Si es por Maduro…

 

 

Maduro no se da por enterado, pese a que es el centro del problema. La sociedad civil se moviliza para borrarlo del mapa y él piensa que no le incumbe. El Vaticano manda a un delegado para tratar de sacarlo por las buenas y él considera que no es su asunto. La MUD trabaja sin cesar para buscar un arreglo de la caótica situación que él ha creado, pero él considera que no forma parte del embrollo. Cuando lo ve o lo escucha, la sociedad civil tiene reacciones parecidas a una nausea gigantesca, pero él jura que lo juzgan con benevolencia. Aún numerosos sectores del chavismo lo quieren ver haciendo mutis por el foro, pero insiste en mantenerse en el centro de las tablas.

 

 

 

Si es por él, Venezuela experimenta un proceso del cual forma parte de manera tangencial porque es uno más entre los causantes del entuerto. Quiere repartir entre todos la responsabilidad de una situación caótica y penosa. Para eso insiste en las maniobras del imperialismo, pese a que prodiga sonrisas ante la presencia de los funcionarios del Departamento de Estado y pide la bendición de Francisco y de sus nuncios. Por eso acusa a la oposición de golpista,  ha transigido en conversaciones tendentes a superar la crisis generalizada. Por eso machaca la existencia de una guerra económica, una necedad que de tanto repetirse se ha convertido en un cliché sin sentido y sin efectividad.

 

 

 

Pero no solo sigue en su papel de yo no sé, de que yo no estaba aquí cuando las cosas sucedieron, de que hay que rifar las culpas en el mapa antes de involucrarme. Sus palabras recientes, llenas de hostilidad, belicosas según la costumbre del comandante eterno, tan dispuestas a la guerra y a la sangre, a la persecución y a la discriminación de sus adversarios, son como un torpedo que quiere volar el barco del diálogo que todavía no ha zarpado.

 

 

 

Ya no se conforma con anunciar su inocencia. Ahora muestra armas y bagajes para continuar la guerra, como si no se estuviera preparando un plazo razonable de armisticio. No deja de soltar algunas palabras amables, para que no le veamos tan desintonizado del clima que procura la concordia, pero termina propinándole patadas presidenciales a la mesa.

 

 

 

¿Se trata de una conducta personal, de un acto individual que solo lo involucra a él? No parece probable. Aún cuando aumenta cada día su rechazo en las filas del chavismo, seguramente cuenta con el apoyo de los acólitos más fanáticos, pero también de aquellos que más tienen que perder si se da el desenlace esperado por la ciudadanía. Estamos, por consiguiente, ante un empeño expreso de impedir la conciliación, ante señales inequívocas de cómo se pierde el tiempo tratando de buscar salidas legales a la situación vergonzante y dolorosa que hoy experimenta la sociedad.

 

 

 

Conviene hablar, la MUD no debe ni puede desistir de conversar con el régimen, pero hay que insistir en la posibilidad de acuerdos razonables a través de los cuales se eviten situaciones de violencia generalizada. Pero cuando quien debe ser el más interesado en sanar las heridas y salir con pocos huesos quebrantados dice que ni los votos ni las balas lo moverán de su silla, caminamos hacia un proceso sobre cuyo final es preferible no hacer pronósticos. Para no adelantar tragedias.

 

 

 

Editorial de El Nacional

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