Distintas son las versiones que se oyen de las personas que están represadas del lado colombiano del puente internacional Simón Bolívar, o en el lado venezolano, debido al cierre del paso internacional desde el pasado lunes y que claman las dejen continuar hacia su destino.
Atravesar este martes la frontera por el elevado era imposible, debido a la orden que cumplen los militares de la Fuerza Armada Nacional. La opción es atravesar por una trocha del río Táchira, pero lograr ese objetivo depende no solo de la voluntad y lo arriesgada que sea la persona, sino también del dinero que tenga para pagar al mototaxista y al “maletero” que le ayudará a cruzar el río Táchira, y de la suerte de no ser detenido por algún militar si lo sorprende en algún camino verde.
Enseñando su cédula venezolana desde detrás de la alambrada que colocaron los militares en la mitad del puente internacional Simón Bolívar, Diocelina Palencia aseguró que vive en la vereda 2, casa 17 del barrio Bolivariano, en la vía a Sabaneta, saliendo de San Cristóbal. — Estoy aquí atajada, porque hace tres días vine a visitar a mi mamá que vive en Cúcuta y estaba cumpliendo 100 años. A ella la han operado seis veces porque tiene tres tumores en la cabeza.
Mi casa está sola y usted sabe que ahorita no se puede dejar nada solo porque hay mucho dueño de lo que no ha trabajado. El domingo tengo que ir a votar, pero si no puedo pasar cómo hago,— se preguntó, afirmando además que ella es colombiana, pero vive desde hace 40 años en Venezuela y fue nacionalizada por el gobierno del fallecido presidente Hugo Chávez.
Por su parte, Mauricio Figueroa, es un ciudadano colombiano, que forma parte de un grupo de 23 turistas procedente de Bucaramanga, que compró un paquete turístico con boletos aéreos y hospedaje incluido para ir a la Isla de Margarita. Varios del grupo son niños y están desde el lunes esperando que los dejen pasar. En la noche del lunes durmieron en un hotel de La Parada y madrugaron para el puente, porque alguien les dijo que a las 6:00 de la mañana les iban a permitir pasar, pero no fue así.
— Pedimos al Gobierno venezolano que nos colabore y nos dé la oportunidad de entrar, porque somos turistas— dijo, mientras enseñaba su pasaporte sellado por las autoridades de migración de Colombia.
Eliseo Urbina, es venezolano, y afirmó que vive en Valencia. Estaba en Ureña desde hace dos días y por una emergencia tuvo que ir a Cúcuta y se quedó trancado del lado colombiano. Consideró que la del próximo domingo es una elección de alcaldes y concejales y no ve el motivo de mantener por tanto tiempo la frontera cerrada. —- Necesitamos que nos aprecien y nos valoren como venezolanos que somos. Yo necesito regresar a Valencia a trabajar. Con quién contamos nosotros, ellos cuentan con nosotros, pero nosotros no contamos con el apoyo de nuestro país. De este lado para acá estamos muertos, nuestros derechos no valen nada—, expresó.
Con la esperanza de que lo dejaran pasar por el puente Simón Bolívar, junto con otro grupo de personas, cerca de la Aduana Principal de San Antonio, se encontraba Oscar Beltrán.
Él es de Bogotá y manifestó que desde hace 15 días se encontraba en Colón, estado Táchira, junto con su hija, sometiéndose a un tratamiento de salud. El lunes salieron temprano de Colón para retornar a su país, pero debido a una cola que se hizo por un control policial en la vía, llegaron un poco tarde a San Antonio y se encontraron que el paso estaba cerrado. Fueron a la Oficina de Migración de San Antonio a sellar el pasaporte pero no se lo sellaron, porque desde el lunes no le sellan ni entrada ni salida a los viajeros.
El lunes pasaron la noche en un hotel, pero ayer estaba preocupado porque no contaba con dinero y por eso estaba esperanzado que lo dejaran salir de Venezuela. “Lo grave es que nos quedamos sin dinero y ahora no nos dejan pasar para allá”, dijo. Desde las 6:00 de la mañana estaba cerca de la Aduana de San Antonio, aguardando pacientemente para ver si los militares los dejaban pasar por el puente internacional. Beltrán dijo que algunos mototaxistas le habían ofrecido la opción de irse por la trocha, pero no se arriesgaba porque le parecía peligroso y además lleva maletas que le incomodan desplazarse por esa ruta.
Fuente: La Nación