Al empezar a escribir este artículo, pensaba en los placeres de la vida. Para mí, el comer es uno de mis grandes caprichos y una de las experiencias de las cuales disfruto. Por ello, pensaba en lo importante que son los pequeños detalles en relación a la comida. Un comensal puede tener ganas o antojo de comerse un solomillo, y el hecho de comerse ese solomillo le hará satisfacer su deseo. Pero, probablemente, otro comensal con el mismo antojo o deseo, al que realmente le importe “el comer”, no sólo deseará comerse el solomillo, sino que pensará en la guarnición que le acompaña, en un entorno agradable, en que la vajilla en la que se sirva sea la adecuada, en acompañar a éste con un buen vino e intentar tener una buena compañía para poder disfrutarlo.
Cuando pienso en lo que suelo escuchar en conversaciones relacionadas con la sexualidad, lo primero que se me viene a la cabeza son frases como: “¿Cuántas veces os acostáis a la semana?”, “¿Con qué frecuencia lo hacéis?”, “¿Cuántos orgasmos has tenido con ese chico?”, “¿Cómo la tiene?”, “En una noche lo hicimos tres veces”, “Tuve cuatro orgasmos”…
Como si la sexualidad de las personas y la calidad de ésta la redujésemos al número de coitos, al número de orgasmos, a la longitud del pene. …Y nos olvidáramos de preguntarnos: “¿Cómo te has encontrado con él/ella?”, “No veas cómo me gustó que me acariciara y me besara”, “¡Estuvimos riéndonos todas la noche además de practicar sexo, qué gusto!”…
La sexualidad lleva implícitos los nervios antes de la cita, la ropa que escogemos para ésta y el tiempo que tardamos en hacerlo, las sonrisas, las miradas de complicidad, los besos, las risas, los orgasmos, las caricias, el deseo, la excitación, el coito…
¿Qué hay de ese cosquilleo en el estómago cuando suena un mensaje en tu móvil de la persona que te gusta? ¿Y de los pelos de punta que se nos ponen cuándo roza sus labios con nuestra piel? ¿Y de los nervios mientras esperas a que te dé el primer beso? Todos nosotros nacemos con un sexo u otro, y por lo tanto con sexualidad, por lo que ésta nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida, por eso cada una es diferente, como nosotros, y es el resultado de la forma de vivirnos, de sentirnos y expresarnos como hombres y mujeres.
La sexualidad es mucho más amplia que la genitalidad, este es uno de los placeres posibles, pero no el único. La sexualidad abarca todas las experiencias placenteras.
Y olvidarse de esto y reducir el sexo al coito pene-vagina, pene-ano… No digo que esté mal, simplemente que es como el que sólo se toma el solomillo, y no pone atención a la guarnición, al vino que le acompañan, a la compañía, a si está en su punto, está muy hecho, poco hecho… Centrarnos sólo en un aspecto es reducir nuestras posibilidades, reducir nuestro placer.
Las limitaciones sexuales que nos imponemos, o que en ocasiones nos vienen impuestas por la cultura o por la educación, pueden provocar que no disfrutemos de todas las posibilidades que tenemos, como si inconscientemente amputásemos una parte de nuestro cuerpo, de nuestra sexualidad.
Si crees que éste es tu caso o quieres ampliar algo más sobre este artículo, no dudes en hacernos llegar tus preguntas a nuestro consultorio web.
Por Olalla Martínez Rubí, Psicóloga-Sexóloga y Directora de AmarteSexología
Fuente: Cosmopólitan