Hay cosas que no se entienden. La dictadura, la nuestra, mantiene amoríos públicos y estruendosos con China, Rusia, Irán, por solo citar a los más grandes. Maduro apoya a Putin en la guerra contra Ucrania, en la cual se han enfrentado de verdad Norteamérica y Europa, han gastado billones en armas y otras ayudas. Visita Nicolás recientemente China, no consigue sino saludos, pero le adeuda varios miles de millones desde hace un largo rato, el suficiente para convertirse en abnegado y fiel seguidor del camino de la seda. Y con Irán ha hecho todo tipo de negocios para burlar las sanciones gringas, frontales y muy gansteriles. En América Latina ya usted sabe, pero recuerde que siempre se nos cita con Cuba y Nicaragua como las dictaduras rojas indiscutibles del continente. Con esto basta para lo que intentamos decir.
Tanto Estados Unidos como Europa –que acaba de ratificarlas– han aplicado sanciones contra Venezuela, en el caso norteamericano bastante feroces y por la más variada gama de delitos, a cual más vergonzoso. Por otra parte, Maduro y su tropa no dejan de inculpar y maldecir al imperialismo gringo de cuanto mal sucede por ahí.
Que haya un negocio entre la tiranía y el señor Biden podría ser positivo, además de sorprendente. Sin sanciones viviríamos mejor y con elecciones limpias seríamos demócratas, que tal parecen los términos de la misteriosa y escondida conversa. Aunque mucho dudamos que dejen de ser palabras y se conviertan en hechos. Pero supongamos que suceda el milagro que, por cierto dicen los gringos tiene que ser este mes de noviembre, pues de lo contrario no hay trato.
Lo que queríamos preguntarnos es muy simple, ¿cómo van a ser compatible, en estos días que parecen de inicio de una guerra fría, en esta paulatina configuración de bloques querellados, la coherencia de nuestros tiranuelos de los negocios con Biden y la sumisión a sus feroces antagonistas.
¿Alguien cree que antes del primero de diciembre Nicolás haya garantizado las elecciones limpias, es decir, habrá habilitado a María Corina? ¿Cumplirá la administración Biden su palabra puntual, en caso de que se produjera ese milagro? ¿Y si no para qué tanto susurro y tanto escondite? No es que a uno no le guste el suspenso, pero esta película parece ser bastante sosa, demasiado previsible el desenlace. Pero lo que sí es cierto es que habrá que escoger entre estas dos opciones, entre estos dos señores. Y no parece difícil saber el final.
Editorial de El Nacional