La superviviente del grupo Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU), Beate Zschäpe, se aferró al silencio y la maniobra dilatoria en el juicio abierto hoy por asesinato múltiple, la primera vez que Alemania juzga por terrorismo a neonazis y tras quedar cuestionado el proceder policial con la ultraderecha.
Zschäpe, de 38 años y desde hace 18 meses en prisión preventiva, compareció ante un gran despliegue mediático en la Audiencia Territorial de Múnich exhibiendo normalidad, en un proceso en que se le imputa el asesinato de nueve inmigrantes y una policía.
Si en este tiempo se publicaron de ella cientos de imágenes, sola o con sus dos compañeros, Uwe Böhnhard y Uwe Mundlos, de vacaciones o desfilando brazo en alto, hoy ofreció la imagen de la corrección, custodiada por los tres jóvenes abogados de oficio que la defienden.
Fueron unos minutos, ya que la presencia de las cámaras solo está autorizada en Alemania hasta que arranca el juicio. Vestida con traje oscuro, la procesada se mantuvo de espaldas a las cámaras, que únicamente pudieron captar así su rostro en el momento de entrar en la sala.
Una vez desalojada la prensa gráfica, la defensa lanzó su primer órdago: pedir la suspensión del juicio por parcialidad del juez, Manfred Götzl, ya que se registró al trío de abogados en busca de armas, pero no a la fiscalía o funcionarios de la Audiencia.
La sesión se reanudó a los veinte minutos, pero siguió una segunda solicitud de suspensión del juicio, que el juez dio por interrumpido hasta el 14 de mayo, a la espera de la decisión.
A Zschäpe la acompañaban en el banquillo cuatro neonazis más, acusados de complicidad de la NSU, entre ellos el presunto autor del macabro vídeo difundido tras quedar desmantelado del grupo.
Eso fue el 8 de noviembre de 2011, cuatro días después de que Mundlos y Böhnhard se mataran con su propia arma en su furgoneta, acosados por la policía y tras atracar un banco.
Zschäpe se entregó ese día, pero antes prendió fuego a la casa donde convivieron los tres y difundió la cinta donde una Pantera Rosa recreaba los nueve asesinatos de inmigrantes cometidos por el grupo, entre 2000 y 2007, y se jactaba de su hazaña.
Empezó a desentrañarse así lo que hasta entonces se había archivado y minimizado como «los asesinatos de los Döner» -ocho de las víctimas eran turcos, más el noveno griego-, tachados de crímenes menores o ajustes de cuentas entre extranjeros.
La canciller alemana, Angela Merkel, quien en ese momento calificó lo ocurrido de vergüenza para Alemania, ratificó hoy su compromiso con el esclarecimiento del caso, desde el estamento político y en paralelo al juicio contra la superviviente de la NSU.
Zschäpe debe rendir cuentas ante la justicia y ese es el objetivo del juicio, recordó el fiscal, Herbert Diemer, aunque la pregunta recurrente sobre el caso es cómo un trío de neonazis de provincias pudo perpetrar esos asesinatos, siempre con la misma pistola Ceska 83, calibre 7,65 mm, sin que la policía cruzara los datos.
La respuesta puede ser la confluencia de dos descentralizaciones: la de los servicios secretos y policiales, repartidos en 64 entes, y la del neonazismo alemán, con unas 200 agrupaciones en todo el país.
O, según las sospechas de la acusación particular, que engloba a 80 familiares de las víctimas, en la connivencia policial con la ultraderecha, en cuyas filas hay tantos confidentes que es difícil delimitar quiénes son infiltrados y quiénes «chivatos».
Mundlos, de 32 años cuando murió y neonazi desde la adolescencia, estuvo entre los ultraderechistas a los que, en los años 90, sirviendo en el ejército, trataron de reclutar los servicios secretos alemanes.
Estas cercanías, más la destrucción de actas policiales sobre neonazis de la región cuando Zschäpe estaba detenida, han arrojado muchas dudas sobre un caso en el que confluyen demasiadas cosas que se hicieron mal en un país amante de la precisión.
Zschäpe calló en la apertura y la estrategia de sus abogados parece centrarse en las dilaciones y el silencio de la acusada, a la que quieren presentar como «novia» de uno o los dos neonazis muertos, no como coautora de sus asesinatos.
La procesada actuó bajo diez nombres distintos y tiene al parecer facultades camaleónicas, ya que paralelamente a los asesinatos de inmigrantes, atracos y atentados con bomba se presentaba como simpática jardinera que intercambiaba esquejes con sus vecinas.
Para el juicio se han previsto 80 vistas, hasta enero de 2014, aunque se cuenta con que se extienda más. El pliego de la acusación está contenido en 488 páginas y se han convocado 606 testigos. // IPP
Fuente: Agencias