una guerra económica y por esa misma razón pretender y dar por cierta la actuación de mala fe de los actores privados. Esas dos premisas son falsas y nos colocan a todos, gobierno y sector privado en el plano de sufrir las consecuencias de un gran malentendido.
Las razones de la inflación y la escasez son otras. Corresponden a la instrumentación de un modelo económico, el socialismo del siglo XXI, que con su trama de controles y obstáculos devastó la capacidad productiva privada del país, apostando a que el capitalismo de Estado y la disposición unilateral de los ingresos petroleros pudieran compensar y sustituir la actividad privada. Ese modelo estatista no ha dado resultados. Las empresas públicas no producen, y los ingresos petroleros no se transformaron en nuevas capacidades. Ahora, con la caída de los ingresos nos conseguimos inermes frente a los efectos de la crisis. Y lo peor que puede ocurrir es que la inercia de las mismas políticas que han fracasado y el incremento del terror económico barran con las pocas oportunidades que nos quedan.
Nosotros lamentamos que una vez más se violen derechos y garantías ciudadanas, y se ponga en entredicho la vigencia de los derechos de propiedad. Medidas como las tomadas recientemente contra ponen en evidencia la necesidad que tenemos todos de estado de derecho, justicia y respeto. Sin esas garantías no hay salida económica posible.
Hay problemas de escasez que se han ido incrementando en la misma medida en que las políticas económicas han demostrado ser inviables. Lo mismo hay que decir de la inflación. Hay que preguntarse sobre las causas sin juzgar los síntomas. Los comercios no se están lucrando de las inmensas colas que se forman delante de sus puertas. Todo lo contrario. Esas colas impiden la lógica del libre comercio, del mercadeo y de la calidad de servicio al cliente. Hemos dicho muchas veces que una economía de este tipo se envilece y resulta contraproducente tanto para los consumidores como para los comerciantes e industriales. También hemos dicho que ante esos síntomas hay que actuar con eficacia y sentido de urgencia.
1. Hay que restaurar la confianza respetando los derechos de propiedad y demás garantías ciudadanas.
2. Hay que definir e instrumentar con sentido de urgencia una política cambiaria orientada hacia la unificación de los tipos de cambio y su liberalización. El control de cambios ha sido contraproducente a los objetivos de las políticas.
3. Hay que permitir que las empresas trabajen con costos y precios reales, evitando la intervención indebida y la fijación forzada de precios por debajo de los costos.
4. Hay que eliminar todos los obstáculos a la libre competencia dentro de un mercado abierto.
5. Hay que reducir el tamaño y la cobertura del estado. Necesitamos seguridad ciudadana, desarrollo de infraestructura, servicios públicos y justicia eficaz. No necesitamos empresas públicas ineficientes que además compiten deslealmente. Tampoco requerimos un gobierno que ha transformado los controles en obstáculos insalvables. Mucho menos se necesita la vigencia de la arbitrariedad que contradice con impunidad lo pactado en la Constitución.
6. Todos necesitamos disciplina y sensatez suficiente como para allanar el camino de los consensos. Reconocer lo que no ha funcionado y aventurarnos hacia nuevas soluciones. Nosotros estamos convencidos que una economía fundada en la libertad funciona mejor que cualquier régimen fundado en los controles.
Caracas, 02 de febrero de 2015
Nota de prensa