¡Medio petro! Cualquiera que oye eso puede pensar que se trata de una broma, y está en lo cierto. La moneda fantasmagórica inventada por el gobierno chavista no puede ser medida de nada bueno. Sin embargo, Nicolás Maduro la evoca como si gran cosa. Le adjudican artificialmente un valor de 252,63 bolívares y anclan a esta cripto el salario mínimo, que será la mitad.
No es una medida novedosa, es más, viene con demasiado retraso. En 2018 hizo lo mismo, se llenó la boca diciendo que el sueldo mínimo tendría como referencia el petro y la cripto subió pero el salario se quedó realmente anclado en el subsuelo marino en 7 bolívares. Es que para decir mentiras están bien especializados en Cuba.
Sin embargo, los 126 bolívares, aunque representan un gran aumento en términos porcentuales y es verdad que es mejor que nada, se convierten en un asunto etéreo. ¿Por qué? Es lógico que hablar de 100 bolívares ya modifica la percepción del dinero que entra al bolsillo, pero la gente sabe que no cambia mucho la realidad. De acuerdo con la última cotización del BCV, son más o menos 28 dólares, y la canasta básica de febrero superó los 400.
Hay economistas que calculan que con la salarización de los bonos y los tickets de alimentación (que quedaron en 3 bolívares), un trabajador podría llegar a devengar 40 dólares mensuales, muy lejos de lo necesario para cubrir sus necesidades. Otra pregunta que se hacen muchos es de dónde el gobierno chavista va a sacar para cubrir el desembolso del aumento, si, como se sabe, es el mayor empleador del país.
Una nómina de aproximadamente 10 millones de trabajadores públicos significa sacar todos los meses 400 millones de bolívares para pagar los sueldos. Es deseable que estén tomando en cuenta los ingresos por el aumento de los precios del petróleo, y no que van a comenzar a sacar billetes de monopolio para cubrir la cuenta. Pero a esta erogación hay que sumarle lo que a cada rato le inyectan a la economía para mantener el precio de la divisa cerca de 4,30, que le cuesta al Banco Central bastantes millones a la semana. ¿Están en capacidad de poner todo ese dinero a circular o se están arriesgando a que explote la economía y con ella la gente?
Por supuesto que no han pensado que estas medidas tomadas por antojo y al voleo representan un estímulo para la inflación, que tan felices estaban de que la temían “controlada”. Todo aumento que hacen se vuelve sal y agua porque nunca diseñan políticas económicas estructuradas para comenzar a sanear la crisis.
Al final, lo que debería alegrar a los trabajadores se vuelve motivo de preocupación. Indudablemente que sentirán una especie de alivio en los primeros días, pero cada venezolano sabe que sobrevivir en este país cuesta mucho más que medio petro.
Editorial de El Nacional